Dos universidades de los Estados Unidos lograron que personas saludables accedan a ser «contagiadas» con el virus para lograr una vacuna que lo prevenga.
Varios voluntarios dejaron que científicos les inyectaran con el virus del dengue para probar la eficacia de una vacuna, que los inoculó exitosamente. Ahora, los médicos quieren usar la misma estrategia con otro virus preocupante: el del zika.
La nueva técnica es poco conocida pero su práctica está en aumento. Gente saludable accede a ser infectada intencionalmente a fin de ayudar en la búsqueda de curas o vacunas contra una amplia gama de padecimientos, desde el influenza hasta la malaria.
El estudio difundido demostró que algo que suena peligroso no sólo puede realizarse sin problemas, sino que además puede dar pistas sobre la eficacia de un tratamiento.
«Lo que estamos tratando de hacer es acelerar la investigación de vacunas», sostuvo la autora principal del estudio, la doctora Anna Durbin de la escuela de salud pública de la Universidad Johns Hopkins. De esa manera, «podemos descubrir si se trata de un tratamiento ineficaz, antes de dárselo a miles o decenas de miles de personas».
La posible vacuna contra el dengue parece promisoria, dijeron los expertos en la publicación Science Translational Medicine.
Puede ser que el dengue haya desaparecido de los titulares a medida que el virus del zika se propaga por Latinoamérica, pero cada año el dengue causa brotes devastadores en zonas tropicales y subtropicales. Aunque la mayoría de la gente sobrevive al dengue con pocos o ningún síntoma, más de 2 millones de personas al año sufren el padecimiento agudamente y unas 25.000 mueren.
Hasta ahora fue difícil hallar una vacuna, debido, entre otros motivos, a que ser eficaz contra cuatro cepas distintas de dengue, y una vacuna que sea sólo parcialmente eficaz podría resultar perjudicial. Ello es porque quienes sobreviven a un tipo de dengue pueden sufrir síntomas peores si se enferman con un tipo distinto.
Allí es donde los médicos aplican la vacuna experimental creada en los Institutos Nacionales de Salud (el organismo oficial que concentra la actividad médica de los centros de salud pública de los Estados Unidos) a base de cuatro tipos de dengue, activos pero débiles. Los resultados iniciales apuntaban a que la vacuna era segura y promisoria. Pero «queríamos realmente tener una prueba temprana de que iba a funcionar» especialmente contra el dengue tipo dos, que es difícil de prevenir, dijo el doctor Stephen Whitehead del departamento de alergias y enfermedades infecciosas de los Institutos Nacionales de Salud, que encabezó el desarrollo de esas vacunas.
Los investigadores en Hopkins y en la Universidad de Vermont dieron a 41 personas saludables, que nunca habían estado expuestas al dengue, una dosis de la vacuna, o de una inyección estéril. Seis meses después, los voluntarios fueron inyectados con el dengue tipo dos.
Los resultados fueron impresionantes: Las 21 personas que recibieron la vacuna quedaron totalmente protegidos, mientras los que recibieron el placebo tenían el virus en la sangre o sufrían de una leve irritación o de una baja de sus glóbulos blancos, según el estudio.
El estudio difundido demostró que algo que suena peligroso no sólo puede realizarse sin problemas, sino que además puede dar pistas sobre la eficacia de un tratamiento.
«Lo que estamos tratando de hacer es acelerar la investigación de vacunas», sostuvo la autora principal del estudio, la doctora Anna Durbin de la escuela de salud pública de la Universidad Johns Hopkins. De esa manera, «podemos descubrir si se trata de un tratamiento ineficaz, antes de dárselo a miles o decenas de miles de personas».
La posible vacuna contra el dengue parece promisoria, dijeron los expertos en la publicación Science Translational Medicine.
Puede ser que el dengue haya desaparecido de los titulares a medida que el virus del zika se propaga por Latinoamérica, pero cada año el dengue causa brotes devastadores en zonas tropicales y subtropicales. Aunque la mayoría de la gente sobrevive al dengue con pocos o ningún síntoma, más de 2 millones de personas al año sufren el padecimiento agudamente y unas 25.000 mueren.
Hasta ahora fue difícil hallar una vacuna, debido, entre otros motivos, a que ser eficaz contra cuatro cepas distintas de dengue, y una vacuna que sea sólo parcialmente eficaz podría resultar perjudicial. Ello es porque quienes sobreviven a un tipo de dengue pueden sufrir síntomas peores si se enferman con un tipo distinto.
Allí es donde los médicos aplican la vacuna experimental creada en los Institutos Nacionales de Salud (el organismo oficial que concentra la actividad médica de los centros de salud pública de los Estados Unidos) a base de cuatro tipos de dengue, activos pero débiles. Los resultados iniciales apuntaban a que la vacuna era segura y promisoria. Pero «queríamos realmente tener una prueba temprana de que iba a funcionar» especialmente contra el dengue tipo dos, que es difícil de prevenir, dijo el doctor Stephen Whitehead del departamento de alergias y enfermedades infecciosas de los Institutos Nacionales de Salud, que encabezó el desarrollo de esas vacunas.
Los investigadores en Hopkins y en la Universidad de Vermont dieron a 41 personas saludables, que nunca habían estado expuestas al dengue, una dosis de la vacuna, o de una inyección estéril. Seis meses después, los voluntarios fueron inyectados con el dengue tipo dos.
Los resultados fueron impresionantes: Las 21 personas que recibieron la vacuna quedaron totalmente protegidos, mientras los que recibieron el placebo tenían el virus en la sangre o sufrían de una leve irritación o de una baja de sus glóbulos blancos, según el estudio.
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