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Decisiones correctas en tiempos inoportunos

El golpe al negocio ilegal de la Salada, la apertura de importaciones y la política de endeudamiento son decisiones políticas tomadas en momentos inconvenientes para dar soluciones de fondo al problemáticas como la economía informal, la competitividad productiva y el financiamiento público.
El golpe a la ilegalidad en La Salada todavía genera un gran impacto social. Es que el negocio oscuro de la venta de indumentaria era demasiado grande y obsceno ante las narices de las fuerzas de seguridad, la Justicia y de la propia política.
Queda muy claro que la operatoria de la Salada prosperó con amparos de todo tipo. Primero, de la propia policía, ¿qué duda cabe? Negocios marginales como el que se despliega en ese lugar funcionan gracias a la protección y a la connivencia con la Policía Bonaerense. No es casual que la comisaría de la zona fuese de las más condicionadas por los jefes policiales. Ningún negocio ilegal funciona sin el conocimiento de las policías, la Bonaerense, la Federal, la de la Ciudad o la que fuere.
Después, claro, la complicidad de la Justicia. Dos décadas de un negocio ilegal a cielo abierto apenas si mereció procedimientos superficiales para poner orden legal en la feria.
Y, por supuesto, la complicidad política. Esa relación siempre necesaria para que un negocio como el de la Salada haya prosperado tanto, al punto que uno de sus capos más importantes haya quedado en evidencia con el lujo y la pompa en la que vivía.
Cuando conocí y entrevisté a Jorge Castillo, allá por 2004 o 2005, todavía vivía en una modesta casa ubicada a pocos metros de la feria que explota. Castillo se defendía por entonces: decía que su negocio no era del todo legal pero había llegado darle una opción económica a miles de personas que buscaban comprar ropa a precio más que accesible. Por entonces, Castillo y otros capos de la feria peleaban con los puesteros que copaban las inmediaciones de sus ferias.
Todavía los capos de la Salada no habían logrado poner en caja a los vendedores (más informales que ellos) que comerciaban a pocos metros de sus ferias, a la intemperie. Tuvieron que pasar algunos años hasta que la batalla la ganaran Castillo y los otros «jefes» de la zona.

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El golpe al zar de La Salada fue una medida más que correcta. Hace largos años que se tendría que haber hecho algo para contener un negocio ilegal, mafioso y explotador de personas. La pregunta es por qué a Castillo le caen recién ahora. 
La primera respuesta puede ser que al cambiar de gobierno, el de Macri muestra los dientes con alguien que fue estrecho amigo del kirchnerismo. El argumento es absolutamente cierto.
El planteo es por qué caerle hoy a la mafia de La Salada en un contexto de claro deterioro del trabajo de menos ingresos, especialmente el trabajo informal. Un golpe como el dado en La Salada no hace que poner al trabajo informal un lugar de demonización social poco oportuno en tiempos de una economía que empuja a miles de personas a la informalidad económica y laboral. Porque mientras la economía va mostrando algunos indicadores en recuperación, los sectores más golpeados, más vulnerables, hoy ven que una de sus opciones laborales se ve amenazada. El mundo de las changas está en serios problemas, tal como lo vienen alertando referentes del tema social como el dirigente del Frente Renovador, Daniel Arroyo. A la Salada habría que haberle caído con todo el peso en tiempos un poco más prósperos, como así también se tendría que ir sobre los demás dueños del negocio en la zona: Castillo fue sin dudas el más importante pero no el único.
En donde nos queremos quedar es en el sentido de la oportunidad del actual gobierno. Esta sensibilidad por los tiempos políticos y a la hemos criticado, por ejemplo, con la apertura de importaciones.
No nos cabe dudas de que a la industria nacional hay que fortalecerla. Pero hay que exigirle también que haga productos de calidad con precios razonables. Pero a la industria local hay que estimularla a la competencia cuando está en condiciones de dar pelea.
En el contexto de suba de costos de todo tipo, incluyendo los laborales, pedirle a la producción nacional que pelea palmo a palmo con productos importados es una jugada que, hasta ahora, tuvo resultados negativos para la industrias locales. Con una economía creciendo y recuperando terreno a tasas de al menos del 4 o 5 por ciento, bien podría pensarse en promover una competencia estimulante. En el contexto actual, es una pelea despareja, que termina golpeando especialmente a las pymes.

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Y en el mismo sentido de la crítica, sobre las decisiones correctas en tiempos inoportunos tenemos que hablar de la deuda. La decisión del gobierno de hacerse de dinero mediante la emisión de bonos es una jugada lógica en contextos económicos favorables; pero la Argentina no tiene buenos antecedentes de endeudamiento cuando las papas queman.
Promover un endeudamiento cuando no se sanea el gasto público, cuando la producción nacional no termina de remontar pone en rojo el horizonte financiero del país. Endeudarse no es un problema cuando hay prosperidad.
Cualquier familia puede dar cuenta de ello: cuando los ahorros aparecen, endeudarse es una opción más que válida. Pero cuando en una casa la plata no alcanza, más que pedir prestado hay que bajar los gastos… o hacer las dos cosas al mismo tiempo.
La oportunidad de querer hacer algo en el momento justo es uno de los desafíos más grandes que tenemos en nuestra vida cotidiana. Lo que uno cree es que la dirigencia política está entrenada en el asunto: se preparó para tomar esas decisiones delicadas en tiempos medidos. La práctica política suele demostrarnos que esto no es tan así.

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Director de Voz por Vos. Locutor, periodista y docente. Conductor de "Ventana Abierta", lunes a viernes de 12 a 14 (FM Milenium -FM 106.7-). Columnista de temas sociales en Radio Ciudad y docente en la escuela de periodismo ETER.
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