Natalia y Carolina forjaron una inesperada relación de amigas, a partir de la donación de médula ósea que una entregó sin conocer a la otra. Una historia protagonizada por dos mujeres comunes que se transformaron en muy especiales.
Natalia Squarzon y Carolina Lafuente no se conocían. Ambas viven lejos una de otra. Sus ganas de ayudar y sus necesidades de salud las unieron.
Al principio fue un vínculo anónimo, frío, estrictamente clínico como el que brinda el sistema de salud argentino a través del Banco Nacional de Voluntarios que lleva adelante el INCUCAI.
A Natalia, una joven de La Plata, ya le habían comentado sobre la posibilidad de ser donante de médula ósea. Hasta que se animó.
En paralelo, a Carolina Lafuente le diagnosticaban leucemia. La vida se le vino encima. Todo lo que había hecho hasta sus 23 años se le pasó por delante como una película en alta velocidad. También se le cruzó por la cabeza todo lo que no iba a poder hacer. Empezaba a pensar que la vida llegaba hasta allí. Carolina entró en una nueva dimensión de su vida.
Luego del estupor pasó la incertidumbre. Comenzó a conocer a otras personas que pasaron la misma situación que ella. Tomó conocimiento de distintos tratamientos.
Las historias de ambas jóvenes confluyeron en 2014; los especialistas le contaron a Carolina que había un donante compatible de médula. Había donante y había esperanza, como ella lo deseaba. Después vendrían los procedimientos de rutina en ambas, donante y receptora. Lejos de terminar esta historia en ese momento, se habría una nueva etapa.
En una emotiva charla que compartimos con Mario Massaccesi junto a Carolina y Natalia, ellas confesaron que la curiosidad las carcomía por dentro. Ambas querían conocerse. Sin embargo, las leyes argentinas prohíben que donantes y receptores se conozcan antes del año de haberse realizado la donación. Los meses pasaron entre ansiedad y curiosidad hasta que lograron encontrarse. Ahí nació una amistad que hoy se forja día a día.
Como describe Natalia, cuando se encontraron en su casa, el día que Carolina llegó a La Plata para conocerse, «fueron sólo besos y abrazos».
«Fue una lección muy fuerte. Una cosa es decir lo que es la solidaridad y otra es hacerlo. No hay que hacer grandes gestos heroicos para ayudar», reflexiona Natalia como donante de médula en que se convirtió mediante un procedimiento simple que implica una muestra de sangre inicial que queda incorporada al Registro Nacional de Donantes, a la espera de un receptor compatible.
«Tenemos una conexión sanguínea y sentimental», afirma Natalia. Es una unión de hermandad y amistad, o al revés, o a la vez.
Los pasos para la donación
Según el INCUCAI, «cada año a cientos de personas se les diagnostican enfermedades hematológicas como leucemia, anemia aplástica, linfoma, mieloma, errores metabólicos o déficit inmunológicos. Estas enfermedades pueden ser tratadas con un trasplante de CPH, conocido popularmente como trasplante de médula ósea. Para efectuar el trasplante de CPH, en una primera etapa, al paciente se le destruyen las células enfermas mediante tratamientos que combinan quimioterapia y/o radioterapia. A continuación, se infunden al paciente las células extraídas del donante. Finalmente, éstas reemplazarán a las células madres enfermas y comenzarán a producir células sanguíneas propias en un plazo relativamente corto».
Para más información sobre la donación de médula ósea, se puede obtener en el propio INCUCAI (click acá para ir al sitio).
Esta nota en Voz por Vos tiene muchos fines, pero hay uno que es el más importante: si nunca pensaste en ser donante, pensalo. Y si estabas decidido a serlo, anotate.