Desde el año 2005, Gallup viene midiendo a nivel global qué tipo de padecimientos sufre la población y con qué intensidad.
El trabajo consiste en formular preguntas a más de 150 mil personas en casi 150 países.
Desde que se puso en marcha el estudio, los indicadores no paran de agravarse.
El reciente informe sobre Emociones Globales de Gallup señala que «a nivel global, las emociones del mundo dieron un giro negativo en 2017».
Casi el 40 por ciento de los adultos dijo haber sentido preocupación o estrés el día anterior.
El 31 por ciento reconoció haber tenido dolor físico y el 23 por ciento dijo haberse sentido triste
En tanto, el 20 por ciento manifestó haber experimentado ira.
Para 2017, el índice de Experiencia Negativa arrojó 30 puntos, contra los 28 de 2016.
Como gran conclusión, el estudio de Gallup afirma que la población mundial, ricos, pobres, más o menos educados, está «más estresada, más preocupada, más y más dolorida» que nunca.
Según el trabajo, el país más sufrido es la República Centroafricana, debido a sus conflictos sangrientos con unas 615.000 personas desplazadas.
Más allá de ese país, toda la región subsahariana alcanzó niveles récord de negatividad.
Junto con el conflicto se destacan las «crecientes crisis sanitarias» en la región, debido a la falta de cuidado médico y la alimentación.
Tras República Centroafricana aparecen Irak, Sudán del Sur y Chad, como los países con mayores indicadores de experiencias dolorosas.
En nuestra América Latina, el informe remarca que se volvió a registrar una tendencia a «concentrarse en los aspectos positivos de la vida».
Paraguay fue el país que lideró las experiencias positivas durante 2017, seguido por Colombia, El Salvador y Guatemala.
En el resto del mundo, Canadá, Islandia, Indonesia y Uzbekistán encabezan la lista de países con mayor experiencias positivas.
El editor del informe de Gallup, Mohamed Younis, cerró el trabajo con una recomendación.
«Más allá de si un país entra en el índice de Experiencias Positivas o el de las Negativas, todos los dirigentes deben monitorear la temperatura emocional de la gente a la que gobiernan«.
Para el investigador, los políticos necesitan «seguir de cerca cómo evalúan sus vidas los ciudadanos, y comprender las realidades locales que enfrentan».