Andreas Hollstein, alcalde de Altena, se recupera tras ser apuñalado por un vecino contrario a la apertura. Desde 2015, la pequeña localidad recibió a 450 extranjeros, la mayoría árabes. Todo el país, a un millón y medio.
por Lucio Casarini
En el momento en que intentaron asesinarlo, Andreas Hollstein, alcalde de Altena, una pequeña localidad del oeste de Alemania, acababa de entrar a cenar a un restaurante. El episodio ocurrió el pasado 27 de noviembre. El comercio se llama City Doener, es muy popular y pertenece a inmigrantes turcos. Ofrece sándwiches de kebab —una especialidad de la cocina turca—, rebosantes de verdura y salsa picante.
Después de que Hollstein, de 54 años, hizo su pedido, un hombre se acercó y le preguntó si era el alcalde. «Sí, lo soy», respondió. «¿Por qué?». «Me dejás morir de sed, pero traés cientos de refugiados a Altena», dijo el otro, que a continuación sacó un cuchillo de carnicero de 30 centímetros de largo y lo apoyó sobre el cuello del funcionario. El dueño del restaurante, Ahmet Demir, de 27 años, saltó de detrás del mostrador para detener al atacante; Abdullah, el padre de Demir, también intervino; Hayriye, la madre, corrió a la estación de policía.
El episodio se prolongó dramáticamente porque el agresor —su nombre de pila es Werner, tiene 56 años, es alcohólico y está procesado por intento de homicidio— demoró en soltar el cuchillo mientras un policía le apuntaba con el revólver.
Esa noche, cientos de ciudadanos de Altena realizaron una marcha con velas en apoyo del alcalde. A la mañana siguiente, con su herida superficial de ocho centímetros de largo en el cuello envuelta en una venda, Hollstein retomó sus actividades sin custodia y anunció que no se dejaría intimidar.
«No puedo hacer mi trabajo con protección policial», dijo en conferencia de prensa. «En mi mente, sabía que era una situación de vida o muerte», confesó. «El odio no nos lleva a ningún lado», agregó. «Fue lo correcto», dijo sobre su política de apertura a los refugiados. «Haría lo mismo mañana», desafió. «Simplemente me sorprendió», dijo Ahmet Demir, por su parte. «Nunca ocurrió algo así en Altena; acá no hay crímenes ni violencia; es un sitio tranquilo, seguro».
«De refugiado a ciudadano», es el lema con que la localidad promueve la llegada de refugiados. Desde 2015, el paraje les dio la bienvenida a 450 extranjeros, 100 más que la cuota prevista por las autoridades nacionales. La mayoría de los inmigrantes provienen de países árabes en guerra. Como consecuencia, este año Altena recibió el Premio Nacional de Integración que otorga el gobierno federal.
Hollstein pertenece a la Unión Demócrata Cristiana, el partido de Angela Merkel, la canciller alemana, que después del atentado llamó a la víctima por teléfono. «Estoy indignada por el ataque con un cuchillo contra el alcalde Andreas Hollstein y muy aliviada de que pueda regresar con su familia. Gracias también a quienes lo ayudaron», dijo Merkel en Twitter.
Hollstein recibió miles de mensajes de respaldo de todo el mundo, incluidos los que le enviaron sus pares de Barcelona, Milán y Nueva York. También fue destinatario de un centenar de frases de otro tono, de esas que el funcionario se ha acostumbrado a escuchar y leer en los últimos años. «Lamento que este hombre no haya tenido éxito en matarte», dice una esquela; «ahora te mataremos nosotros».
Hollstein integra la larga lista de políticos alemanes agredidos en los últimos años como consecuencia del actual plan inmigratorio oficial. Markus Nierth, alcalde de Troglitz, una ciudad del este del país, renunció en 2015 después de una intimidante manifestación neonazi delante de su casa. Poco después, Henriette Reker, alcaldesa de Colonia, sobrevivió a un apuñalamiento, similar al de Hollstein, durante la campaña electoral para ocupar el cargo.
Alemania es solo una pieza del rompecabezas europeo. «¡Gran Bretaña primero!», gritó el fanático que el año pasado asesinó a balazos a Jo Cox, parlamentaria inglesa defensora de los refugiados árabes; el hombre lanzó la frase inmediatamente después de cometer el crimen.
Un millón y medio de refugiados en Alemania
Desde 2011, año en que la llamada Primavera Árabe comenzó a desestabilizar dramáticamente el frágil equilibrio político de Medio Oriente, alrededor de 1,6 millones de personas han solicitado asilo en Alemania. Para ser exactos, se realizaron 1.55 millones de trámites entre 2011 y 2016, con más de la mitad de esos pedidos en 2015 y 2016. Del total, unos 600 mil individuos obtuvieron permiso para quedarse.
Los países de origen más importantes son Irak, Siria, Afganistán, Irán (todos de Asia) y Eritrea (África), ordenados de acuerdo con la cantidad de refugiados llegados a territorio alemán.
Para comprender la política de apertura aplicada por el gobierno de Angela Merkel hay que tomar en cuenta la historia. Entre 1944 y 1947, aproximadamente 12 millones de alemanes huyeron o fueron expulsados de sus hogares como consecuencia de la derrota en la Segunda Guerra Mundial.
Sin ir más lejos, Andreas Hollstein, el alcalde apuñalado, dijo que siente un imperativo humanitario con los refugiados árabes porque, entre otros motivos, su abuela huyó a Altena de su casa en Kaliningrado, Rusia, durante el avance de las tropas soviéticas. «No podemos resolver los problemas de todos aquí en Europa», concluyó Hollstein. «Pero podemos hacer lo que podemos hacer; y estaba muy claro para mí que podíamos hacer más».
Alemania es actualmente el segundo destino más popular para los migrantes —sean o no refugiados— en todo el mundo, después de los Estados Unidos.
Según el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados unos 65,6 millones de personas se encuentran desplazadas en 2017 por la fuerza en todo el planeta debido a la persecución, el conflicto, la violencia o las violaciones de los derechos humanos. La ONU calcula que la crisis actual en este ámbito, que tiene como escenarios centrales Asia y África, es la más considerable desde la Segunda Guerra Mundial.
Crisis de refugiados es la definición que suele usarse en el nivel global. La frase puede referirse, primer lugar, a los grandes grupos de personas corridas —que pueden ser desplazados internos, refugiados u otros migrantes—, los incidentes en su país de origen, o problemas mientras se desplazan, o puede referirse, en segundo lugar, a problemas en los países de acogida relacionados con el gran número de personas desplazadas, solicitantes de asilo o refugiados.