«Camino dentro del parque del colegio», dice la religiosa a poco del 30 aniversario del crimen de María Soledad, el caso que la reveló como una voz profética. «El Papa me pide que siga haciendo lío».
por Lucio Casarini
«El amor es lo único que nos puede hacer felices», sintetiza Martha Amelia Pelloni, religiosa de las Carmelitas Misioneras Teresianas, con su mirada color celeste y su sonrisa de dientes blanquísimos.
La cuarentena por el coronavirus la ha recluido en su convento de Santos Lugares, en el Gran Buenos Aires. A ella, andariega, emprendedora y denunciante incansable que nadie, ni el poder más encumbrado, pudo jamás amedrentar.
Próximamente, el 8 de septiembre, se cumplirán 30 años del crimen de María Soledad Morales, el caso que reveló a Pelloni como una voz audaz y profética.
Meses después, el 23 de febrero de 2021, la hermana Martha celebrará su cumpleaños número 80.
«Soy misionera por la justicia, devolviendo la dignidad humana», define quien es además fundadora de la Red Infancia Robada, que asiste a víctimas de horrores como trata de personas, violencia sexual y adicciones. «No puedo pensar en actuar solo, nos necesitaremos unos con otros», reflexiona. «Soy positiva, camino en y con la esperanza siempre presente», se empeña. «Me preocupan los jóvenes porque no se conocen a sí mismos».
Entrevista completa
¿Cómo está viviendo la cuarentena?
Como a todos, me tomó de sorpresa. El primer intento de organización del día fue muy llevadero. Hasta que por mi edad llegué a sentirme discriminada; al ser una mujer pública me retaban en la calle o muchos se ofrecían para hacer las compras, de las cuales me ocupo porque vivo en un hogar de nuestras hermanas ancianas.
Nos distribuimos con la hermana animadora de la comunidad para cobrar todas las jubilaciones ¡Las colas que hice con barbijo, guantes y distancia, sumado el colectivo que me trasladaba!
Hoy solo voy al banco. El resto del día estoy actualizando las conexiones con los pedidos de ayuda de tantos casos de violencia de género, abusos y violaciones de hijas e hijos. Y desde la semana pasada, mediante zoom, estoy con capacitaciones para el nuevo foro de Santos Lugares [de Infancia Robada] y tareas para resolver con el equipo de judiciales del foro.
Camino mucho dentro del parque del colegio que linda con nuestra casa y hago media hora de bicicleta fija. Miro los noticieros y trato de buscar algo como los cuentos de Landriscina para reírme. Trato de hacerlas reír y de mimar a las viejitas que ya se quedaron en el tiempo pero que tienen alguna tarea de entretenimiento cada día. Cantan, juegan a las cartas y también otros entretenimientos más didácticos. Pintan mandalas, hacen gimnasia sentadas, ven películas.
Hago la descripción pero poco estoy con ellas, el encierro se siente. Mi actividad social ha mermado, solo la hago por celular, no queda otra. No obstante, soy positiva por naturaleza y camino en y con la esperanza siempre presente.
¿Qué le sugiere la actual pandemia?
Por lo dicho anteriormente, se vislumbra que la pandemia ya nos está dejando signos evidentes de cambios en actitudes que se dan en lo personal, familiar, comunitario, social, institucional. Ya no puedo pensar ni actuar solo si no es mirando el alrededor inmediato, que me dice: hasta aquí podés.
A nivel mundo, las ideologías económicas tendrán un rumbo distinto, ya que nos necesitaremos unos con otros. Los partidos políticos ya no podrán mirar hacia dentro; no podrán ser autorreferenciales, hablarse a ellos mismos, porque la realidad social los superará.
¿Quién es Martha Pelloni, cuál su mensaje?
Martha Pelloni es una mujer que eligió consagrarse a la vida religiosa por amor a la humanidad. En la Iglesia pueblo de Dios. Jesucristo es quien vino a devolver por amor lo que el hombre destruyó. Martha trabaja como misionera por la justicia, devolviendo la dignidad humana de muchas mujeres, hombres, niños, adolescentes a quienes se la robaron.
¿Admira a alguna mujer del presente?
Admiro a muchas mujeres que con su fuerza de mujer que ama su dignidad lucha contra tantas formas de violencia machista patriarcal.
¿Recuerda anécdotas personales con el papa Francisco?
Sí, recuerdo cuando mis superiores mayores en Roma fueron a saludar al papa Francisco. Al comentarle que eran de la misma congregación que Martha Pelloni, él les respondió que me dieran saludos y que por favor siguiera haciendo lío, que él me apoyaba.
¿Y anécdotas con Osvaldo Pelloni, su papá?
Hoy puedo contarlo como anécdota. Que mi padre cada vez que me corregía por alguna desobediencia descubro que eran una especie de sermones, pero correctivos. Me iba entendiendo lo que me había querido decir.
¿Y con su mamá? ¿Se llamaba igual que usted, no?
Sí, se llamaba igual que yo, pero Marta sin h. Aún no sé por qué al mío le pusieron h. Con ella me sentía siempre como compinche por mi carácter muy parecido al de ella. Gustos en el vestir, arreglo, comida, paseos.
¿Qué significan los 30 años del caso María Soledad?
Una etapa de la vida que cambió mi misión en la Iglesia. Nunca pensé que podía algún día ser una referente social creíble. La sociedad aprendió a pedir reclamos de justicia en protestas sociales con distintas metodologías. Las mujeres comenzaron a organizarse desde distintos temas según las necesidades que exigen reclamo social. Varias organizaciones sociales como la red Infancia Robada han nacido con objetivos y metas para cubrir reclamos como los abusos a niños, violencia de género, trata y prostitución, etc.
¿Cómo ve el futuro de Infancia Robada?
Articulando desde cada foro según el compromiso que tengan con los reclamos en los temas que abarcamos. Con todos los estamentos del Estado Gobierno. Sea la policía, la justicia, la educación, etc. Y las organizaciones sociales que responden a nuestros objetivos y metas. Los foros tienen funcionamiento horizontal; es decir, son independientes entre sí y como red en su funcionamiento. El futuro de la red Infancia Robada dependerá de cada foro, como es ahora.
[caption id="attachment_12723" align="aligncenter" width="640"] Afiche de Infancia Robada difundido en 2015 en la provincia de Entre Ríos.[/caption]
¿Qué les diría a los jóvenes?
Me preocupan los jóvenes desde la adolescencia porque no se conocen a sí mismos. A ellos les digo siempre que traten en esta edad de conocer su identidad integral. Mi origen familiar, mi personalidad ¿Qué tipo de inteligencia tengo: práctica, intelectual, artística, etc.? ¿Cómo es mi voluntad? ¿Puedo describir mis sentimientos? ¿Pienso en ellos? ¿Controlo mis capacidades instintivas? ¿Las respeto, están educadas?
Hoy es muy importante para la construcción de la persona la perspectiva del género como educación cultural y social, teniendo en cuenta la naturaleza sexual con que se nace. Esto para evitar muchas veces la presión social que se ejerce externamente para el cambio de sexo, desde la concepción de género.
¿He aprendido a amar? Comenzando por mí mismo ¿Me acepto como soy? ¿Amo la vida? ¿Soy consciente que debo proyectarme construyendo mi futuro? Soy consciente que el Creador del Universo puso al hombre en la Tierra para que seamos felices gozando de ella? Desde mi capacidad de amar, ¿soy consciente que somos imagen y semejanza del Creador? Porque el amor es lo único que nos puede hacer felices en esta Tierra si nos construimos desde el. Es decir desde mi capacidad de amar.
«Desde pequeña»
Martha Amelia Pelloni nació el 23 de febrero de 1941 en el partido bonaerense de Vicente López, hija de Osvaldo, veterinario, y Marta, ama de casa.
[caption id="attachment_12719" align="aligncenter" width="1044"] Martha Pelloni a los tres años.[/caption]
«Formábamos una familia hermosa: papá, mamá y cuatro hermanos, tres mujeres y un varón», dice en diálogo con Olga Wornat en el libro Nuestra Santa Madre. Historia pública y privada de la Iglesia Católica Argentina. «Mi padre, hijo de suizos, tenía grado militar porque trabajaba para el Ejército; sentía un gran amor por la naturaleza, tenía fe y era dueño de una gran sensibilidad. Por parte de mi madre tuve un abuelo que fue médico y marino, el primer director del hospital de Puerto Belgrano».
«Me incliné por los indefensos; así fue siempre, desde pequeña», dice entrevistada por La Nación. Ella es la primera de los hermanos Pelloni. Siguen Osvaldo, María Rosa y Leticia. «Me dieron la responsabilidad de la hija mayor, que agradezco, porque me ayudó a ser madura desde la niñez».
«Me enamoré»
En la adolescencia, mientras cursaba la secundaria con las Carmelitas Misioneras Teresianas, comenzó a hacerse preguntas.
«A los 17 años me planteaba el sentido de la vida; veía todo un abanico de posibilidades y me pareció que cuando madurara un hombre me iba a quedar chico», confiesa en la charla con Olga Wornat. «Tuve noviecitos, pero siempre viví esas experiencias con un dejo de vacío, como que Dios me pedía otra cosa».
[caption id="attachment_12720" align="aligncenter" width="960"] Martha Pelloni con 22 años, justo antes de entrar al convento.[/caption]
Su papá le sugirió que esperara hasta los 22 años, entonces la mayoría de edad, para decidirse. Llegado ese momento, ingresó al noviciado, que queda en Santos Lugares.
«El Jesús del que yo me enamoré es el que vivía los valores junto con su pueblo, por eso yo creo en la Iglesia pueblo de Dios; Él no estaba sentado detrás de un escritorio», dice entrevistada por La Nación. «Mi mayor sueño es pensar en una Iglesia que camine a la par de las luchas que tienen, sufren y viven los más necesitados de cada sociedad».
«Tiempos de persecución»
Tras el noviciado, Marthita fue a San Rafael, Mendoza, a estudiar dos carreras: Filosofía y Letras, y Ciencias de la Educación.
Al comenzar la década de 1970, asumió como rectora en un colegio de la ciudad de Córdoba. «A la superiora no le entusiasmaban nuestros trabajos barriales», confiesa en la charla con Olga Wornat, en referencia al contexto politizado de la época. «En ese colegio teníamos de alumna a la hija del general Menéndez, con lo cual nos teníamos que cuidar mucho».
«Después me nombraron superiora en Goya, Corrientes, y ahí conocí a monseñor Alberto Devoto», continúa sobre su siguiente destino, que emprendió en 1976. «Apoyábamos a todos los que estaban amenazados y hospedábamos a las familias de desaparecidos».
«Nosotras pertenecíamos a la diócesis de Goya, igual que las monjas francesas a las que mató Astiz. Eran tiempos difíciles, de persecución. Yo no las conocí».
«Aprender de los mártires»
«En 1976, la congregación prestaba ayuda en el hospital de La Rioja y una de las monjas que asistió en el quirófano a la limpieza del cuerpo del obispo notó que en la nuca tenía un hueco de bala», dice Martha Pelloni, en conversación con La Voz del Interior, sobre el homicidio de Enrique Ángel Angelelli. «Cuando lo dijo, los militares las sacaron del brazo. A ella, María Teresa Marcos, enseguida la enviarían al África, pero antes de partir, en un retiro, me contó».
«Lo que más me impactó es que fuera un laico, un campesino», agrega Pelloni sobre Wenceslao Pedernera, uno de los compañeros de Angelelli asesinados. «Rescato su tarea en una cooperativa campesina», destaca. «Tenemos que aprender mucho de estos mártires; cómo llegar a los pobres», sigue. «Es trabajo de todos nosotros que los mártires no se conviertan solo en estampitas».
«Pacto con el Señor»
En 1989, apenas nombrada rectora de un colegio en Catamarca, le diagnosticaron cáncer de mamas. Angustiada, Martha pidió a Dios un poco más de vida a cambio de entregar cada minuto a los necesitados. De repente, el cáncer desapareció.
«Por ese pacto que hice con el Señor, que me regaló la salud, no puedo negarme a lo que prometí», dice en charla con La Nación; «y el caso María Soledad cambió en mí el sentido de la misión, ya que hasta ese entonces mi apostolado era solo institucional, de puertas adentro. Con María Soledad pasé a ser una mujer pública en medio de los problemas y situaciones sociales donde soy reclamada diariamente. Mi misión en la Iglesia hoy se llama pastoral social».
[caption id="attachment_12725" align="aligncenter" width="580"] Martha Pelloni en 1997 con Ada y Elías Morales durante el juicio del caso Maria Soledad.[/caption]
«María Soledad fue reclutada de una manera muy organizada», explica en diálogo con Radio Federal; «me hizo darme cuenta de que es una mafia, con drogas, boliches y con explotación sexual de las chicas que caían todos los fines de semana; para mí fue un descubrimiento».
En busca de un sueño
Después de su paso por Catamarca, Martha volvió a Goya, Corrientes, donde en 1995 creó la Fundación Santa Teresa, dedicada a las familias rurales pobres, y la Casa de los Derechos Humanos, con sede en Curuzú Cuatiá, para las víctimas del tráfico humano y la explotación sexual.
En 1997 se difundió el primer libro sobre el trabajo de Pelloni: Pecado Capital. Cómo opera la mafia del tráfico de niños en la Argentina. El autor es el periodista Gustavo Mura.
En 2008, Martha inició la Red Infancia Robada, con sede en Goya. En la actualidad, el proyecto posee medio centenar de foros dispersos por la Argentina.
En 2013, Pelloni recibió el premio Príncipe de Viana a la Solidaridad, distinción de prestigio internacional que se entrega en Navarra, España.
En 2015 salió otro libro sobre la lucha de Martha: Infancia Robada. Una lucha por la dignidad de la vida. Recopila entrevistas a ella y sus colaboradores.
En 2018, la Municipalidad de Tandil inauguró la Casa de Abrigo Martha Pelloni, destinada a mujeres que padecen situaciones de violencia en ese distrito bonaerense.
En 2019, la protagonista de esta historia se mudó de Goya a Santos Lugares. Volvió al punto de donde partió hace medio siglo, después de terminar el noviciado, en busca de un sueño.
[caption id="attachment_12717" align="aligncenter" width="1018"] Martha Pelloni en 2020 con Silvia Irigaray (a su izquierda), Silvia Fredes e Isabel Yaconis (derecha), de la Asociación Civil Madres del Dolor.[/caption]
«Actuar con valentía»
«Recuerdo a una hermana en Argentina», evoca el papa Francisco en un encuentro con religiosas de otros países reproducido por Valores Religiosos, el suplemento de Clarín.
«Una excelente persona, y todavía trabaja, tiene casi la misma edad que yo y trabaja contra los traficantes de jóvenes, de personas. Ha salvado a muchas chicas. Una religiosa comprometida, sabia, capaz de soportar las calumnias pero al mismo tiempo actuar con valentía en defensa de los más débiles».
«Los obispos debemos custodiar a esas mujeres, que son un ícono de la Iglesia», reflexiona el Papa. «Cuando hacen cosas difíciles y son calumniadas y perseguidas. Ser perseguido es la última de las bienaventuranzas, ¿no es cierto? El Señor nos ha dicho: felices ustedes cuando sean perseguidos e insultados».]]>