Según datos del Banco Mundial, en los últimos 40 años China sacó de la pobreza extrema a 770 millones de personas. La cifra representa más de 70% de la reducción mundial de la pobreza en ese período. En tanto, durante los siete años que Xi lleva en el poder, fueron casi 100 millones los chinos que superaron este flagelo. El cumplimiento de la meta coincide con el centenario de la creación del Partido Comunista de China, a conmemorarse en julio próximo.
De esta forma, China alcanzó con casi diez años de anticipación el objetivo de reducción de la pobreza de la Agenda 2030 de las Naciones Unidas para el Desarrollo Sostenible. De esa forma, el país se convirtió en la única gran potencia en lograr esa meta. Haber alcanzado ese objetivo es la mayor revolución social de la historia de la humanidad, tanto por su magnitud como por el relativo corto período en el que fue lograda. Nunca antes tanta gente salió de la pobreza en tan poco tiempo.
Mejora para todos
Junto con la reducción de la pobreza, cabe destacar también que el nivel de ingresos de las clases bajas ha aumentado sustancialmente. A la par, se registró una mejora significativa en el desarrollo económico y en las condiciones de vida en las áreas pobres.
Para 2049, año centenario de la creación de la República Popular China, la segunda gran meta es convertir a China en un “país socialista moderno”. El objetivo es que la nación logre tener ingresos medios equiparables a las naciones avanzadas de Occidente.
Desafíos por venir
Pese a este asfaltado camino chino en la erradicación de la pobreza extrema, el gigante asiático fronta renovados desafíos por delante. Uno de ellos es el envejecimiento de la población y el creciente proceso de migración de los jóvenes hacia las ciudades.
Patricio Giusto, director del Observatorio Sino-Argentino y docente del Posgrado sobre China Contemporánea de la UCA, la erradicación de la pobreza extrema no ha sido un trayecto fácil para China. A partir del Proceso de Reforma y Apertura, iniciado por DengXiaoping en 1978, el país tuvo que atravesar un camino plagado de dificultades, con escasa ayuda internacional.
Ocho grandes pilares
1. Planificación, metas realistas y cumplimiento de los plazos
El primer punto a destacar de la experiencia china es la seria y metódica planificación estatal, contenida en los planes quinquenales que fija el Partido Comunista. En ellos se establecen objetivos concretos y realizables, con metas y plazos muy detallados, que se suelen cumplir con rigurosidad.
Cuando esto no sucede, es común que los funcionarios a cargo de las respectivas áreas sean reemplazados y, eventualmente, sancionados por mal desempeño. Asimismo, los que se destacan por sus méritos y sus resultados suelen ser promovidos. En China hay una fuerte valoración del mérito y del esfuerzo colectivo, algo que cuesta comprender desde Occidente.
2. Estabilidad política
Probablemente el punto más puesto en cuestión. La estabilidad política que caracteriza a China claramente ha favorecido la continuidad de las políticas exitosas en materia de desarrollo económico y reducción de la pobreza. Sin embargo, en China no hay democracia y las libertades individuales sufren series restricciones.
Según recuerda el profesor Patricio Giusto, la conducción del PCC desde 1949 a la fecha «permitió la continuidad y el cumplimiento efectivo de los grandes objetivos de largo y mediano plazo». Claro, los objetivos se cumplieron sin discusión política alguna, contraponiendo miradas distintas.
3. Apertura económica gradual
A diferencia del fallido caso de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS), China se abrió al mundo de manera gradual e inteligente, a partir de 1978. El PIB, las exportaciones de manufacturas y las inversiones se dispararon a tasas inéditas en la historia, sobre todo a partir de los 90s. Esto tuvo su esperable correlato en la drástica reducción de la pobreza. Tras el inicio en 2014 de la fase económica de “nueva normalidad”, con menor crecimiento y énfasis en el mercado interno y la innovación, la pobreza siguió bajando de manera sostenida y el desarrollo económico se siguió afianzando.
4. Crecimiento con foco en el desarrollo regional
El crecimiento económico no necesariamente se traduce en desarrollo y reducción de la pobreza. Por ello, China se enfocó desde la década del ‘80 en la creación de zonas económicas especiales. También priorizó la implementación de monumentales proyectos para desarrollar la deficiente infraestructura del país. Básicamente, fue una larga marcha desde la rica zona costera del este hacia el oeste, donde se encuentran las provincias más pobres y subdesarrolladas del país.
5. La política social la define el Estado
En China el Estado no negocia con privado su organizaciones de base las políticas sociales. Es impensable que una corporación u organización privada pueda pretender ocupar el papel de intermediario entre el Estado y los pobres, como suele suceder en países como la Argentina.
Según Patricio Giusto, esto no se contradice con la necesaria reducción de los organismos y empresas ineficientes del Estado, como ha sucedido especialmente durante la era de Xi Jinping. Tampoco la primacía del Estado contradice el creciente papel que están teniendo algunas ONG en China, aunque de manera aún marginal.
6. Políticas sociales orientadas a la integración y la mejora de los servicios
En China, la mirada social del Estado está preeminentemente enfocada en la ampliación y la mejora de los servicios públicos. El objetivo es equiparar la calidad y las posibilidades de acceso para todos los ciudadanos, independientemente donde vivan.
En ese sentido, China logró una exitosa integración y desarrollo armonioso entre el campo y la ciudad, pese a grandes desafíos pendientes en ese sentido. China fijó políticas específicas para favorecer a campesinos, mujeres, minorías étnicas, desocupados, adultos mayores y niños en condición de pobreza o abandono.
7. Primero, la educación
El pueblo chino tiene una sana obsesión por la educación. Lograr una buena educación para los hijos es la máxima prioridad de los padres, quienes hacen enormes esfuerzos para acceder a las mejores escuelas y universidades. El Estado ha acompañado esa tarea mediante un notable aumento de la inversión en educación, junto con subsidios para estudiantes de áreas rurales y otras zonas desfavorecidas, alejadas de los principales centros educativos. El resultado fue que los estudiantes chinos siempre aparecen en los primeros lugares de las pruebas internacionales PISA. Además, China se convirtió en faro mundial en materia de innovación, desarrollo tecnológico y cultura emprendedora. Esto naturalmente tiene consecuencias muy positivas en el marco del combate de un país contra la pobreza.
8. Lucha contra la corrupción
Ni bien asumió el poder, el Presidente Xi Jinping lanzó una campaña sin precedentes contra la corrupción. Cientos de miles de corruptos fueron enjuiciados y encarcelados. Por supuesto, los críticos de Xi dicen que usó esa campaña para sacar del camino a adversarios. Sin embargo, es difícil creer que haya sido el objetivo primordial, teniendo en cuenta la impresionante cantidad de corruptos que cayeron, de todos los rangos (“tigres y moscas”, según la expresión de Xi).
Esa política fue complementada con un programa especial para localizar a altos funcionarios corruptos fugados al exterior. El resultado es que billones de yuanes de los corruptos fueron recuperados para los chinos, con una valoración social muy positiva de esta política. Según entienden los chinos, luchar contra la corrupción es sinónimo de luchar contra la pobreza.