María tenía 23 años cuando viajó a Omán, en la Península Arábiga, tentada por una oferta de trabajo doméstico. Vivió una pesadilla que duró ocho meses. Millones de personas son víctima de distintas formas de esclavitud en el mundo.
por Lucio Casarini
«Fue fácil, la persona que me consiguió el empleo tenía gente con la que estaba trabajando; así que realmente no sabés lo que está ocurriendo», dice María, una joven ugandesa que tenía 23 años cuando viajó a Omán, en la Península Arábiga, tras firmar un contrato como empleada doméstica por 500 dólares al mes y diversos beneficios adicionales. «Obtenés tu visa y tu boleto; luego pagás un poco de dinero y vas al aeropuerto; siempre hay alguien esperándote».
El testimonio fue publicado recientemente en la página de Radio Francia Internacional (Rfi.fr) con el título ‘Una sobreviviente ugandesa habla en contra de la trata de personas’ (versión en inglés: ‘Ugandan survivor speaks out against human trafficking’). El nombre de la protagonista aparece cambiado para proteger su identidad.
«Puede ser complicado [conseguir un buen empleo en Uganda] y estás desesperada; pero no tenés que confiar en nadie», dice María. «Podría ser un primo o un amigo que te está sacando provecho; no vayas solo porque alguien te haya prometido dinero; no todo lo que reluce es oro». Ella ni siquiera tenía ambición material o económica. «No fue lo que me atrajo de Omán; era el trabajo, necesitaba trabajar», aclara la joven, que tuvo una primera señal íntima de alarma a poco de pisar tierra árabe, cuando con distintos argumentos le quitaron el pasaporte.
«Te levantás a las cuatro de la mañana, preparás el desayuno y lo llevás; después limpiás la casa y ayudás a los niños a prepararse para la escuela; te dan 15 minutos para comer y luego volvés a la cocina», describe María. «Estás trabajando desde las cuatro de la mañana hasta las once de la noche; tenés mucho que hacer; por ejemplo, planchar su ropa; luego te dan una hora para descansar; y cuando te despertás tenés que volver a limpiar; no importa si ya está limpio, simplemente no les importa».
Al cabo del primer mes, entró en pánico. «Llamé por teléfono a la persona que me había llevado ahí, el agente en Kampala [la capital de Uganda], y le dije: ¿en qué me metiste? no tiene ningún sentido lo que estoy haciendo acá; estoy cansada; quiero irme». El hombre empezó a estirar la cosa. «Me contestó: no te preocupes, vamos a buscarte algo mejor, esperá un poco; entonces le dije: no, no, no voy a hacer nada; casi me vuelvo loca; dejé de trabajar; me encerré en la habitación, no salía».
Pasados los primeros dos meses, dejaron de pagarle el sueldo. «Lo llamé otra vez [al agente en Kampala] e insistí en que quería volver a casa», sigue María, que esta vez recibió la confirmación expresa de que estaba viviendo una pesadilla. «Si huís vas a terminar en la calle y si terminas en la calle vas a ser prostituta porque no vas a poder conseguir trabajo», le dijo el hombre. «Ni siquiera la policía te va a ayudar; aunque huyas te van a atrapar y luego te van a llevar de regreso a la casa; porque te van a decir: este es su empleador, se supone que debe trabajar, usted firmó un contrato».
María logró comunicarse con Rahab (Rahabuganda.org), una entidad civil con sede en Kampala que lucha contra distintas formas de esclavitud y con ese asesoramiento comenzó secretamente dos gestiones imprescindibles para su escape: un nuevo pasaporte y un boleto de avión de regreso a Uganda. La joven estaba a merced de su empleador a través de un sistema legal vigente en numerosos países árabes conocido como ‘kafala’, término que es sinónimo de patrocinio o auspicio.
El patrón paga la visa de un trabajador extranjero y este queda bajo su tutoría o protección. El derecho islámico usa la misma palabra para la adopción de un niño por parte de alguien distinto de sus padres biológicos. El mecanismo del ‘kafala’ queda desactivado al cabo de dos años, cuando expira la visa laboral. Pero habitualmente los trabajadores son transferidos a otro empleador y el tiempo empieza a correr otra vez desde cero.
«Lo que viví fue realmente perturbador», dice María. «Tuve que hacer lo que tenía que hacer, además de pagar dinero; y luego el tipo estaba en mi caso», relata sobre el hombre que hizo los trámites. «Porque él tenía mi pasaporte; tuve que acostarme con él o algo así; lo que sea, sí; y no solo eso, tuve que pagarle mi boleto con el poco dinero que tenía y luego pude volver a casa; fue en julio del año pasado [2016], después de ocho meses de infierno».
País de origen, tránsito y destino del tráfico de personas
En 2016, por presión de las Naciones Unidas y varias entidades civiles locales y extranjeras especializadas en el tráfico de personas, el gobierno de Uganda prohibió los viajes de sus ciudadanos y ciudadanas al extranjero para trabajo doméstico. Algunas agencias de empleo eludieron la medida enviando a las personas a través de países vecinos, como Kenia y Tanzania, hasta que en 2017 la restricción fue suspendida.
«[En Uganda] Las mujeres jóvenes son las más vulnerables al tráfico transnacional, generalmente buscando trabajo como empleadas domésticas en el Medio Oriente», dice el Departamento de Estado norteamericano (State.gov) en su Informe sobre la trata de personas 2017. «A veces las mujeres ugandesas fueron reclutadas fraudulentamente y luego explotadas en la prostitución», agrega el documento, que menciona los Emiratos Árabes Unidos, Arabia Saudita, Omán, Qatar, Kuwait, Irak, Irán, Egipto, Turquía y Argelia como los destinos más frecuentes. En paralelo, organizaciones internacionales han identificado víctimas ugandesas en países de varios continentes: China, India, Malasia, Tailandia, Sudáfrica, Canadá, Polonia, Suiza o Ucrania.
Uganda es un país ubicado en la llamada región de los grandes lagos, al este de África. El sur del territorio incluye una porción considerable del lago Victoria. Desde 1894 hasta 1962 fue colonia inglesa. Tras la declaración de la independencia y la creación de la República de Uganda, la población ha sufrido sangrientos conflictos entre facciones internas y también con los países vecinos: República Democrática del Congo, Kenia, Sudán del Sur, Ruanda y Tanzania.
«Uganda es un país de origen, tránsito y destino para hombres, mujeres y niños sometidos a trabajos forzados y tráfico sexual», diagnostica el Departamento de Estado norteamericano en su informe. «Niños ugandeses de apenas siete años son explotados en trabajos forzados en agricultura, pesca, silvicultura, ganadería, minería, extracción de piedra, fabricación de ladrillos, carpintería, fabricación de acero, venta ambulante, bares, restaurantes y servicio doméstico».
La Organización Internacional del Trabajo calcula que el empleo forzado, que es solo uno de los componentes del tráfico de personas, involucra actualmente a 21 millones de personas en todo el mundo. Cerca del 70 por ciento de las víctimas están sometidas con fines laborales, un 20 por ciento con objetivos sexuales y un 10 por ciento se encuentran bajo algún régimen estatal de trabajo forzado.
«Las niñas y los niños son explotados en la prostitución», continúa el Departamento de Estado. «Los reclutadores se dirigen a niñas y mujeres de entre 13 y 24 años para el tráfico sexual doméstico, especialmente cerca de torneos deportivos y proyectos de construcción de carreteras. Una organización internacional informó que la mayoría de las víctimas internas de la trata son ugandeses, la mayoría de los cuales son explotados en mendicidad forzada. Los niños y niñas eran los más vulnerables al tráfico interno, principalmente por trabajo o mendicidad en Kampala y otras áreas urbanas».
Con cerca de 42 millones de habitantes, Uganda es considerado uno de los países más pobres del mundo. En 2012, el 40 por ciento de la población vivía con 1.25 dólares por persona por día. Más del 80 por ciento de la gente reside en zonas rurales. La violencia armada de distinto tipo empeora este contexto: aproximadamente un millón y medio de ugandeses se encuentran en condición de desplazados dentro de su propio país. La expectativa de vida está calculada en 53 años, alrededor de dos décadas menos que en el mundo desarrollado.