La saga de denuncias mediáticas lanzadas por Natacha Jaitt sobre supuestos vínculos entre personajes públicos y una trama de abuso de menores expuso las debilidades y miserias del estado de derecho argentino y de la profesión periodística.
Los preocupantes hechos que pusieron en el centro de la escena a Natacha Jaitt, vinculando a personajes reconocidos de los medios de comunicación con una supuesta red de pedofilia empujaron al periodismo a un involuntario rol protagónico en la escena pública.
Muchos nos horrorizamos por sus dichos sin aparente fundamento pero, a la vez, nos debe llamar a la reflexión sobre la práctica periodística.
Es cierto que las pseudo-denuncias de Jaitt constituyen una acción temeraria, lejana a la práctica periodística. Sin embargo, fueron tomadas por la prensa como «creíbles», lo cual derivó en su invitación al programa de Mirtha Legrand.
Ahora si, quiero avisarles q hoy en #LaNochedeML , no verán a la Natacha de twitter jodona ni mucho menos , es GRAVE, DOLOROSO Y SINIESTRO. No es gracioso ni de ninguna índole similar. Presten mucha atención al programa de la Sra. @mirthalegrand . #MesazaConNatacha #Pedofilia 🔥
— Natacha Jaitt (@NatachaJaitt) 31 de marzo de 2018
Los dichos de la mediática no fueron rápidamente advertidos por el Ministerio Público Fiscal, instancia que bien debiera estar atenta a la discusión pública tanto en medios de comunicación tradicionales como así también en redes sociales ante la posibilidad cierta y evidente de que se esté cometiendo cualquier delito, en este caso, de índole pública (el «actuar de oficio» de los fiscales argentinos pareciera ser una excepción a la regla).
Incluso, hoy por hoy, la Defensoría del Público, órgano encargado de monitorear y evaluar el comportamiento de los medios de comunicación y el cumplimiento de los derechos del público en general, no tiene titular y su conducción está vacante desde la salida de Cynthia Ottaviano, en 2016.
.@Adepargentina expresa su preocupación ante el riesgo de que se intente condicionar la labor periodística y el ejercicio de la libertad de expresión a través de imputaciones contra profesionales de prensa no respaldadas por actuaciones judiciales → https://t.co/TdC9snzlYr
— ADEPA (@Adepargentina) 4 de abril de 2018
Lejos de una autocrítica de los medios y periodistas difusores de las incomprobables denuncias de Natacha Jaitt, en cambio, solo hubo críticas al programa de Mirtha Legrand y su producción, al tiempo que entidades de periodistas (FOPEA) y de medios de comunicación (ADEPA) manifestaron su preocupación, en distintos planos.
En el caso de FOPEA, Foro de Periodismo Argentino, entidad por y para periodistas concientizados sobre el rol que los comunicadores deben cumplir en el ejercicio de su profesión, dejó algunas advertencias puntuales:
Durante una entrevista en el programa Ventana Abierta de FM Milenium, el miembro de FOPEA, Gabriel Michi, advirtió sobre la «irresponsabilidad» de los periodistas que, paradójicamente hablando de colegas, replicaban y lanzaban información sin chequear sobre nombres de personas supuestamente vinculadas a una red de trata de futbolistas menores de edad.
.@FOPEA pide responsabilidad a los periodistas y medios en el tratamiento de los casos de abusos de menores en clubes de fútbol https://t.co/3aCB8DXC4q #AbusoSexual #Violencia pic.twitter.com/b3wKUDidJM
— FOPEA (@FOPEA) 3 de abril de 2018
«Se perdió la dimensión de que, detrás de esto, hay chicos que se revictimizan por el tratamiento que los medios hacen de estos casos», advirtió Michi dejando en claro que, informar irresponsablemente hace daño a personas concretas, más allá de bastardear y desprestigiar al trabajo periodístico.
Periodismo como servicio
Después de todo, el horizonte que se perdió es sobre el rol social que cumplimos los medios de comunicación.
La información es un vehículo que transmite ciudadanía, da pautas de comportamientos propios e impropios para el desarrollo de una sociedad. Luego vendrán las discusiones y las distintas opiniones al respecto: Pero más allá de esta lógica, y ante todo, el disparador SIEMPRE debe ser una información real, comprobable, chequeada.
Sin embargo, esta garantía no la van a dar aquellos que no hacen del periodismo una práctica confiable; hoy se puede estar en los medios, ejercer la profesión de comunicador y no tener formación alguna en la material. El problema radica cuando los profesionales de la comunicación incurrimos en la misma práctica, poco ética.
¿Tendría que haber una código en la materia para que los medios de comunicación se ciñan a dichas directrices y así no incurrir en violaciones de derechos? FOPEA lo tiene desde hace más de 10 años pero salvo «raras excepciones, nadie lo ha aplicado», se lamenta Gabriel Michi.
Como queda en evidencia, al periodismo le cuesta mirar a los costados (y mucho más hacia atrás) cuando la preocupación está adelante, en el rendimiento cada vez más alto que se persigue para captar a la audiencia, medible mediante el llamado «minuto a minuto» de la televisión.
Esta «locura» por sumar más y más personas tiene costos, especialmente los sociales.
Un estudio realizado en los Estados Unidos por el departamento de Epidemiología de la Universidad de Columbia reveló que, en los cinco meses que siguieron al suicidio del actor Robin Williams, la tasa de personas que se quitaron la vida creció un 10 por ciento, especialmente entre hombres de entre 30 a 44 años. Más preocupante aún fue que, el método con el cual Williams decidió terminar su vida creció un 32 por ciento como práctica suicida.
Huelga agregar algo más sobre el rol social y las consecuencias que puede tener la práctica periodística, especialmente la irresponsable.
Incluso sin ser tan pretenciosos, valiéndonos tan solo del sentido común, podríamos obtener herramientas útiles para evaluar nuestra tarea. Como dice Michi: «Es tan simple como esto: ponerte en el lugar del otro. Cómo quisieras que el periodismo trate un caso que involucra (por ejemplo) a un hijo tuyo, abusado».
Como lo dijo Confucio, «no hagas a otro lo que no quieras para ti».