La titular del organismo, nacida en la Argentina, dijo que nuestro país tienen una larga deuda por hacer transparente la gestión pública. Advirtió que, en tiempos de Cambiemos, la preocupación está centrada en los «conflictos de intereses» de funcionarios del presidente Mauricio Macri.
En octubre de 2017, la argentina Delia Ferreira Rubio alcanzó uno de los lugares más importantes a nivel internacional para visibilizar y aportar herramientas para combatir la corrupción a nivel global: la presidencia de Transparencia Internacional (TI).
Casi apenas asumida, el organismo cerraba el informe sobre Percepción de Corrupción en 180 países, en el que la Argentina mostró una leve mejora, de 36 a 39 puntos, en una escala en la que los países que logran 100 unidades son considerados los más transparentes y 0 si muestran niveles de corrupción generalizados.
«Seguimos aplazados en el índice de Percepción de corrupción», advierte Delia Ferreira Rubio durante la entrevista que tuvimos en FM Milenium, en el programa Ventana Abierta. «Una de las mejoras que tuvo en país fue, por ejemplo, con la aprobación de la ley de Acceso a la Opinión Pública, que era un reclamo de varias organizaciones argentinas. Es un avance positivo», destacó la dirigente. «También se avanzó en los portales de información para el acceso a la declaración jurada de los funcionarios y las contrataciones públicas para que todos los competidores puedan seguir el trámite con igualdad», agregó.
Sin embargo, la Argentina está lejos de alcanzar niveles de país transparente. La cuestión fue eje de la campaña de Cambiemos, en aquel largo combate político contra el kirchnerismo (y electoral en 2015) durante el cual se cuestionaba el accionar corruptos de varios funcionarios que pasaron por la gestión entre 2003 y 2015.
«Cuando llegan las elecciones todos los candidatos hablar de transparencia e integridad. Es un tema que vende en las encuestas, en las que aparece como segundo tema de preocupación de la población», remarca la titular de TI, al tiempo que aclara que «esas promesas tienen que materializarse en acciones concretas».
Conflicto de intereses
Luego de los años del kirchnerismo en el poder, el debate por la corrupción en la gestión de gobierno parecía haberse saldado con las promesas de la actual de gestión de Cambiemos y algunas medidas adoptadas en los más de 2 años de mandato de Mauricio Macri.
Sin embargo, los reiterados casos de funcionarios con declaraciones juradas de bienes que no reflejan cabalmente su pasado económico es uno de los ítems de más preocupación, de acuerdo a la opinión de la titular de Transparencia Internacional, Delia Ferreira Rubio.
«Un tema central en materia de corrupción en la Argentina es el de los conflictos de interés (de los funcionarios públicos) que sigue apareciendo reiteradamente», subrayó abogada, especialista en lucha contra la corrupción. «Hay que entrar con legislación detallada con un organismo de control transparente», recomendó.
Sin embargo, Ferreira Rubio reconoce algunos avances en la materia (que de hecho son los logros que permitieron la leve mejora de nuestro país en el ranking global de percepción de la corrupción). «El gobierno se comprometió a enviar al Congreso una ley de Integridad y Transparencia para reemplazar la ley de Ética Pública«, señaló.
Uno de los aspectos más controversiales de los gobiernos argentinos, desde finales de la década de los 90, es el funcionamiento independiente de la Oficina Anticorrupción, creada por el gobierno del expresidente Carlos Menem, sobre el final de su segundo mandato.
«Hubo una propuesta de enviar la Oficina Anticorrupción al ámbito del Poder Judicial que fue rechazada por el gobierno», recordó la titular de TI. En ese sentido, reclamó debatir en la Argentina «cómo hacemos para garantizar que la Oficina Anticorrupción sea realmente independiente en su diseño y en su funcionar.
Finalmente, esta abogada cordobesa de larga trayectoria también en la Argentina como asesora en temas de transparencia en el Congreso de la Nación, opinó que «no hay modelo único para luchar contra la corrupción» y mucho menos «recetas mágicas ni universales» que países como el nuestro pueda tomar para sí de otros.
«No hay países naturalmente corruptos o naturalmente transparentes», agregó la funcionaria y consideró que «la clave que marca la diferencia entre en un país y otro es cómo reaccionan las instituciones ante la corrupción y cómo reacciona la propia sociedad».