La participación histórica de un equipo de refugiados, la inclusión de personas trans y hasta la incorporación de personas con discapacidades distintas en competencias regulares configuran una apuesta por la igualdad y la tolerancia que sólo estos eventos permiten realizar.
Varias decisiones tomadas por el Comité Olímpico Internacional (COI) para estos Juegos Olímpicos (JJOO) Río 2016 nos muestran cómo es posible aprovechar acontecimientos globales de estas características para transmitir valores humanos con alcance planetario, a modo de pequeñas batallas aisladas por la igualdad, la inclusión y la tolerancia entre miles de millones de distintos orígenes y variados presentes.
Cuando el mundo sigue sin querer ver el auténtico drama que millones de personas atraviesan por su condición de migrantes, escapando de horrores de hambre, exclusión y guerra, diez jóvenes deportistas fueron integrados en el primer Equipo Olímpico de Atletas Refugiados.
En la ceremonia inaugural del los juegos se los pudo ver desfilar con especial entusiasmo. No es para menos: por distintas razones sus países fueron excluidos de estos JJOO pero un amplio trabajo de selección del COI junto a la agencia para los refugiados de Naciones Unidas (ONU), ACNUR, permitió darle vida a este verdadero equipo bajo la bandera olímpica y hermanados en un mismo espíritu deportivos, pese a sus distintas nacionalidades.
Juegos «trans»
Otra decisión de impacto del Comité Olímpico Internacional fue quitar de su reglamento la obligatoriedad de que personas transexuales puedan participar de las competencias sólo si fueron sometidas a una cirugía de cambio de sexo, pese a que se seguirán practicando en los atletas controles sobre los niveles de testosterona (especialmente en competencias femeninas para evitar que participen hombres que puedan sacar ventajas extradeportivas).
Como refuerzo de este camino, en la ceremonia inaugural se pudo ver a Lea T, una modelo trans muy famosa en Brasil, hija del reconocido ex futbolista de ese país Toninho Cerezo. Leandra Medeiros Cerezo, de 35 años, encabezó la delegación brasileña y acaparó la atención de todo el mundo. Lea T se transformó en un icono de la belleza de la mano de Riccardo Tisci, director creativo de la firma Givenchy. Leandra desfiló como representante de la comunidad transgénero y como una auténtica abanderada de la igualdad.
Una olímpica «paralímpica»
Otro caso digno de mención y de ejemplo de superación es el de la iraní Zahra Nemati. Ella fue abanderada de la delegación de su país en la ceremonia de inauguración de los JJOO. Pese a su discapacidad física y al hecho de usar una silla de ruedas, su país la inscribió para participar en la competencia de tiro con arco.
En 2012, Zahra, de 31 años, ganó la medalla de oro en Londres como atleta paralímpica. En esta ocasión su intervención será en los juegos tradicionales. Para lograrlo tuvo que alcanzar la clasificación en competencia de igual a igual con otras deportistas que sí pueden pararse sobre sus piernas.
La historia de Zahra Nemati es digna de ser contada con detalle. Hasta 2003 fue una destacada una taekwondista iraní. Pero un accidente automovilístico le provocó serias lesiones en la médula espinal. Su futuro sería en silla de ruedas. Sin embargo, su nuevo realidad estuvo lejos de apagar su pasión atlética.
Esta atleta iraní es la decimotercera en la historia en combinar Juegos Olímpicos y Paralímpicos pero ya es la más importante por ser además abanderada de su país.
Estos Juegos Olímpicos de Río no son cualquiera. Se disputan en un país convulsionado políticamente y sus imágenes se ven en gran parte de los rincones de un mundo sacudido recurrentemente por el terrorismo fundamentalista.
Que el Comité Olímpico haya decidido redoblar su apuesta por el amalgamamiento cultural que se da en esta convocatoria deportiva cada cuatro años, con un especial endurecimiento contra el dopaje (con especial impacto por las sanciones a Rusia) y con su vocación de integración entre personas con distintas capacidades y condiciones de género constituye un bálsamo en medio de un mundo de constante diferenciación y estigmatización cruzada.
La lucha por la fraternidad universal no se ganó, pero varias batallas libradas como esta ya lograron victorias que marcan un camino prometedor. No se trata de tener un mundo de «todos iguales»: lejos estamos y utópico sería pretenderlo. Necesitamos un mundo de muchas diferencias y de todavía mayores tolerancias. Los Juegos Olímpicos siempre son una ocasión para intentarlo.