Parece que callarse la boca o hablar menos… o por lo menos no gritar puede ser un gran negocio para evitar que el coronavirus siga desparramándose entre nosotros.

En la Argentina, la recomendación llegó por boca (sin gritar) de la viceministra de Salud, Carla Vizzotti. Su recomendación de no reír, cantar o hablar en espacios cerrados fue en esa línea y despertó un sinfín de críticas. Sin embargo, la funcionaria tenía razones para haber hecho esas recomendaciones.

Según el profesor de la Universidad de Colorado en Boulder, José L. Jiménez, si todo el mundo dejara de hablar durante un mes o dos, la pandemia probablemente desaparecería”.

Certezas de la pandemia

Con el paso de los meses, cada vez queda más claro que la velocidad y la fuerza de expulsión del aire de nuestros pulmones es un factor decisivo para la propagación del coronavirus.

El virus se transmite especialmente a través de pequeñas gotas de flujo (o en aerosoles) que salen de nuestra boca cuando estornudamos, tosemos, hablamos o gritamos.

Un equipo liderado por Nicholas R. Jones de la Universidad de Oxford trató de reunir la evidencia disponible sobre el efecto que estas prácticas podrían tener en el riesgo de contagio.

En el gráfico, se puede ver cómo distintos comportamientos en distintas situaciones tienen consecuencias distintas para el riesgo de transmisión. Los mismos investigadores reconocen que se trata de una simplificación y que las categorías (verde, amarilla y roja) cambian radicalmente dependiendo de lo que entendamos por cosas como ‘distancia social’, ‘contacto social’ y ‘alta o baja ocupación’.

El gráfico es que nos permite entender que la distancia social es algo mucho más complejo de lo que puede parecer en un primer momento. No es solo una cuestión de distancia, sino de qué hacen esas personas y cómo modifican el nivel de exposición.