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Desigualdad: ¿de la democracia a la plutocracia?

El economista serbio-estadounidense Branko Milanović trabajó durante décadas como economista jefe en el departamento de investigación del Banco Mundial. Desde 2014 es profesor en la Universidad de la Ciudad de New York. Su investigación se centra en la desigualdad social.

En tiempos en los que el capitalismo rige al mundo entero, la desigualdad entre los que más ganan y los que menos perciben luce como un problema no nuevo, pero sí acuciante.

En una entrevista con Deutsche Welle, Branko Milanović remarcó que un factor especialmente importante que conduce a un aumento de la desigualdad es la transferencia intergeneracional de la misma. Se forma una especie de clase dirigente que se desmarca del resto de la población. Surge una nueva aristocracia. Esto se puede observar tanto en China como en Estados Unidos.

En EE. UU., cada vez hay más personas muy ricas que tienen tanto un gran capital, como así también altos ingresos laborales. Eso da lugar a una élite gobernante que, por un lado, es rica gracias al capital, pero también trabaja mucho, incluso más que los que menos cobran como salario. De ese modo, duplican su riqueza.

Y estas personas se casan predominantemente con quienes también tienen una buena educación y un alto nivel de ingresos. Luego, eso se transmite a los hijos. No solo heredan el capital, sino que también van a mejores escuelas y universidades, lo que les abre el camino a empleos mejor pagados. Así es como esta clase sigue reproduciéndose.

Un proceso similar está teniendo lugar en China. Lo que ocurre es que ese desarrollo a menudo pasa por las estructuras políticas. Quienes ocupan un cargo introducen a sus familiares en las estructuras, a menudo también en el ámbito del poder económico. Esto lleva a la formación de una clase que no puede ser reemplazada porque controla cada vez más los procesos políticos también. Así se reproduce la estructura de clases.

Sin embargo, la desigualdad en sí no es un problema siempre y cuando sea la muestra de las distintas capacidades de las personas y su retribución correspondiente:

Existe una desigualdad que es el resultado del trabajo o de la suerte o de una diferencia de conocimientos o de voluntad de inversión. Está bien que exista eso. Sin embargo, también existen desigualdades derivadas de los monopolios o de las diferentes posiciones de partida. Esto conduce a un debilitamiento del crecimiento.

Por ejemplo, en América Latina o en África: allí hay una gran desigualdad. Los pobres no pueden educarse, no tienen familia que los financie. Y aunque las escuelas sean gratuitas, los niños tienen que ayudar a sus familias a ganar dinero, por ejemplo en la agricultura. Es un desperdicio de recursos humanos.

¿De la democracia a la plutocracia?

Finalmente, la pregunta es si la desigualdad como la vivimos hoy puede alterar el comportamiento institucional de las personas y los países. O sea: si la democracia puede derivar en una plutocracia, es decir, al gobierno de los ricos:

Sí, definitivamente. Esto es particularmente evidente en Estados Unidos a través de la financiación de las campañas políticas. Cualquiera puede donar dinero: no sólo los particulares, sino también las empresas, los bancos, los grupos de presión, los fondos de inversión. Y cuando uno dona el dinero, suele esperar algo a cambio. Eso se hace visible en el proceso legislativo: a través de los representantes políticos que ayudaron a elegir, los grupos de presión influyen en las leyes. Así se subvierte el principio de la democracia. El poder político se va equiparando al poder financiero, y esa es la definición de plutocracia. Estados Unidos ya está en ese camino.

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