Una aldea intenta recuperarse tras sufrir la peor matanza de extremistas islámicos de la historia del país. Ocurrió en noviembre en una mezquita de la minoría sufí, con un saldo de 305 muertos, incluidos 27 niños, y 128 heridos.
por Lucio Casarini
Dos niños de 10 y 15 años se escondieron en uno de los compartimentos del baño mientras escuchaban, petrificados, los gritos y las ráfagas de ametralladora. Después de unos minutos, dos miembros del grupo armado entraron buscando posibles fugitivos. «¿A cuántas personas mataste?», preguntó uno, mientras ambos pateaban una tras otra las puertas de los cubículos. «A cien», respondió el otro. Justo antes de que llegaran al puesto que ocupaban los dos niños, un tercer sujeto entró y ordenó a los rastreadores salir hacia un nuevo destino.
Cuando pareció volver la calma, los niños se atrevieron a dejar el baño y divisaron a su madre buscando desesperada al marido entre los muertos. El hombre de 52 años tenía un balazo en la cabeza y había fallecido como un héroe: debajo de sus restos se encontraba otro de sus hijos, de cinco años, ileso. «Estábamos en un mar de cadáveres», dijo la madre, de 38 años, en diálogo con el diario The New York Times. «Si no fuera por el cuerpo de mi esposo, habría perdido al pequeño; los terroristas pueden tener Al Rawda, la oración del viernes y todo lo demás, nos quedamos en casa».
Este infierno ocurrió el 24 de noviembre de 2017 en Al Rawda, una aldea egipcia del distrito de Bir Al Abed, en la provincia de Sianí del Norte, a alrededor de 200 kilómetros al noreste de El Cairo, la capital. Se trata de la peor matanza de extremistas islámicos en la historia del país. El ataque tuvo por objetivo una mezquita de la minoría sufí, con un saldo de 305 muertos, incluidos 27 niños, y 128 heridos.
«Su sangre está sucia y puede ser derramada», había anunciado en enero de 2017 el grupo Provincia de Sinaí del Estado Islámico en una publicación local. La declaración se refería a los sufíes. Los fanáticos de la zona están afiliados a la red terrorista árabe desde 2014 y han demostrado una notable eficacia. En 2015 provocaron la caída de un avión comercial ruso, con un saldo de 224 muertos.
El Estado Islámico, también conocido como Estado Islámico de Irak y el Levante, o Estado Islámico de Irak y Al Sham (esta frase en inglés da la sigla ISIS, bastante difundida), es una organización terrorista basada en una interpretación fanática de la enseñanza de Mahoma. Adquirió celebridad a partir de 2003, durante la guerra de Irak. Actualmente tiene ramificaciones en todo el mundo árabe y fuera también.
Los ataques terroristas en Egipto se volvieron numerosos y severos desde la década de 1980; han apuntado sobre todo contra cristianos, turistas extranjeros y funcionarios estatales; a partir de la década de 1990 incluyeron también a destacados escritores e intelectuales; esta violencia tuvo enorme repercusión internacional y provocó un daño considerable en la industria más rica de la economía nacional, el turismo.
El ataque contra la mezquita de Al Rawda fue ejecutado por un grupo de entre 25 y 30 jóvenes de hasta 30 años de edad; se desplazaban a bordo de cinco camionetas con tracción en las cuatro ruedas; empuñaban ametralladoras y lanzagranadas; algunos estaban enmascarados; otros iban a cara descubierta, con barbas tupidas y cabello largo; vestían pantalones de camuflaje de estilo militar y remeras negras; uno llevaba una pancarta asimismo negra con una declaración de fe musulmana: «No hay más Dios que Alá y Mahoma es su profeta».
La pesadilla comenzó cuando las cinco camionetas entraron al poblado, estacionaron rodeando la mezquita, y tomaron posición frente a la puerta principal y las 12 ventanas; justo cuando el sacerdote (imán) iba a pronunciar su tradicional sermón del viernes desde el púlpito, los agresores realizaron una detonación inicial en el interior y luego abrieron fuego contra los aproximadamente 500 fieles, todos varones, que participaban de la ceremonia.
Los sobrevivientes comenzaron a arrastrarse hasta detrás de las columnas de cemento o cualquier posible refugio, y también a saltar por las ventanas. «La pequeña puerta que conduce al pasillo para las salas de lavado fue uno de los puntos adonde los fieles corrieron para escapar», le dijo un testigo de 48 años a la agencia Associated Press; el hombre se negó a identificarse por temor. «Hubo una estampida, caí y luego los cuerpos se me amontonaron encima».
Los atacantes que estaban afuera del edificio fusilaban a quienes salían por las ventanas. Simultáneamente, incendiaron los automóviles estacionados en los alrededores para impedir que alguien escapara en ellos. El imán logró esconderse bajo dos cadáveres y fingirse muerto. Incluso logró engañar a un agresor que se le paró encima. Algunos extremistas fueron casa por casa, matando a todos los varones. El drama completo ocurrió en un lapso de 20 minutos. Al cabo, los asesinos se fueron de la misma forma que habían venido.
¡Allahu Akbar!
El gobierno de Egipto está desarrollando un plan de ayuda para la aldea de Al Rawda. Además de la contención de los sobrevivientes y las familias de los muertos, está invirtiendo en la creación de empleo, salud y educación. Entre otras iniciativas, construirá un edificio nuevo para el Centro Juvenil Al Rawda, con salas de actividades, un jardín para niños y una cancha de fútbol.
Al Rawda era hasta el día del horror un paraje de 2500 habitantes; en esos 20 minutos de artillería demencial murió el 12 por ciento de la población. «No hay nadie en la aldea que no haya perdido al menos a uno de sus parientes», dijo Mohammed Sleem, un joven que tiene dos primos entre las víctimas, en diálogo con el diario inglés Telegraph.
«Algunas mujeres perdieron a todos los varones de la familia», dijo Abdel Qader Mubarak, un anciano de Al Rawda, a la misma publicación. «Una mujer perdió a su esposo y dos hijos, y otra perdió a tres de sus hijos; no hay hogar en Al Rawda sin un mártir».
La moneda de la violencia en Egipto posee dos caras. La organización civil Human Rights Watch denuncia que el Estado comete graves violaciones de los derechos humanos: tortura sistemática, detenciones arbitrarias y juicios realizados en condiciones irregulares, como tribunales especiales. Otra entidad extranjera, Amnistía Internacional, ha señalado que Egipto es un centro internacional de tortura, donde otras naciones, por ejemplo Estados Unidos, envían sospechosos para interrogarlos, a menudo como parte de la llamada guerra contra el terrorismo, dirigida contra varios países islámicos.
La actual República Árabe de Egipto existe desde 1952, cuando una revolución terminó con la monarquía que, a su vez, tres décadas antes, en 1922, se había declarado independiente del Imperio Británico.
La historia local se remonta miles de años, pues se trata de una de las primeras naciones del mundo; el Antiguo Egipto hizo algunos de los primeros desarrollos de escritura, agricultura, urbanización, religión organizada y gobierno central.
En la actualidad, con más de 95 millones de habitantes, Egipto es el país más poblado del norte de África y el mundo árabe. El 90 por ciento de los ciudadanos son musulmanes y un 10 por ciento cristianos. Cerca de la mitad de la población vive en áreas urbanas, sobre todo en El Cairo, Alejandría y otras ciudades importantes del delta del río Nilo. La violencia interna es una de las causas de la profusa migración hacia otros países. Se estima que 2,7 millones de egipcios viven en el extranjero. Un 70 por ciento de esa cifra reside en países árabes y un 30 por ciento en Europa y América del Norte.
«Todos se tumbaron en el suelo y mantuvieron la cabeza baja», dijo Ebid Salem Mansour, obrero de una fábrica de sal cercana a la aldea de Al Rawda, de 38 años, en diálogo con Associated Press. «Si levantabas la cabeza, recibías un disparo», agregó el hombre, radicado en la zona tres años antes para escapar de la violencia de otras regiones. «El tiroteo fue improvisado y caótico al principio, y luego se volvió más deliberado: quienes parecían no haber fallecido o aún respiraban, fueron rematados», continuó Mansour, víctima de dos balazos en las piernas. «Sabía que estaba herido, pero estaba en una situación que era mucho más aterradora que estar herido, estaba a solo segundos de una muerte segura».
«¡Allahu Akbar!» (Dios es grandioso), gritaban los atacantes mientras masacraban con sus ametralladoras a la multitud indefensa en la mezquita. Según los testigos, muchos fieles permanecieron quietos, resignados, diciendo sus oraciones finales, en las que invocarían también esa palabra. «Casa de Dios», quiere decir, casualmente, el nombre Egipto.