La crisis sanitaria por COVID-19 ha obligado a más de 1 000 millones de estudiantes y jóvenes a abandonar sus clases presenciales. Asimismo, este contexto inédito impulsó la implementación de tecnología educativa (ed-tech) de mayor escala de la historia.
Colegios, institutos y universidades se están esforzando por rediseñar sus metodologías de enseñanza para permitir que estudiantes de todas las edades aprendan desde sus casas. Esta realidad plantea importantes desafíos prácticos y logísticos para estudiantes, profesores y padres/madres (especialmente para las mujeres). Asimismo, también abre un amplio abanico de oportunidades para reimaginar la enseñanza y el aprendizaje en el siglo XXI.
La cuarta revolución industrial se acelera
Las presiones a las que se enfrentan los individuos, las organizaciones y las sociedades en esta crisis están acelerando la cuarta revolución industrial. Es decir, se van modificando los límites entre el universo físico, el digital y el biológico. Es entonces cuando surge una pregunta clave. ¿Nuestro sistema educativo está preparando a los estudiantes para un mundo definido por los avances científicos y tecnológicos en inteligencia artificial, robótica, biotecnología, energía limpia o informática cuántica?
Otra pregunta válida es si estamos motivando a los estudiantes a adoptar un pensamiento crítico sobre la forma en que la ciencia, tecnología e innovación pueden contribuir a abordar —o a agravar— los desafíos económicos, geopolíticos, ambientales o sociales tanto presentes como futuros.
Nuevo empleos para un nuevo mundo
En la mayoría de los países y sectores, las profesiones o especialidades más demandadas no existían hace diez o incluso cinco años. Hasta un 65% de los niños que empiezan la escuela hoy tendrán una profesión que todavía no existe. Los sistemas educativos de todo el mundo ya fracasaban antes de la crisis sanitaria de COVID-19 y seguirán haciéndolo a menos que actualicemos la manera de enseñar y aprender ciencias.
La educación ya no puede limitarse a la mera transmisión de conocimientos entre generaciones. El Proyecto del Futuro de la Educación y Habilidades 2030 de la OCDE pone de relieve una realidad elocuente. «Debemos sustituir los antiguos estándares de educación por un marco educativo que combine los conocimientos con las habilidades del siglo XXI: creatividad, pensamiento crítico, comunicación y colaboración».
Esta evolución no se logrará cambiando la pizarra por videollamadas de Zoom u otra herramienta de videoconferencia. El salto evolutivo lo daremos mediante una transformación radical en el modo en que enseñamos y aprendemos las habilidades científicas y tecnológicas. En ese sentido, será clave sustituir la memorización de contenidos por un modelo pedagógico de aprendizaje personalizado y autodirigido, basado en un buen diseño instruccional.
En un mundo en constante evolución donde no podemos predecir el rumbo de las tecnologías, debemos enseñar a los niños a pensar, a ser autodidactas y a aprender a aprender. Los estudiantes no solo necesitan conocimientos. También demandan habilidades, actitudes y valores para prosperar y modelar su propio futuro hacia una ciudadanía mundial más empoderada. Esto nunca antes había sido tan evidente hasta la pandemia actual.
Una alfabetización científica para todos
Muchos de los problemas derivados de esta crisis tienen su raíz en la alfabetización científica. La necesidad global e inmediata de comprender la ciencia en una situación de pandemia nunca había sido más acuciante.
Hasta hace unos meses, la mayoría de personas no especializadas en una disciplina STEM (ciencia, tecnología, ingeniería y matemáticas) no recordaban la diferencia entre un virus y una bacteria, un antígeno y un anticuerpo, el ADN y el ARN o el crecimiento lineal y el exponencial. Estos conceptos se aprenden generalmente en las asignaturas de Biología y Matemáticas de educación secundaria. Pero, salvo si se estudia un grado de ciencias, estos términos quedan relegados a las revistas de investigación y los círculos académicos, y sin embargo hoy en día aparecen en los titulares de los principales periódicos del mundo.
Mientras que en la Revolución Industrial de los siglos XVIII-XIX sufrimos un evidente «dolor social» derivado del analfabetismo asociado a la lectura y la escritura, en la Cuarta Revolución Industrial, el analfabetismo ya no se puede limitar a estas dos destrezas.
Hoy nuestro dolor social está en la falta de habilidades del siglo XXI. La OECD describe el alfabetismo no sólo lector, sino que en su totalidad:
- alfabetismo matemático
- científico
- digital
- financiero
Asimismo, también se requieren de competencias y cualidades que deben desarrollar los jóvenes para el futuro del trabajo. Antes de la pandemia, tener nociones básicas de biología molecular y epidemiología era algo totalmente opcional para la vida cotidiana de cualquier ciudadano. Ahora que el esfuerzo de mitigación de la pandemia depende de nuestra responsabilidad colectiva, estos conocimientos pueden ser cuestión de vida o muerte, para uno mismo y para los demás. Vivimos un experimento en tiempo real sobre la aplicación práctica, tangible e inmediata de la cultura científica en nuestra vida diaria.