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Cuando los viejos se nos mueren de soledad

La creación de una «secretaría de la Soledad» en Gran Bretaña reinstala el debate sobre la calidad de vida de los adultos mayores, en el contexto de una sociedad que los va olvidando y los deja a merced de enfermedades asociadas al aislamiento y al abandono.

La noticia sobre la creación de un ministerio de la Soledad en Gran Bretaña pareció sonar a burla de la política. Sin embargo, los fundamentos para darle vida son estrictamente científicos.
Según un amplio informe de una comisión del Parlamento británico, la soledad a menudo está asociada con enfermedades cardiovasculares, demencia, depresión y ansiedad. Un dato que también vienen arrojando otras investigaciones en varias partes del mundo.
Los especialistas señalan que el estar solo, y sufrirlo, puede hasta provocar consecuencias como el hábito de fumar paquete de cigarrillos diarios. El estudio elaborado en el seno del parlamento británico revela que cerca de 200 mil personas de edad avanzada en Reino Unido no tuvieron ni una conversación con un amigo o un familiar en más de un mes.

Razones para la soledad… y para un ministerio

El trabajo de la comisión parlamentaria británica revela que la epidemia de la soledad no es ajena al deterioro de las instituciones tradicionales que funcionaban como nexo entre las personas: sindicatos, iglesias y hasta los tradicionales pubs, además de la mismísima familia; todo esto en el marco del avance incesante de las tecnologías de la comunicación, que aíslan aún más a las personas mayores (al menos físicamente) de sus seres queridos.
La diputada laborista y presidenta de la comisión, Rachel Reeves, afirmó que, si hoy vivieran los padres del Estado de bienestar británico, habrían incluido a la soledad como el sexto de los grandes males de la sociedad, junto a la indigencia, la enfermedad, la ignorancia, la suciedad y la ociosidad.
Para Gran Bretaña y para gran parte de la ciencia gerontológica, la soledad es una enfermedad y, depende el país, resulta una epidemia entre los adultos mayores.
De acuerdo con un trabajo de la London School of Economics, unos 10 años de soledad de una persona mayor tienen un sobre costo para el Estado de alrededor de seis mil libras en servicios de salud y otros. Por cada libra invertida en combatir la soledad, se ahorrarían tres libras.
Las razones de una secretaría de Estado para la Soledad, trascienden lo sanitario y lo humano para impactar además, en las finanzas públicas.

Soledad en tierras latinas

El flagelo de la soledad no solo golpea a los países del primer mundo, como sucede en las islas británicas. En América Latina la problemática está presente, pero con matices.
Consultado sobre la cuestión, el Defensor de la Tercera Edad de la ciudad de Buenos Aires, Eugenio Semino, consideró que uno de los componentes culturales y sociales que aún preserva de la soledad a los adultos mayores en países como la Argentina es la propia familia. Sin embargo, este rasgo positivo de integración social está en constante mutación.
El especialista en gerontología advierte que, si bien el fenómeno de la soledad (y la muerte por ella) crece y preocupa en países del primer mundo, en la Argentina la contención familiar de los «viejos» puede debilitarse; y de hecho está sucediendo. «Lo que sucede en los países europeos tiene que ver con la desaparición de la familia nuclear. Los latinos venimos de familias de padre, madre e hijos. Los criterios de aquella familia se van extinguiendo», remarca.
Para el médico psiquiatra, integrante de la Secretaría Técnico-Médica del PAMI, Fabián Triskier. «hay que diferenciar un adulto mayor que vive solo de uno aislado. Para muchos es un devenir natural porque, por ejemplo, se murió su pareja». Sin embargo, el especialista reconoce que el aislamiento es «nocivo».
«Las personas que participan en actividades sociales registran un cerebro más saludable», reflexiona Triskier, aunque «la sociabilidad tiene que hacerse con cosas que resulten familiares para los adultos mayores, pese a que pueden incorporarse nuevos saberes».
Lejos de hacer una crítica a los nuevos modelos de familia, el análisis recala sobre la etapa final de la vida de una persona, en la que al no contar con lazos familiares más o menos fuertes, la soledad termina empujando al adulto mayor a la enfermedad y un final de la vida rodeado de medicamentos y un sanitarismo paliativo de muchas patologías asociadas con la soledad. Es allí en donde entra en escena el sistema público de salud.

¿Hay un Estado presente en la vejez?

Para la actual diputada y especialista en temas previsionales, Mirta Tundis, la Argentina vive un proceso de envejecimiento de la población, un fenómeno que, con economías más estables que la de nuestro país, puede morigerarse pero no evitarse. 
Para los especialistas en tercera edad, un dato histórico innegable y que hoy sigue siendo motivo de análisis fue la virulenta ola de calor que asoló a Europa en 2011, que sólo en Francia, provocó la muerte de más de 11.000 ancianos. ¿Murieron de calor o fallecieron abandonados a su soledad?
Los gerontólogos no dudan en afirmar que aquella verdadera «matanza de viejos» fue consecuencia «literalmente, de no haber tenido quien les alcance un vaso con agua», reflexiona Eugenio Semino. Ni un familiar, ni una persona allegada; nadie.
Ahora bien: cuando se habla de un Estado presente en la Tercera Edad, como contenedor y reparador de los daños ocasionados por la soledad, se debe saber en qué campo se debe actuar, es decir, cuántos adultos mayores son pausibles de recibir atención de parte de los organismos públicos.
Según un estudio ampliamente reconocido del Observatorio de la Deuda Social Argentina de la Universidad Católica Argentina (UCA) sobre la Deuda Social con los Adultos Mayores, mientras la población general aumentó 2,5 veces entre 1947 y 2010, «la población de más de 60 años y más se sextuplicó» mientras que «la población de personas de más de 75 años y más se multiplicó por 10».
Semejante crecimiento de la población mayor de edad refleja un nuevo paradigma poblacional en la sociedad contemporánea. Resta saber cuánto de esas personas de más de 60 o 75 años viven en soledad, sin contacto con la familia (si es que la tiene) o con personas de confianza que las asistan en sus necesidades básicas.
Según Mirta Tundis, en su paso por la Comisión de Personas Mayores del Congreso argentino, cuando era presidenta de ese grupo parlamentario «había pedido un relevamiento de personas solas o en situación de calle. Me denostaron diciendo que era un problema de los pueblos, que ellos se las tenían que arreglar. Hay políticas sociales en algunos municipios, de manera individual pero no creo que haya programas para la soledad a nivel nacional«.
Para el médico Fabián Triskier, «a nivel público hay algunos recursos no del todo bien utilizados», aunque hace hincapié en la necesidad, por ejemplo, de mejorar cuestiones como la movilidad en las grandes ciudades: «Se puede mejorar demoliendo barreras arquitectónicas y fundamentalmente en el transporte público».
A nivel público, el especialista del PAMI destacó que la obra social cuya nómina de pacientes está compuesta mayoritariamente por adultos mayores, «ofrece un abanico de actividades a través de los centros de jubilados que están repartidos en los barrios». También existen los denominados Centros u Hogares de Día, aunque resultan insuficientes a la luz de una problemática que comienza cuando el adulto mayor ya no sale de su casa.

La vejez, como oportunidad

Subyace en la reflexión de los especialistas en Tercera Edad el reconocimiento de que la vida en la última parte de la adultez suele ser observada por las generaciones más jóvenes como una etapa «de descarte social».
Para Eugenio Semino, la sociedad no tiene interés en entender lo que significa la soledad en la vejez; y tampoco lo entiende así el sector público, según el Defensor de la Tercera Edad quien consideró que, si bien existen distintos programas de contención para adultos mayores «no hay políticas de envejecimiento», que acompañen al adulto en el paso de los años en su cuerpo y su mente».
Es algo así como ver siempre que «el viejo siempre es el otro», aporta Semino al remarcar que incluso en los geriátricos, las personas de edad avanzada achacan ese adjetivo para denostar a sus compañeros de estancia, incluso menores que ellas.
Un interesante trabajo publicado en la revista electrónica de la Facultad de Psicología de la Universidad de Buenos Aires (UBA) describe algunos caminos a recorrer para mitigar los efectos de la soledad en la última etapa de la vida.
La docente e investigadora de la Universidad de Quilmes, Graciela Scarimbolo, resalta la importancia de la sociabilidad de los adultos mayores, a través de herramientas de acercamiento como los talleres compartidos. Gradualmente comienzan a abrirse y a hacer partícipes a sus compañeros de sus angustias, dolores y también de nuevas posibilidades que empiezan a descubrir. En la medida que se da el intercambio el grupo de pares funciona como una red de contención que permite ir encauzando no sólo ansiedades y tensiones sino también nuevos proyectos», destaca.
En ese sentido, la Organización Mundial de la Salud (OMS) introdujo el concepto de «envejecimiento activo», que promueve un acompañamiento entre pares de la tercera edad, junto al resto de la sociedad. «El concepto de envejecimiento activo postulado por la OMS, manifiesta que la participación de los adultos mayores en la vida social no sólo es beneficioso para ellos sino también para toda la comunidad», resalta la investigadora.
En definitiva, el desafío es, por ejemplo, terminar de leer estas líneas y mensajear, llamar por teléfono o (mejor aún) visitar a nuestros querido «viejos», no solo por culpa sino por compromiso con ellos. Ah, y hacer del hábito de la visita a sus sobrinos o nietos; los más jóvenes deben entender que esos tíos y abuelos son parte de nuestro entorno y de nuestra existencia, porque después de todo, sin ellos, nosotros probablemente no estaríamos transitando esta vida y seguramente el destino biológico nos colocará en la misma situación que ellos, esperando ser cuidados y visitados periódicamente.

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Director de Voz por Vos. Locutor, periodista y docente. Conductor de "Ventana Abierta", lunes a viernes de 12 a 14 (FM Milenium -FM 106.7-). Columnista de temas sociales en Radio Ciudad y docente en la escuela de periodismo ETER.
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