La llegada masiva de isleños a territorio estadounidense es parte de las consecuencias indirecta del «deshielo» en las relaciones entre Cuba y los Estados Unidos.
La información de las últimas horas indica que la Diócesis Católica y los responsables de los refugios de la ciudad texana de El Paso, en los Estados Unidos, lanzaron un llamamiento a la comunidad para responder a las necesidades de los cientos de cubanos que entran cada semana a territorio estadounidense por esta región fronteriza.
Desde la Argentina suena llamativo que estos cubanos emprendan un largo camino para llegar a suelo norteamericano, no por agua, en las tristes y conocidas balsas, sino por tierra y por aire.
El largo recorrido que mucho emprenden desde Cuba empieza con un traslado hasta el continente para llegar a alguno de los países centroamericanos como Panamá, Costa Rica, Nicaragua, Honduras y Guatemala y, desde allí, alcanzar territorio mexicano.
Ya en la jurisdicción azteca, el sueño empieza cumplirse (al menos a medias) por ser México país fronterizo de Estados Unidos, la «tierra prometida».
Temores para migrar
La gran afluencia de los cubanos que llegan a territorio norteamericano se funda en un temor generalizado entre quienes tienen alguna expectativa de ingresar en los Estados Unidos: perder el trato migratorio especial del que gozaron hasta ahora, que les confiere la Ley de Ajuste Cubano. La normativa les permite conseguir la residencia permanente en un año. En caso de que el proceso de «deshielo» de las relaciones entre Cuba y Washington avance hacia nuevos acuerdos en materia migratoria, el temor es que dicho privilegio quede en la nada. En tanto persiste el temor, continúa el oleaje migratorio hacia tierras estadounidenses.
Una de las noticias de mayor impacto en las últimas semanas es la relacionada al derrotero de cientos de cubanos que llegaron desde la isla a Panamá y quedaron varados allí durante varias semanas. Finalmente, un total de 238 cubanos que partieron desde ese país con destino a Ciudad Juárez , en México, para alcanzar finalmente la ciudad texana de El Paso. Ellos son parte de los 3.995 de isleños varados en la frontera de Panamá con Costa Rica que pretendían llegar a Estados Unidos.
La concreción de su viaje es el segundo acuerdo de ese tipo, similar al de principios de 2016, cuando otros 1.800 cubanos que no podían avanzar por tierra ante el cierre de fronteras por parte de Costa Rica, también habían quedado varados en Panamá.
Los refugiados cubanos, hoy
Mientras tanto, la situación humanitaria en la ciudad texana de El Paso puede convertirse en un dolor de cabeza para las autoridades estadounidenses, aunque de momento es poca la ayuda que reciben los cubanos que llegan en busca del beneficio de la ciudadanía norteamericana.
Ante esta situación, las organizaciones caritativas están pidiendo ayuda a la población texana para proporcionar a los inmigrantes cubanos alimentos y artículos de higiene personal, e impulsan una campaña de recaudación de donaciones. La Diócesis de El Paso aseguró que está ayudando a unos 4.000 refugiados cubanos y calcula que la situación se mantendrá así en las próximas semanas.
El trabajo de ayudar a los refugiados cubanos se convirtió en una misión cooperativa, en la que los vecinos del sector donde se ubica el refugio, en el Centro de la ciudad, se encargan, por ejemplo, de lavar las centenares de sábanas que estos usan.
El Centro Comunitario Houchen, que cuenta con 175 camas, recibió en las últimas semanas a entre 250 y 300 cubanos al mismo tiempo, debido al incremento de personas que llegaron desde la frontera.
No son refugiados durmiendo en carpas ni en improvisadas viviendas, aunque los cubanos que llegan a los Estados Unidos constituyen un fenómeno social hasta ahora poco visto en la frontera entre la «América rica» y la «América pobre».