Historias

Elsa Gómez: «Nuestro deber es acompañar a los familiares de víctimas»

«Daniel es el ángel de Aldo Bonzi», dice la más longeva de las fundadoras de la Asociación Civil Madres del Dolor sobre su hijo víctima del gatillo fácil policial. «Roque y David Olivera son los asesinos».

por Lucio Casarini

«Me gusta que me digan que hago reír a la gente», comenta Elsa del Carmen Gómez de Sosa con los ojos negros y el tono de la voz rebosantes de picardía.

Pequeña, morena y de pelo corto gris, Elsa Gómez posee una vitalidad arrolladora. El 24 de julio cumplirá 75 años.

«Tengo cuatro hijos, diez nietos y nueve bisnietos», se enorgullece sobre la familia que formó con su marido Miguel.

«La pared de la fábrica tiene un grafiti hermoso de mi Negro con el logo de las Madres del Dolor, mientras yo viva va a estar».

El Negro es Daniel Alejandro, uno de sus cuatro hijos, que contaba 33 años el 2 de febrero de 2001, cuando fue víctima del gatillo fácil policial en su localidad, Aldo Bonzi, partido bonaerense de La Matanza.

Esa pared pertenece a unos talleres industriales, entonces propiedad de la firma Spinazzola, ubicados junto al sitio donde apareció el cadáver con tres balazos.

Daniel fue muerto en la entrada de la localidad, a varias cuadras de distancia, y luego llevado hasta allí para dar vuelta las pruebas.

«No se tiene que olvidar, por todos los chicos de Aldo Bonzi, los que pasan cuando van y vienen de trabajar».

El juicio, realizado en 2004, condenó a un vecino, el suboficial bonaerense Ramón Aníbal Olivera, por homicidio simple. La evidencia involucra también a Roque y David, hijos del convicto e igualmente policías.

El damnificado, camionero de profesión y padre de dos hijos, circulaba en un Volkswagen Gol nuevo en el momento del drama. Los investigadores creen que el móvil del crimen fue el robo del coche.

Ramón Olivera murió por causas naturales en 2016 en prisión domiciliaria. Los dos hijos sospechados siguen en la Bonaerense.

Elsa Gómez y su esposo Miguel Sosa en la actualidad.

Aquí está ella es: Elsa Gómez

«Soy Elsita Gómez, la mamá de Daniel Alejandro Sosa; me hice en la calle, una mamá contra la institución policial y el poder judicial».

«Salgo a acompañar desde mi humilde lugar a familiares de víctimas cuando comienza el juicio; siempre dije: quiero ver presos a los asesinos que matan a chicos inocentes; así acompaño».

«Les digo: parate como mamá en un juzgado, que te vean; un día o dos no te escuchan, pero hay que perseverar».

«Son 20 años de lucha, soy agradecida; lo dije en la Esma en una presentación con las Madres y las Abuelas de Plaza de Mayo».

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«No quise tener más prensa; el asesino de mi hijo murió en la cárcel y enfermo; eso no salió en ninguna prensa, no me importó; siempre fui enemiga de la prensa, el cartel, la televisión; toda la vida me resbaló eso».

«Nuestro deber [el de la Asociación Civil Madres del Dolor, que la tiene como la fundadora más longeva] es acompañar a los familiares de víctimas, no estar en sillones elegantes en un canal de televisión; las mamás saben que tienen que salir a la calle, no estar en un sillón maquilladas frente a las cámaras».

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«La patente del auto de Daniel es CJR 651, no me la voy a olvidar nunca; me siguen llegando las boletas; el coche después del crimen fue robado [en un hecho distinto]; avisamos que el titular había sido asesinado».

«Es un placer que todavía me lleguen las boletas, aunque por ese auto podrido me lo mataron a mi Negro».

Grafiti del escudo de las Madres del Dolor (izquierda) que integra Elsa Gómez. A la derecha, el rostro de Daniel en San José y Pilcomayo, Aldo Bonzi, donde apareció el cuerpo baleado.

Un testigo clave

«A Luisito Sierra [principal testigo del homicidio de Daniel] lo cuidamos, vio todo con 14 años».

«Estaba con otro chico en la esquina de la fábrica [calles San José y Migueletes], en bicicleta los dos; ven pasar el auto de Daniel y después la camioneta de los Olivera [Ramón y sus hijos vivían en la cuadra donde apareció el cadáver]; quieren chusmear; Luisito agarra la bicicleta y va a mirar, el otro no quiere».

«Luisito ve cuando bajan a Daniel del auto; estaban Ramón, con las dos bolsas de lobotomía [cura que recibía porque había sido herido en un tiroteo meses antes], rengo, Roque y David».

«Lo vio a Ramón limpiándose las manos con sangre de mi Negro».

«Luisito ve cuando Roque le dispara a Daniel; hijo de puta, le dice, vos no sabés a quién mataste, es el Negro Sosa; Roque le pone el revólver en el cuello y le dice: tomatelá porque te bajo como a este Negro».

«El chico se fue y les contó a los papás; ellos no querían que testificara, pero pasó el tiempo; yo pegaba los volantes pidiendo testigos».

«El papá de Luisito es un ropero, un negro grandote y gordo; me dijo: señora, la vemos pegando árbol por árbol en Bonzi pidiendo testigos; nuestro hijo nos dijo: tengo que contarle a esa mamá todo lo que vi; el me lo trajo al chico acá a mi casa».

«Una de mis hijas, María de los Ángeles, tenía grabador; lo puso arriba del modular; grabó todo lo que contaron Luisito y el papá; el chico era menor de edad; llevamos eso al fiscal y eso declaró Luisito en el juicio».

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«Un hombre de enfrente [testigo dos] estaba mirando a través de un árbol».

«Enfrente del monolito [homenaje en memoria de Daniel construido en el sitio donde apareció el cuerpo] vive; familia Galeano; después dijeron que estaban todos de vacaciones en Cuba; pero uno de los hijos vio cómo lo mataron; es familiar del que me hacía los volantes de Daniel».

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«Después, está la famosa Coca [testigo tres], que vivía en un pasillo al fondo; es una mujer de enfrente que vio todo: quien lo mató, cómo lo mató; era la hija del hombre que vivía ahí».

«Le dieron el celular de mi Negro, que nunca apareció; lo tenía ella, lo supe después averiguando; nunca declaró, le contó al marido; murió de cáncer, era vecina de aquel lado de los Olivera».

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«La mujer que caminaba con el perro [testigo cuatro] es la del chalet de la esquina [calles San José y Pilcomayo]; vio todo paseando el perro en la esquina».

«Venía la hija de practicar gimnasia con otra chica; le gritó a Roque: para, no dispares, vienen las nenas».

«No aguantaba verme pasar caminando; se acercó a hablar y me contó lo que vio; se diculpó; le dije: usted no tiene nada que ver; una gran señora; no quiso testificar; vendió su chalet y se fue».

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«En la esquina [igualmente San José y Pilcomayo] vivía un comisario de la Federal casado con una mujer también de la fuerza; el hijito [testigo cinco] vio todo desde la terraza, de 14 o 15 años; después se mudaron del barrio».

Ramón Aníbal Olivera, policía bonaerense y único condenado por el homicidio de Daniel, hijo de Elsa Gómez.

Los responsables

«Roque y David están muy comprometidos, son los asesinos; Roque le disparó, pero había que mandar uno en cana [Ramón se autoincriminó]; además, hay preguntas pendientes: quién corrió el cuerpo de Daniel, quién ayudó a Ramón».

«Hice una denuncia porque sacaron el expediente de la fiscalía de la Matanza; promoví una causa con el director y abogados de asuntos internos; estos funcionarios fueron a las Madres del Dolor, a la casita de las Madres a entrevistarme; doy gracias porque todos se acercan con respeto».

«Les dije: no quiero que estos dos estén en la fuerza, son asesinos, que los saquen; tengo familia en la fuerza, están ensuciando la institución».

«No siguieron ascendiendo en la Bonaerense; un día los van a sacar, hay que tener paciencia, cada cuatro años se da vuelta todo cuando cambia el Gobierno».

«Algunos me dicen que están escondidos. Roque está en Ezeiza; preparara a los nuevos policías bonerenses; está controlado, no hostiga a nadie. David está en una canchita para los de la Bonaerense que quieren ser deportistas».

Elsa Gómez y su esposo Miguel Sosa en 2004, época del juicio.

El dolor por el propio barrio

«La bronca que tengo con Bonzi nadie me la va a sacar».

«La gente de Bonzi corrió el rumor de que mi hijo andaba robando; los Galeano y la Coca son los que dijeron que mi hijo era ladrón; yo dije: como mamá voy a demostrar que no era chorro».

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«Tuve contactos, particularmente familiares en la Policía Bonaerense y la Policía Federal».

«Los primeros en llegar a la escena fueron mis sobrinos Fabián Figueras (después comisario en la Federal, hoy retirado) y Omar Giménez (lo mismo en la Bonaerense); estuvieron con su gente, actuaron y averiguaron».

«Los que mataron a Daniel son criminales; otros tienen el orgullo de llevar el uniforme, no son corruptos».

«Mi nieta Gabriela Alejandra Romero estudió, tiene un cargo en la Bonaerense, está en la Comisaría de la Mujer de Villa Gesell; todos saben quién es su abuela; ella dice: estudié para demostrar que no todos los policías son malos».

«Mi sobrino mayor tiene 65 años y está jubilado de la Bonaerense; todos sus hijos están en la fuerza, orgullosos, con todo ese amor».

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«Estuve 45 días para que los jueces escucharan que mi hijo no era un ladrón».

«Doy gracias a don Sosa que me llevaba a las nueve de la mañana en el 128; me dejaba, tenía que volverse a trabajar y me buscaba a la una de la tarde; me quedaba paradita en los tribunales».

«Así logré que una vuelta Canal 26 me hiciera una nota; bajó el secretario del juez a hablarme; me dijo: señora, el juez está escuchando, pero usted no tiene pruebas».

«Le dije: discúlpeme, pero tengo una prueba; me contestó: traigalá; Sosa estaba al lado mío; le dije: no tengo ningún problema en ir hasta el cementerio de las praderas, levantar a mi hijo y ponerle el cuerpo sobre este mostrador; acá está mi hijo Daniel Alejandro Sosa asesinado; y le pegué un puñetazo en el mostrador».

«Salió el juez, Van Staden: grandote, un ropero, lindo hombre; lo miró y el secretario me dijo: pase señora; me tuvo que recibir».

Daniel Alejandro Sosa, hijo de Elsa Gómez, con su esposa Beatriz y los dos hijos de ambos, Javier y Daniela.

El juicio

«Llegamos al juicio; los hijos de Olivera se presentaron vestidos con su uniforme, se sentaron en el fondo; Sosa y mis hijos eran testigos; yo estaba en el fondo sentadita, no existía para los jueces».

«El tribunal estuvo integrado por Liliana Logroño, Graciela de Palo y [Jorge Fabián] Van Staden; ellos condenaron a Ramón [que participó del juicio como policía en actividad]; fallo unánime; homicidio simple; pero murió preso y los hijos están escondidos como ratas».

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Felipe Solá en 2016 con integrantes de la Asociación Civil Madres del Dolor. De izquierda a derecha: Marta Canillas, Viviam Perrone, Matías Bagnato, Isabel Yaconis, Silvia Irigaray y Elsa Gómez.

«A Felipe Solá le debo mucho; me dio su avión privado [cuando era gobernador] para recorrer la provincia de Buenos Aires y estar al lado de los familiares de las víctimas; hemos llegado a una justicia por estar ahí».

«Yo no podía, no tenía para estar una hora en Chascomús, otra en Trenque Lauquen, otra en Tres Arroyos; el me daba su avión, sus abogados; yo estaba con los familiares, eso es lo mío, mi tarea es el acompañamiento».

«En esos viajes también iban [Alberto] Linares y [Xavier] Oñativia [funcionarios que hasta el presente colaboran con la Asociación Civil Madres del Dolor]; hemos estado Xavier y yo muertos de frío en bancos de plaza mientras se arreglaban las cosas en el municipio de cada pueblo».

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«Un amigo de Daniel es veterano de Malvinas, Claudio Rodríguez; hace dos años vino con los compañeros; frente a la capillita [homenaje dedicado a Daniel en la plaza central de Aldo Bonzi] hicieron el monumento de los veteranos de la guerra; don Sosa hizo la fuente de agua; arriba pusieron [una representación de] las Malvinas».

«Todos los años hacen un acto, el orgullo que tengo, salí en fotos con granaderos; fui con don Sosa recientemente a la plaza, hay una placa de un veterano muerto este año que es de Bonzi».

«Mi hijo Omar Alberto le decía a Daniel: vos no sos soldado porque sos un inútil, Negro [risas]; número bajo tuvo».

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«No estoy sola; tengo cuatro hijos, diez nietos (tres de Omar, dos de Daniel, tres de Amelia y dos de María de los Ángeles) y nueve bisnietos».

«¡Las veces que me tiré en la cama!; mis hijos y nietos me dicen: levantate; ellos nunca van a dejar de caminar ni permitir que les falten el respeto».

Las estrellas brillan

«Estoy canosa, vieja y flaca; doy lástima; encima negra [risas]; siempre voy a caminar y a estar al lado de la mamá que pide justicia por el hijo que le mataron, viva en un rascacielo o ande en la tierra pisando barro».

«¡La cantidad de mamás que me llaman! Las hago reír, terminan bien; me gusta que me digan que hago reír a la gente».

«Tenemos que ayudar al familiar que llega desesperado; abrirle la puerta, escucharlo; cada mamá llega para pedir ayuda por el hijo que le mataron, a llorar su dolor; yo tengo que estar ahí».
«Las estrellas brillan, la oscuridad está siempre; los menos hacemos el camino, Dios me puso en este camino».

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«La pared de la fábrica tiene un grafiti hermoso de mi Negro con el logo de las Madres del Dolor; mientras yo viva va a estar».

«No se tiene que olvidar; por todos los chicos de Aldo Bonzi; los que pasan cuando van y vienen de trabajar».
«Como el ángel de la bicicleta [Pocho Lepratti], Daniel es el ángel de Aldo Bonzi, un símbolo».

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