La movilización de las mujeres en Buenos Aires y en otras tantas ciudades del mundo vuelve a hacer público los dramas privados que sufren millones de ellas. Los reclamos de igualdad de derechos y el repudio contra, por ejemplo, explotación laboral y la violencia de género, son expresiones de un pedido colectivo por padecimientos personales. Esto pone de manifiesto que la pura esfera privada cada vez adquiere más trascendencia al conjunto de la ciudadanía.
Aunque esto sorprenda a los entendidos en cuestiones de derecho, hasta no hace tantos años (más bien pocos) las cuestiones vinculadas a la relación entre hombres y mujeres parecían reducidas a problemas entre ambos, sin que la ley debiera alcanzar y mediar en ese vinculo.
Hoy las mujeres en la calle lo dicen con elocuencia: una de ellas atacada en privado es una golpiza a todas las demás.
Lo interesante de esta relación entre lo público y lo privado, y viceversa, nos lleva a pensar que nuestra individualidad, en un mundo cada vez más egoísta, después de todo y paradójicamente, tiene cada vez más trascendencia al conjunto de la sociedad que nos rodea.
———- 0 ———-
Al ir y venir entre lo personal y lo colectivo podemos ir hurgando en distintos aspectos de nuestra sociedad que dan cuenta de esta frontera difusa, más allá de la cuestión de género de las mujeres. Así, cuando hablamos de la tan remanida inseguridad también se advierte una difusa frontera entre lo que protagoniza una sociedad y lo que acontece en la vida privada.
En ese sentido, las estadísticas nos muestran un cuadro de situación que coliciona con esa siempre particular «opinión pública» que se construye entre las consideraciones del gran público y los medios de comunicación. Los números oficiales señalan que los asesinatos corresponden mayoritariamente a episodios denominados interpersonales. Son crímenes que suceden en la conflictiva relación que las personas tienen entre sí. Las muertes por intervención de terceros, como son los delincuentes, constituyen un problema, pero no son la centralidad del asunto.
Otra vez, lo privado ocupa el espacio de lo público.
Es que una muerte no es sólo la pérdida de una vida y ya. Ese episodio se explica por un conjunto de acciones privadas de ciudadanos que socialmente toman para sí actitudes que sociológicamente se explican como actitudes propias de una sociedad.
Para decirlo sin rodeos: mientras que creemos tomar decisiones de pura iniciativa propia, más bien adoptados actitudes que son realizada por muchas personal. La creencia de la originalidad queda relativizada por lo que muchos hacen y bastante parecido entre sí.
Después de todo, somos animales sociales, con acciones privadas incorporadas de un mundo del que somos parte, del que nos llevamos una porción y al que le aportamos una rebanada de nuestras acciones.
———- 0 ———-
Al hablar de lo público y lo privado, bien podemos sumar también los sucesivos conflictos de intereses de actuales funcionarios del gobierno nacional. Sus pasados vinculados a la actividad privada hoy colisionan con su función pública. De nuevo estamos hablando de un ir y venir entre lo que uno hace privadamente y, y en este caso, las responsabilidades públicas.
¿Puede un simple compromiso verbal terminar con esta discusión? El sólo hecho de prometer portarse bien, por usar un modismo cotidiano, ¿termina cerrando la discusión sobre dicho conflicto de intereses?
Como parte de una preocupación (¿genuina?) para saldar la cuestión, en 1999, el Congreso argentino sancionó la Ley de Ética Pública. Paradójicamente, recién en el final del cuestionado y denunciado menemismo, la política asumía la deuda de tener una normativa que castigue la corrupción en la función pública.
En su artículo 2, inciso f, esta ley es muy clara y obliga a los funcionario a…
Abstenerse de utilizar información adquirida en el cumplimiento de sus funciones para realizar actividades no relacionadas con sus tareas oficiales o de permitir su uso en beneficio de intereses privados.
Y en el artículo 5, inciso U, la Ley de Ética Pública establece la obligación de que muestren su patrimonio a…
(…) todo aquel funcionario que tenga por función administrar un patrimonio público o privado, o controlar o fiscalizar los ingresos públicos cualquiera fuera su naturaleza;
Más allá de los artículos citados de la Ley de Ética Pública, los más sustanciosos son los que van del 13 al 17.
El artículo 13 señala que es incompatible con el ejercicio de la función pública tener relación con un concesionario de un servicio público. O bien ser proveedor del Estado, directo o por medio de terceros.
El artículo 15 es claro al ordenar que, en el caso de que al momento de su designación el funcionario se encuentre alcanzado por alguna de las incompatibilidades que mencionábamos, tendrá sólo dos caminos.
- O bien renuncia a las actividades como condición previa para asumir el cargo.
- O abstenerse de tomar intervención, durante su gestión, en cuestiones particularmente relacionadas con las personas o asuntos a los cuales estuvo vinculado en los últimos TRES ( 3 ) años o tenga participación societaria.
Dejando a la ley tranquila por un instante, reflexionemos políticamente sobre el carácter público y privado de los funcionarios públicos en actividad.
Es claro que el gobierno de Cambiemos inaugura una nueva etapa entre ambas esferas. Los antecedentes privados de parte de los funcionarios actuales ponen contra las cuerdas a la propia ley. Es que sus currículum muestran lo dificultoso que es separa lo público y lo privado. Su formación en el mundo empresario condiciona su trabajo público.
En ese plano, esta fricción de ambos campos es casi inevitable y se complementa con otro conflicto de mucha más antigüedad y aún menos resuelto. Ese cortocircuito es el de funcionarios públicos que se enriquecen con su condición y hacen de esas transferencias dinerarias suculentos negocios privados. ¿A qué historia reciente les suena?
Desde mucho tiempo antes hay un vínculo controversial entre los que ingresaron a la función pública casi con una mano adelante y otra atrás y se van con ambas cargadas de dinero y buenos negocios. En cualquiera de los casos, si se viola la ley, estamos hablando de corrupción, que etimológicamente significa la alteración de un material determinado transformándolo en otro.
En filosofía política, cuando hablamos de corrupción hablamos de desnaturalizar la función pública para pasar de ser una tarea que persigue beneficios públicos a otorgarse favores personales, privados. Ese es ser el punto meridiano que equipara tanto a los que acceden al poder con monedas en los bolsillos como aquellos que acceden con posiciones sociales y económicas privilegiadas.
Pasando en limpio: Los iguala especialmente el momento en que, al hacerse funcionario, utilizan su rol para llevarse algo que no es de ellos, para ellos o para los suyos.
———- 0 ———-
Mientras nosotros seguimos debatiendo el asunto, lo publico y lo privado sigue fluyendo. La relación de una u otra esfera sigue yendo y viniendo, mientras las deudas sociales se siguen acumulando en el escritorio de la política.
El recientemente desaparecido Zygmunt Bauman se despidió de este mundo con una de sus definiciones más maravillosas sobre nuestra sociedad, sobre nosotros mismos. El sociólogo polaco advirtió que vivimos en tiempos de una sociedad confesional. Somos parte de una era en la que todo lo tenemos que publicar en alguna red social. Todo lo tenemos que contar y hacerlo saber.
Lo privado, como nunca antes en la historia de la humanidad, tiene impacto en lo público. Y culturalmente sigue desmoronando con esa medianera que debiera ser firme e irrompible entre lo que es dominio público y lo de índole privada, especialmente al momento de hacer y ejecutar política pública, desde el gobierno.
Mientras la cultura barre con la privacidad y la arrastra a la esfera pública, la política arrasa con lo público y se lo lleva literalmente a su casa.
Seguramente este fenómeno está empezando a tener consecuencias que no estamos en condiciones de dimensionar, dada nuestra limitada capacidad de análisis. Pero si de algo estamos (casi) seguros (y preocupados, también) es de que nuestros hijos y nietos mirarán con asombro la diferencia entre lo público y privado de antaño como nosotros preguntábamos por el matrimonio «para toda la vida», las relaciones homosexuales o por cómo era la vida cuando no había ni televisión ni Internet.