Historias

Claudia Véliz: «Siento que mi ángel Diego me manda fuerza desde arriba»

«Los asesinos siguen trabajando en la Policía», denuncia sobre el homicidio de su hijo de 20 años, ocurrido en 2012 en Catamarca. El caso tiene además dos muertes misteriosas, del papá de la víctima y del testigo clave, y dos perejiles.

«Sabía que iba a tener que seguir sola, sacar fuerza de donde fuera y seguir sola y enfrentar todo esto, que es muy difícil y muy oscuro; te desgasta, te va acabando y poco a poco va consumiendo tu vida».

Claudia Liliana Véliz pide justicia para el sexto de sus nueve hijos, Diego Iván Pachao, que tenía 20 años cuando murió el 14 de marzo de 2012 tras ser torturado en la Comisaría 7 de Catamarca.

La madre denuncia además las tragedias misteriosas de Alejandro Pachao, papá de Diego, y Leonel González, testigo clave.

Alejandro, que lideraba el reclamo por su hijo, fue hallado con la cabeza rota en 2017 después de ser visto a bordo de su moto perseguido por policías. Leonel apareció horcado en un árbol en 2019.

Claudia aclara, por otra parte, que los hermanos Darío y Lucas Leiva, imputados por homicidio preterintencional en el caso de Diego, son perejiles: están acusados falsamente.

En 2012, 11 integrantes de la Comisaría 7 fueron procesados por delitos menores: vejaciones e incumplimiento de sus deberes de funcionarios públicos. Con iguales cargos fue implicado Duilio Gallo Canciani, médico de la Policía que atendió a Diego.

Ningún miembro de la fuerza fue pasado a disponibilidad o investigado por la institución, como establece el reglamento interno.

Quedan actualmente en proceso los hermanos Leiva y seis uniformados: Gustavo Eduardo Bulacio, Claudio Yani Nieva, Ramón Ariel Quevedo, Ricardo Darío Barrera, Ricardo Varela y Jorge Montivero.

La Cámara de Apelaciones en lo Penal y Exhortos confirmó, como última novedad, el requerimiento de elevación a juicio hecho por el fiscal Alejandro Gober.

Diego Iván Pachao. Mosaico de fotos.

«Mi ángel»

«Tengo nueve hijos y 14 nietos; con Diego son nueve hijos y el requiere gran dedicación, reclamar justicia es algo muy absorbente».

«Crié sola a mis hijos, con sacrificio; les di todo lo que pude; les enseñé a ser respetuosos, humildes; con Alejandro hacia muchísimo que estábamos separados cuando ocurrió el crimen de mi Diego».

«Somos una familia humilde, siempre tuvimos lo justo y necesario, nunca tuvimos de más; mi situación económica no permite lujos, mis hijos aprendieron de esa manera».

«A mi Diego algunos le decían el Negrito porque era morochito; es mi ángel, mi todo, mi amor, mi dulce, mi ternura; para mí era un niño, con esa sonrisa tan tierna, transparente».

«Mi Diego siempre estaba alegre, con una sonrisa que lo destacaba; era un chico humilde, cariñoso, solidario y trabajador; se desempeñaba en la construcción; era albañil y cronometreaba el rally; era muy hábil y servicial, tenía muy buena voluntad».

«Cada día»

«Tengo una pensión de madre de siete hijos; trabajo en casas de familia desde siempre; fui ordenanza en una escuela; cuido a mis nietos; para moverme tengo mi bici y el colectivo».

«Ahora soy vendedora ambulante de comida; hago sándwiches, gelatina y bizcochuelo casero; cuando puedo, cada día preparo todo para vender al siguiente; descanso un rato después de cocinar y salgo a recorrer; hay semanas que salgo todos los días; necesito dinero como todas las personas, la situación siempre es complicada».

«Tengo el trabajo, las actividades de la Iglesia, organizar las cosas de la casa, estar con mis hijos y nietos: cuando algunos están lejos los extraño mucho».

Diego Pachao y su mamá Claudia Véliz.

«Ya vuelvo, Má»

«Mi Diego fue asesinado por policías de Catamarca, Comisaría 7, barrio Parque América; fue golpeado reiteradamente el día 11 de marzo de 2012 y agonizó en el hospital hasta el 14; en la Comisaría se hicieron dueños de la vida de mi hijo».

«No hubo motivo para arrestar a Diego, en los libros de guardia consta que fue por averiguación de medios de vida, una frase ausente de la terminología penal».

«Mi Diego jamás había ingresado a una comisaría, nunca había tenido una causa, nunca le hizo nada a nadie; fue la única vez en mi vida que tuve un hijo arrestado; mis hijos nunca tuvieron causas con nada, gracias a Dios y a la Virgen».

«La última vez que vi consciente a mi hijo fue el sábado 10 a la medianoche; me dijo: ya vuelvo, Má; esas fueron las últimas palabras que recibí de mi hijo, se iba a la casa de su amigo Leonel González, que queda a la vuelta».

«Mi Diego fue detenido a las 9 o 10 de la mañana del domingo 11 por los policías Ricardo Darío Barrera y Gustavo Eduardo Bulacio; con ellos había un tercer agente, el chofer del patrullero».

«Los policías estaban pateando a su amigo Leonel González, que estaba en el piso cerca de una bomba para extraer agua, en las inmediaciones del Circuito de la Vida, sobre Avenida los Legisladores, a una cuadra y media de mi casa».

«Los policías hicieron tiros al aire; Diego con las manitos en alto les dijo que no le pegaran a su amigo porque iba a avisar a la familia; cuando mi Diego era subido a la camioneta fue golpeado en la nuca; nos lo comentó una vecina».

«Tortura seguida de muerte»

«Cuando lo ingresaron a la comisaría, los otros detenidos escucharon gritos muy espeluznantes; siempre los entran a una celda oscura, los golpean ahí, entonces no pueden precisar quien fue; de ahí pasan a la celda común».

«A la siesta, aproximadamente, Diego pidió ayuda; los policías hicieron caso omiso, dijeron que estaba borracho, que se hacía el artista; los demás arrestados también pidieron ayuda, que lo atendieran porque se sentía mal».

«Los policías lo agarraron de los pelos, después a patadas; lo dijeron su amigo Leonel y los otros arrestados; Leonel lo vio desde otro lugar; estaban en celdas diferentes, pero podía ver; lo golpearon como quisieron, se llama tortura eso».

«En la autopsia de Diego figuran dos hematomas cerebrales, uno en la parte subdural del hemisferio izquierdo y otro en el tronco encefálico, este de tipo traumático; el segundo hematoma fue letal, ese tronco es lo que oxigena todo el cerebro».

«Los policías solo están acusados de vejaciones e incumplimiento de los deberes de funcionario público; pedimos desde el primer momento que sean señalados por tortura seguida de muerte, que es el crimen que en realidad cometieron».

Lucía Corpacci, gobernadora, promete ayuda a Claudia Véliz en el hospital mientras Diego agoniza, 2012.

«Así será, señora»

«Esta es la lista de los policías responsables de la muerte de mi Diego, de los cuales la mayoría goza de sobreseimiento».

«Rafael Dionisio Méndez, jefe de la Comisaría 7; Ramón Ariel Quevedo, subcomisario; Gustavo Eduardo Bulacio, suboficial; y varios agentes: Pedro Hilario Moya, Ricardo Darío Barrera, María del Carmen Guadalupe Acevedo, Jorge Duilio Montivero, Jose Daniel Sotomayor, Claudio Yani Nieva».

«Se suma Duilio Gallo Canciani, médico de la Policía; otros dos efectivos, Fabián Vizcarra y Nelson Bayón, nunca fueron imputados, aunque para nosotros, la familia de la víctima, también participaron».

«Lucía Corpacci, con todo lo que nos hizo pasar, no merece respeto; fue a verme al hospital mientras mi Diego agonizaba, incluso revisó a mi hijo en ese momento; ese mismo día asumía como gobernadora y justo es médica traumatóloga».

«Se sentó conmigo a conversar; me tomó las manos; me dijo que había visto la noticia de lo que había pasado, que lo sentía mucho, que quería saber la verdad por mi boca».

«Le dije que mi hijo había estado en la comisaría, que lo habían golpeado y había ido a parar al hospital; le expliqué detalladamente; me dijo: quédese tranquila; yo obviamente estaba reahogada».

«Le dije: lo único que le pido es que los policías que hicieron lo que le hicieron a mi hijo paguen con el resto de la vida tras las rejas; me dijo: quédese tranquila porque así será, señora».

«Algo provocado»

«Alejandro apareció muerto con la cabeza rota a las 2.40 del 8 de octubre de 2017 en la intersección de las avenidas Italia y Alem, sobre la costanera del arroyo Fariñango, cerca de los talleres de la Casa del Freno y el Embrague».

«El cuerpo fue encontrado por dos policías que dijeron haber visto al papá de Diego chocar un árbol mientras circulaba en moto y morir instantáneamente; ambos agentes, según testigos, iban en otra moto persiguiéndolo».

«La muerte del papá de mi hijo seguramente fue algo provocado; era perseguido constantemente, les molestaba que Alejandro investigara, que dijera la verdad de cómo sucedieron las cosas y lo mal que actúan los tres poderes del Estado».

«Lucía Corpacci en una oportunidad se cruzó a la plaza en una fiesta de la Virgen para burlarse del papá de mi hijo, le dijo: qué hace usted aquí, qué pretende, adónde quiere llegar; yo fui un poco más tarde, le dije que se tranquilizara, estaba angustiado».

«El fiscal Miguel Mauvecín dijo que el papa de mi hijo lo tenía cansado, que lo hostigaba constantemente; decir la verdad era un hostigamiento para el».

Claudia Véliz reclama justicia con Alejando Pachao, papá de Diego (muerto de forma misteriosa en 2017), y otra hija.

«Se la jugó»

«La Fiscalía nos presionaba al papá de Diego y a mí para que lleváramos más pruebas; el fue muy perseguido por la Policía, le armaron una causa penal; lo presionaron constantemente, buscaban golpearlo de una u otra forma».

«Alejandro se la jugó realmente, era quien llevaba la lucha; al principio se puso al hombro la investigación junto con algunas de mis hijas, especialmente Silvana, Alejandra y Hebe; el se rebuscó de una u otra forma para preguntar, sacar fotos, filmar».

«En las manifestaciones decía abiertamente todo lo que hacían los policías y el Estado en general, los fiscales; tenía una voz potente; se instalaba en la plaza con un libro para juntar firmas, con banderas y un megáfono; elegía fechas especiales, como fiestas religiosas, por la concurrencia de gente».

«La muerte de Alejandro fue un golpe terrible para toda la familia; primero perdimos a un hijo y ahora al papá».

«Cuando logré recuperarme fui a ver al fiscal Luis Alberto Baracat; me tuvo a las vueltas; que no encontraba el expediente, que esto, que lo otro; le pedí que identificara a los dos policías involucrados y nunca lo hizo; su sucesor en el cargo, Hugo Costilla, tampoco».

«A pesar de que lo perseguían esos dos policías, lo dejaron como un accidente dudoso: dijeron que por causas que se ignoran, el papá de mi hijo perdió el control de la moto, chocó y murió».

«Nadie sabe»

«Leonel González apareció ahorcado el 14 de abril de 2019 en El Jumeal, un dique de la ciudad de Catamarca; según las noticias, estaba colgado de un árbol y sumergido en el agua en el margen del dique».

«La muerte de Leonel es dudosa, nadie sabe realmente que pasó; quedó la incertidumbre, el misterio».

«Ese domingo estábamos en casa y me dijo una de mis hijas que estaba mirando Facebook: no lo puedo creer, Má; me contó; yo tampoco lo podía creer, nunca más saqué el tema».

«Solo sé lo que me contaron mis hijos; los periodistas me querían hacer preguntas, saben que Leonel era un testigo clave; les dije que no iba a hablar porque me parecía contraproducente».

«Lo primero que pensé fue: alguien le hizo algo; un suicidio no me pareció algo natural, no creí que hubiera sido por voluntad propia; justo el testigo más importante de la muerte de mi Diego muerto de forma tan extraña».

«El propio Leonel decía que la Policía lo tenía harto; encima tenía causas penales desde antes del crimen de mi Diego; su muerte me dolió como madre, rezo por el».

Los nueve hijos de Claudia Véliz. Diego ríe abrazado a dos hermanas.

«Son perejiles»

«Darío y Lucas Leiva están imputados por homicidio preterintencional, para la causa los asesinos son ellos; cuando en realidad son perejiles».

«Horas antes de que detuvieran a mi Diego y su amigo, y en otro lugar, Leonel protagonizó una breve pelea callejera con los Leiva y mi Diego habría intervenido para separarlos; está claro que ahí mi hijo no recibió ningún golpe».

«Con Darío y Lucas Leiva quise hablar, pero no los encontré; el papá de mi hijo sí conversó, les pidió que declararan la verdad».

«A los cuatro vientos»

«Hay que seguir visibilizando y acompañando a las familias de las víctimas; que todo se sepa, que nada quede en el olvido, que no quede como una historia más, porque el dolor sigue».

«Si sucede que el caso de mi hijo nunca se resuelve, nunca se sabe la verdad, voy a seguir escrachando, difundiendo lo que pasó, porque quedarse callado no es la solución».

«Si Dios me sigue dando fuerza, voy a seguir gritando a los cuatro vientos lo que realmente hicieron con mi Diego, no me voy a callar, termine como termine la causa».

«Quiero hacer un documental cinematográfico; si esto queda en la nada permitirá que se vea la realidad en base a todas las pruebas que tengo; lo pienso desde cuando estaba el papá de mi hijo».

«La idea es hacer un documental con todo lo que sabemos, para que se visibilice, que la gente lo vea, que no quede en el olvido; mucha gente ignora que el proceso judicial sigue, que los policías están libres y trabajando para el Estado».

Claudia Véliz reclamando justicia con Alejandro Pachao, papá de Diego (muerto de forma misteriosa en 2017), otra hija y algunas nietas.

«Me tocó a mí»

«Siento temor por la persecución policial o estatal; pedir justicia genera represalias, muertes y desapariciones; se cubren entre ellos y se ponen en el rol de víctima; invierten los papeles, el malo es el que reclama».

«Mi malestar es constante; me pongo mal en cualquier lado; en mi casa, en la calle, yendo o viniendo; me acuerdo de mi Diego por una canción o música que escucho, un nene que veo, un joven, una sonrisa; lo relaciono con el y me vengo abajo, me paro a llorar donde sea, porque es muy difícil seguir».

«A veces me sensibilizo cuando escucho una palabra o cuando llegan el día y la hora en que lo arrestaron; muchas veces me decaigo y me dan ganas de tirar todo por la borda; después reacciono de nuevo, vuelvo a tomar las riendas».

«Tras el crimen de Diego, al principio yo sinceramente no quería seguir viviendo, lo único que quería era partir; no querés seguir, querés irte con quien se fue».

«Luego de la partida del papá, mis hijos también sufrieron depresión, todavía la padecen; se vinieron muy abajo; habían perdido un hermano y ahora el papá, de un día para otro y en circunstancias muy oscuras; aun caída, esta vez me tocó a mí levantarlos a ellos».

«Encubrimiento descarado»

«El dolor por la muerte de un ser querido se intensifica con la injusticia; después de nueve años, el de Diego es un expediente grandísimo, de más de cinco mil fojas, muy manoseado».

«Los implicados continúan trabajando para la Policía, jamás pasaron a disponibilidad, constituyen un riesgo para la sociedad y reciben un sueldo que no merecen».

«Los asesinos son los policías, pero hay complicidad del hospital y de las personas que estuvieron en contacto con mi hijo; hay un encubrimiento descarado de los médicos».

«Está todo enredado; cuando un organismo estatal es responsable de un crimen, procuran taparlo de todas las maneras posibles; son delincuentes y encubridores de delincuentes; encima tienen el privilegio de ir ascendiendo».

«Los medios de comunicación callan y mienten para resguardar el Estado; obviamente, ellos dependen de un sistema corrupto».

«Con Ada Morales»

«Antes de lo de mi Diego veía las noticias, pero nunca me involucré; me dolía lo que pasaba; me dolían las muertes, los asesinatos, las represalias de la Policía y demás, pero nunca me involucré a acompañar a familias, la verdad que no».

«Sinceramente, es tal cual dicen: mientras no te pasa, no sabés cómo es; y bueno, nos tocó, me tocó; y bueno, supe lo que realmente se siente».

«Dialogué con Ada Morales por 2015 en la Alameda, una plaza de Catamarca; me presenté, le expliqué el caso de mi Diego y la invité a las marchas».

«Me dijo: estoy muy enferma, no la puedo acompañar en las manifestaciones, sí puedo ir a las misas que usted haga por su hijo; del caso María Soledad me dijo que está desconforme, porque soltaron a los dos condenados, hubo justicia parcial».

«La hermana Martha Pelloni es una gran referente, una gran luchadora, una grande, fue una persona que acompañó mucho a Ada y a la familia».

Claudia Véliz con sus nueve hijos. Diego está en el centro.

«Algo maravilloso»

«Cuando termine el proceso judicial de lo mi Diego, de acuerdo con cómo me encuentre de salud, quiero ayudar a chicos con adicciones; ojalá pueda, esos chicos necesitan, los padres quedan saturados con este problema; claro que para eso me tengo que fortalecer».

«Se necesitan personas que amen a los niños, igual que a los jóvenes y los ancianos; hay que tener el corazón dispuesto para esa entrega».

«Cuando se hace por interés se nota, las cosas no salen bien; con el corazón se pueden hacer muchas cosas, la entrega del corazón es algo maravilloso, eso es lo que hace falta; se vive mal cuando se pierde el amor, amor a la vida».

«Entre todos»

«Muchos me dicen que soy un referente, pero no lo creo tan así; a veces me siento incómoda en las manifestaciones, me dicen vaya usted adelante».

«No siento que mi presencia sea más importante que otras; cada persona es importante, tiene un valor; soy una persona más, como todos, obviamente con las diferencias de cada uno».

«Lo que tenemos que hacer es acompañarnos, estar; quisiera que fuéramos todos, que nos acompañáramos entre todos; porque en Catamarca, como en tantos lados, no se llevaron solamente a un Diego, se llevan a muchos; están los desaparecidos y cuántas situaciones más».

«Tendríamos que participar todos o por lo menos el grupo de familiares, padres, madres, hermanos; es muy pobre la concurrencia, eso duele».

«No tengo las condiciones económicas ni el conocimiento para enfrentar sola un proceso legal, hay que saber de trámites judiciales; pero como voy preguntando y leyendo, de a poquito aprendo; obviamente, no soy una profesional; trato de recordar lo que me dicen, estudiarlo, analizarlo».

«A veces me despierto y me doy cuenta de que mi ángel no está; creo que todo este tiempo se fue de viaje y que va a volver, y me doy cuenta de que es un engaño mío o una ilusión mía».

«Nadie nos compró»

«Los que andamos averiguando, acompañando y ayudando a otros somos los malos; no les gusta que alguien cuestione a quienes los benefician; nos ganamos muchos enemigos; me di cuenta andando en la calle».

«En algunas manifestaciones nos dicen: quédense callados, déjennos en paz; en la Fiesta del Poncho, un festival de Catamarca que se hace en julio, los mismos catamarqueños nos gritaban: qué quieren ganar con esto, qué pretenden».

«Intentaron comprarnos con dinero para silenciarnos y no pudieron; mi Diego no es valor dinero, es valor sentimiento».

«Lucía Corpacci mandó una vez a Ernesto Castrello, el director de Derechos Humanos, que se acercó a hablar conmigo; también envió a Patricio Casasnova, el abogado, un perverso; les dio algo a mis hijas sin saberlo yo; me enteré después».

«Me siento contenta con mi familia, a pesar de todas nuestras falencias y equivocaciones; nadie nos compró, nadie puede pagar la vida de mi hijo; no lo pudieron hacer mientras vivió al papá, no lo van a hacer mientras yo viva; una vida no se compra ni se vende».

«Los policías implicados nunca dejaron de trabajar para la institución, siguen libres y disfrutando de la vida; disfrutar es una manera de decir, porque en algún momento tendrán que enfrentar a un Juez más justo que nadie; mi creencia es esa».

«Dios te pide perdonar, pero hay cosas que no puedo perdonar; el dolor que yo llevo, el dolor de haber visto a mi ángel así, en ese estado, cuando tenía toda la vida por delante».

«Estoy entre el sentimiento de bronca, que me impide perdonar, y lo que nos pide Dios, que es perdonar siempre; es una mezcla de sentimientos que producen mucho daño y quitan la paz; por eso le pido a Dios que esto termine pronto».

«El día más feliz»

«Participo en la renovación carismática católica y en un grupo de oración; nos encontramos a rezar por todos los hermanos, porque todos necesitamos a Dios».

«A los que son creyentes, seguidores de la Palabra, siempre les pido que recen por mí, el alma de mi hijo, mi familia y que esto pronto tenga un fin; en los peores momentos me abrazo fuertemente con Dios, que es lo más grande que hay».

«Me imagino a mi Diego desde las alturas, con su sonrisita y poniéndole ganas, poniéndole fuerza y dándome fuerzas».

«Muchas veces digo que más allá de Dios y la Virgencita, mi ángel Diego es un tesorito que sin duda sabe lo que yo sufro; siento que me manda fuerza desde arriba, siento que me da fuerzas, siento que me ama, como lo amo yo a él».

«Mi único consuelo es que Dios me dé la fuerza para seguir y que algún día me voy a encontrar con mi ángel; por eso hago lo mejor que puedo».

«Dios me va a permitir que me reencuentre con el cuando El decida; no soy yo quien decide; ese va a ser el día más feliz para mí, el encuentro más hermoso que voy a tener».

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