India se convirtió en un verdadero caso testigo del impacto de la virtualidad en la realidad.
Los sucesivos mensajes virales a través de WhatsApp con falsos rumores sobre supuestos secuestradores de niños terminaron en tragedia.
Desde abril pasado se viene registrando una ola de asesinatos de decenas de personas inocentes a manos de multitudes enardecidas y cargadas de temor.
Nada más lejos de la realidad pero creíble en el imaginario colectivo, alimentado por mensajes falsos.
El «maldito reenvío»
WhatsApp se hizo famoso por muchas razones.
La que importa en este caso es su capacidad para el reenvío indefinido de mensajes.
Es así como cualquier mensaje, sea verdadero o no, tiene la posibilidad de multiplicarse hasta el más allá digital.
El rastreo de su origen y veracidad es una quimera.
Como el último en mandar el mensaje es seguramente alguien conocido del receptor (amigo y/o familiar) el mismo siempre es susceptible de ser creído.
Más aún cuando los reenvíos se propagan en una población de educación limitada, sus consecuencias se transforman en letales, como le sucedió a una familia india.
En el estado del sur de la India, Tamil Nadu, el grupo familiar fue atacado cuando circulaban en un auto.
Sus agresores creyeron ver a una banda de secuestradores.
Pero no lo eran.
Simplemente era una familia viajando en su auto que se detuvo a preguntar cómo llegar al templo al que iban a rezar.
Una cuestión política
Pero los casos de ataques fundados en mensajes falsos de WhatsApp trascendieron la frontera de lo cibernético y lo policial.
El gobierno de la India reclamó a la compañía que asuma su parte de responsabilidad en el aumento casos de violencia y linchamientos en el país.
La empresa reconoció la situación y decidió tomar medidas para aplacar las críticas.
En primer lugar, comenzó a marcar todos los mensajes reenviados.
También publicó anuncios en diarios de ese país para educar a la gente sobre la desinformación.
Y lanzó “talleres de alfabetización de noticias”, junto a la policía local e invitando a la población a sugerir ideas para concientizar sobre la realimentación de rumores en las redes.
Otra acción de WhatsApp fue comenzar una prueba para limitar el reenvío de mensajes.
Ante esta reacción, el gobierno de la India señaló que las medidas no son suficientes.
El Ministerio de Tecnología de la Información y Electrónica del país reunió un grupo de oficiales para que identifiquen y preparen junto a expertos un paquete de medidas técnicas que pedirían que se implementasen al servicio de mensajería.
Entre estas medidas, estaría la posibilidad de identificar el origen de grupos donde se esté dando lugar a determinados tipos de mensajes y rumores falsos que deriven en violencia callejera.
El gobierno indio considera que si WhatsApp es capaz de identificar grupos específicos de personas para vender posteriormente publicidad a través de aplicaciones asociadas al servicio de mensajería, también debería ser capaz de identificar esos grupos que distribuyen fake news.
Negocios de fondo
Detrás de esta preocupación y de la tensión entre el servicio de mensajería de la empresa controlada por Facebook y el gobierno de la India asoma un asunto que implica un millonario negocio.
Desde comienzos de 2018, WhatsApp viene probando en la India un servicio de pagos a través de la aplicación.
Se trata de un sistema en fase beta que ya utilizan 1 millón de indios, de un total de 230 millones de usuarios de ese país.
Sin embargo, el gobierno de India viene retrasando ese proyecto.
Las sospechas es sobre cómo se almacenarán los datos de los usuarios.
El Ministerio de Tecnología de la Información y Electrónica del país pidió a WhatsApp y sus bancos asociados que proporcionen más detalles sobre el sistema de pagos.
El ministerio también solicitó que el ente que supervisa los pagos del sector, la Corporación Nacional de Pagos de India, confirme si la empresa cumple con todas sus exigencias.
De lo virtual a lo real, pasando por el imaginario
Una simple reflexión final.
¿Qué hubiese pasado si WhatsApp y la maraña de mensajes falsos hubiesen alimentado los temores de los estadounidenses que escuchaban a Orson Welles, en 1938, cuando relataba por radio la supuesta invasión de un ejército de alienígenas?
¿Qué hubiese sucedido si mensajes falsos hubieran propagado por las redes el rumor del supuesto desembarco de tropas británicas en territorio argentino, en plena guerra de Malvinas en 1982?
¿Qué hubiese pasado si, con esa misma mecánica de falsos mensajes, se hubiesen difundido los rumores sobre supuestos grupos enardecidos con el gobierno de la Alianza, dispuestos a copar las calles y derrocarlo, en los días trágicos de finales de 2001?
La distancia entre este tiempo de las redes sociales y aquel en el que no existían, da una dimensión de la aceleración de los tiempos en esta era de la comunicación.