¿Qué hará María?

¿Qué hará María? (episodio 9)

Las heroínas de esta crónica fueron mujeres, ciudadanas, trabajadoras y amas de casa anónimas, hasta que la tragedia les asignó un bautismo inesperado: Madres del Dolor.

Por Lucio Casarini (cronista) y Daniela Díaz Arz (ilustradora)

—En primero de polimodal empezó a salir; ya tenía 14 y como soy profesora sé que es la edad en que los varones piden hacerlo un poco más —dice Viviam María Perrone sobre su hijo Kevin Sedano—; hasta ese momento había ido a cumpleaños o fiestitas en casas de amigos; siempre alguien lo llevaba o traía; yo tenía mucho miedo porque nos habían robado cinco autos; dos veces se lo habían llevado a mi marido, Carlos; una vez le habían puesto el revólver en la cabeza a Eric, mi hijo mayor, de 16, y otra vez a Yael, la menor, de cinco; ya les habían sustraído las bicis; y yo había estado dentro de un banco en La Lucila cuando entraron a asaltar y terminaron con la vida de uno de los policías; entonces, a mis dos chicos les dije que solamente podían salir una vez por mes, que a las tres tenían que estar en casa y que tenían que ir a lugares que yo conociera.

Las dos excursiones nocturnas inaugurales de Kevin, de marzo y abril de 2002, transcurrieron sin inconvenientes; así que la experiencia podría repetirse en mayo, que traería el cumpleaños 15 del muchacho el día 27. Cuatro semanas antes de esa fecha, la tarde previa al feriado del 1º de mayo en honor de los trabajadores, el adolescente jugó un encuentro de fútbol entre chicos y grandes en su colegio, el San Nicolás de la localidad bonaerense de Olivos. Además, para sorpresa de su mamá, docente de Lengua y Literatura Inglesa en la misma institución, invitó a todos a comer pizza en su casa, ubicada cinco kilómetros al oeste, en Martínez.

—Má —le avisó el adolescente entre idas y vueltas—, voy a jugar un partido de alumnos contra profes y después los invité a todos a comer pizza.

—Sí, alrededor de diez personas venían a casa —calcula Viviam haciendo memoria—; a Kevin le brillaban los ojitos; venían el rector, el profesor de música, la gente de maestranza y otras personas del colegio que él quería muchísimo; a las nueve de la noche empiezan a tocar el timbre; eran los amigos de Kevin y a la vez mis alumnos, los profesores de Kevin y a la vez mis amigos.

Kevin celebra sus 11 años abrazado por su mamá.

Diez cuadras al este del colegio San Nicolás, mientras tanto, alguien por completo ajeno a estos personajes sacaba su Ford Escort azul oscuro del garaje para ir a un cumpleaños en el centro porteño. Su nombre era Eduardo Alexis Sukiassián, alias Eddy, y tenía 20 años. Lo acompañaban Guillermo von Gerstenberg, apodado Willy, también de 20, con domicilio en la misma cuadra, y Pablo Bereskyj, de 18, que residía dos kilómetros y medio hacia el norte y había llegado conduciendo una camioneta que había dejado estacionada en las cercanías.

La senda cantada para el trayecto del Escort era la amplia Avenida del Libertador, que orilla el contrafrente de la quinta presidencial de Olivos, situada un kilómetro y medio al sur del colegio San Nicolás, y luego recorre 15 kilómetros en igual sentido hasta su nacimiento, en el barrio porteño de Retiro. En cierta forma, los tres amigos compartían, además del paseo en automóvil, la aventura hacia el éxito probable que les auguraban las academias privadas en las que algunos años más tarde se graduarán. Eduardo estudiaba Contabilidad en la Universidad Argentina de la Empresa; Guillermo, Administración en la Universidad del Salvador; y Pablo, Economía en la Universidad Católica Argentina.

Yael atrapada sin salida en medio de Eric y Kevin.

Kevin, en su casa, en simultáneo, tal vez especularía acerca de su propio porvenir, aunque era demasiado joven para ir a la universidad. En algún instante, durante la cena con sus amigos, habrá recordado con emoción que el sábado posterior sería baterista de la comparsa que animaría la celebración del día de la familia en el jardín de infantes del colegio. En el público estarían Viviam, Carlos y la pequeña Yael, que era alumna y cuya admiración el muchacho estaba empeñado en conquistar.

—Má —le había dicho el adolescente con frenesí—, me eligieron para que toque en la murga el sábado, Yael me va a ver tocar para su fiesta.

—Lo habían convocado para la banda del colegio —refiere Viviam—; mis alumnos y su profesor, Raúl Parlagreco, lo ayudaban porque el y uno de sus mejores amigos, Guido, eran los más chiquitos; hizo dos obras de teatro donde no podíamos creer cómo tocaba.

Kevin jugando con Carlos, su papá.

Casi agotadas las pizzas, mientras el aroma a masa, jamón y queso horneados llenaba la atmósfera y los jóvenes compartían entre carcajadas su momento de mayor batahola, Kevin se asomó tímidamente a la cocina, donde estaban los adultos. El adolescente vestía remera lisa naranja, vaquero celeste y zapatillas azules de lona. Llevaba una cadenita con el escudo de River en el cuello, y una pulsera de pelotitas cerámicas blancas y rojas, los colores del club, en la muñeca derecha.

—Má, vamos a salir todos juntos.

—¿Adónde?

—A Olivos, cerca de la quinta presidencial.

—¿A qué hora vuelven?

—A las tres.

—¿Cómo vienen?

—En remise y para que no quede uno solo de nosotros en el auto, primero lo dejamos a Gonza y después yo me voy a dormir a lo de Fede.

—Kevin, ya saliste para el mes de abril.

—Mayo, es casi mayo, dejame, dale.

—Por qué no lo iba a dejar —reflexiona Viviam sobre aquel diálogo final con su hijo—; era buen alumno; no tenía problemas con nadie; vino a la cocina a despedirse de Carlos, de mí y de los profesores que más quería, y fue la última vez que lo vimos con vida.

La noche estaba cubierta de nubes y un viento suave soplaba del noreste. Kevin partió en remise con el resto de los chicos hacia la discoteca Xai Xai, que incluía una matiné para menores de entre 12 y 17 años hasta las dos. El boliche estaba tres kilómetros al sureste del colegio San Nicolás, a un centenar de metros de la costanera del Río de la Plata, y a un kilómetro y medio de la mansión en la que Eduardo Duhalde, jefe de Estado argentino, quizás permanecía en vela agobiado por una de las peores crisis de la historia nacional.

Terminada la matiné, una vez fuera de la discoteca, Kevin y cinco amigos —dos mujeres y tres varones— cruzaron a la remisería de enfrente. Debido a que excedían el número permitido de pasajeros y había un solo vehículo disponible, decidieron darles la prioridad a las chicas, que se despidieron acompañadas por uno de los muchachos. Se quedaron Kevin, Federico Rao y Gonzalo Mazza, que, según habían acordado con la madre del primero, debían volver juntos.

—Como no había remise —recuerda Viviam—, pidieron el teléfono para avisar a algún familiar, pero no se lo prestaron, entonces decidieron caminar.

Primero hicieron dos cuadras hasta Libertador y luego otras siete, pasando junto al muro trasero de la quinta presidencial, hasta el empalme con la calle Corrientes. Al llegar a esa esquina, se toparon con una pandilla juvenil que los superaba en número y les pidió, amenazante, las zapatillas y los buzos. Ágiles de reflejos, los tres amigos corrieron. Gonzalo adelante, después Federico y por último Kevin, el de menor contextura física. Al llegar a la siguiente intersección, con la calle Sturiza, Federico se lanzó a la vereda opuesta de Libertador, donde había un bar abierto, mientras la avenida estaba desierta de tráfico. Gonzalo siguió de largo, porque vivía de este lado. Kevin venía atrás. Pero los agresores se encontraban lejos.

Eduardo Sukiassián, tras despedirse del cumpleaños en el centro porteño, experimentaría, regresando en sentido norte por la Avenida del Libertador, con mayor o menor conciencia, la sensación de placer y poder que genera el manejo de un vehículo veloz y confortable. Guillermo von Gerstenberg venía en el asiento del acompañante y Pablo Bereskyj en el de atrás. A la altura del barrio de Palermo, habrán bordeado el Jardín Zoológico, el Monumento de los Españoles, el Rosedal y el Hipódromo. Más adelante, habrán divisado el estadio de River Plate y posteriormente la confluencia con la avenida General Paz, donde termina la capital argentina y empieza la provincia de Buenos Aires.

Cuando el Ford ingresó en la localidad de Olivos, lo hizo dentro de la llamada onda verde; o sea, superando los semáforos al mismo ritmo con que tomaban ese color. En aquel tramo la avenida tiene ocho andariveles, cuatro de ida y cuatro de vuelta. Como llevaba cierta velocidad, el auto debía ir a la izquierda, que es el lado de mayor rapidez. Sin embargo, en algún momento se desvió hacia la derecha hasta ubicarse en los primeros carriles, tal vez para sortear otros vehículos.

«Veníamos a más de 60 cuando el otro coche nos sobrepasó por el lado derecho a muchísima velocidad», dirán un conductor y su esposa. Eran pasadas las tres de la mañana. Eduardo Sukiassián acababa de rebasarlos por el lado ilegal y excediendo de forma notoria el límite de 60 kilómetros por hora.

Una fracción luego de atravesar el empalme de Libertador y Corrientes, los ocupantes del Escort divisaron a un transeúnte 50 metros delante de su trayectoria. Era Kevin, que daba los primeros pasos en el asfalto. El muchacho habrá escuchado la queja aguda del caucho sobre la acera y habrá visto el fogonazo de dos luces dirigidas hacia el. El Ford lo impactó con la trompa y el parante izquierdo, enganchó sus riñones con el espejo retrovisor, y lo impulsó hacia adelante y hacia abajo. La víctima golpeó con la cabeza en el pavimento y quedó desvanecida sobre el segundo carril de Libertador, algunos metros después del cruce con Sturiza.

El escenario. Línea blanca: recorrido a pie de Kevin y sus dos amigos. Marca 1: discoteca Xai Xai. Marca 2: Avenida del Libertador y Corrientes; Kevin y sus amigos empiezan a correr. Marca 3: Avenida del Libertador y Sturiza; Sukiassián atropella a Kevin (Google Maps).

El automovilista que viajaba con la señora se detuvo en el lugar y, una vez que la mujer descendió para auxiliar al herido —sin éxito, pues ella sufrió un ataque de nervios y comenzó a gritarle a Federico—, fue en busca de Sukiassián, que se había detenido entre 150 y 200 metros más adelante, y anotó la sigla DAM 149 de la patente del coche que había embestido a Kevin. El hombre acababa de obtener el indicio decisivo del caso.

—La primera atención sanitaria fue improvisada por un estudiante de Medicina que se encontraba en otro vehículo —dice Viviam sobre testigos clave adicionales—; las pesquisas fueron iniciadas informalmente por un alumno de Derecho que también detuvo su auto y recogió las identidades y los números telefónicos de varios observadores directos; durante el proceso oral y público, estas dos personas darían testimonio en condición de médico y abogado, respectivamente.

Bereskyj se habría bajado del coche y se habría ido caminando. Sukiassián y Von Gerstenberg habrían permanecido en el rodado, que siguió camino y se perdió en la noche. Esa misma semana, los dos últimos fueron vistos esquiando en Lake Tahoe, Estados Unidos. Kevin agonizó hasta el 8 de mayo, cuando expiró.

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El escenario. Kevin quedó tirado inconsciente más o menos en el punto amarillo (Google Maps).

—Me avisó Federico, el amigo de Kevin, cerca de las cuatro —dice Viviam—; me llamó con un teléfono que le prestaron; cuando llegué, mi hijo estaba tirado en la calle, a punto de ser subido a la ambulancia.

La madre interrumpe por un momento su narración para traer varios álbumes de fotos que apoya sobre la mesa. La serena amabilidad de su menuda presencia de piel morena, cabello negro ondulado y enormes ojos castaños contrasta, en cierta manera, con su titánico espíritu de lucha. Es miembro pionera de la Asociación Civil Madres del Dolor, y voluntaria de la Agencia Nacional de Seguridad Vial y la Asociación Civil Familias de Esperanza.

Por la ventana de la cocina comedor del chalet de dos plantas con tejas francesas y ladrillos vistos colorados se contempla el césped del patio, la ropa que cuelga del tendedero y una cucha de fibra de vidrio blanca con techo a dos aguas también rojo. Aquí duerme Puppy, la mascota de la casa, un perro golden marrón que desde hace varias temporadas ocupa el lugar de Apestoso, un siberiano de pelaje negro con cara y patas blancas que vio crecer a los chicos y un día se escapó o se perdió. El Volkswagen Gol verde musgo de la mujer, estacionado en la calle, luce en la ventanilla trasera derecha el retrato sonriente del hijo asesinado, de piel morena, ojos castaños enormes y mirada rebosante de picardía. Es un cartel idéntico al que Viviam suele llevar colgando con un cordón de su cuello. “Mi Negrito”, le dice la madre. La similitud entre ambos es formidable.

Después de la tragedia, Viviam se convirtió en principal detective del caso. Que el conductor del Escort viajó a esquiar a Lake Tahoe fue descubierto por ella.

—Me enteré de una manera sorprendente; una exalumna mía estaba en California trabajando en un centro de ski y me escribió un mail: Viviam, acá están Eduardo Sukiassián y un amigo que vinieron a esquiar; gracias a ella pude saber que el padre lo había sacado del país junto a Guillermo von Gerstenberg; tardaron 20 días en volver; quizás tenían miedo de que los metieran presos; en esos días pasé por la casa de Sukiassián y vi el vehículo; no le saqué fotos porque pensé que, así como yo, la Policía lo habría registrado; cuando revisé la causa, me di cuenta de que el auto ya no tenía los mismos golpes; había fotos presentadas por el abogado, con retoques; posteriormente escuché declarar a uno de los amigos de Sukiassián, que afirmó que Kevin cruzó y volvió, y que mi hijo chocó el Ford y no este a el; entonces pensé: acá algo anda mal; empecé a hablar con la gente en la calle y quien me pasó toda la información es un hombre de la garita de seguridad en la esquina de la casa de Sukiassián; me contó cómo arreglaron las abolladuras; quiénes eran los otros dos chicos; cómo esa noche hicieron todo lo posible para limpiar el Escort; que la Policía fue recién dos días después; que la familia de uno de los amigos recibió a la Policía, pero los Sukiassián no.

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El entorno de Kevin denuncia copiosas deficiencias en la investigación. Como dijo la mamá, la Policía fue al domicilio del victimario con dos días de demora, a pesar de que la identidad fue establecida en el momento gracias a que alguien anotó la patente. En consecuencia, se perdieron, entre otros indicios fundamentales, la pericia sobre el Escort y el test de alcoholemia sobre el conductor. De todas formas, este se encontraba ausente cuando le tocaron el timbre, pues viajaba hacia la nieve californiana. Por otro lado, las fotos del estado en que quedó el coche fueron presentadas por el abogado de Sukiassián, en vez de por la Policía. Además, la pericia sobre el auto fue ordenada con seis meses de demora; para entonces, el vehículo había sido reparado y vendido, y tuvo que ser reclamado al nuevo titular, una mujer ignorante de la tragedia y sus pormenores.

Asimismo seis meses demoró el expediente en notificar la muerte de Kevin. Por otra parte, cuánto patinó el rodado antes de embestir a la víctima también quedará en el misterio, porque los peritos fueron a la escena con una postergación de diez meses; entonces, obviamente, las huellas se habían borrado. Idéntico tiempo de espera, diez meses, experimentó el video de la cámara de seguridad de la estación de servicio Shell de Libertador y Corrientes; cuando los investigadores lo solicitaron, la cinta había sido regrabada. En simultáneo, el homicida siguió con su existencia como si nada hubiera ocurrido: nunca fue detenido, ni se le quitó el auto y continuó manejando. Además, fue citado a declarar recién dos años después del hecho y se negó a hacerlo. Como si fuera poco, el proceso tardó cinco años en llegar a juicio.

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Eduardo Sukiassián —derecha— en el juicio con su abogado Mariano di Meglio.

A pesar de tantos obstáculos, ante los jueces se impuso el relato de los numerosos testigos presenciales. El Tribunal Oral Criminal 7 de San Isidro condenó en 2007 de forma unánime a Eduardo Sukiassián a tres años de cárcel efectiva como autor de homicidio culposo agravado y lo inhabilitó para conducir por una década.

«Manejaba a más de 60 kilómetros por hora por Libertador y Sturiza, pasadas las tres del 1° de mayo, cuando embistió a Kevin; manejaba de forma imprudente, sin prestar atención, con exceso de velocidad y se fugó», sintetiza el veredicto redactado por Mónica Carmen Tisato, presidenta del cuerpo. «El voto por la cárcel fue por la actitud de indiferencia de Sukiassián en el juicio y durante los cinco años que duró el proceso», agrega el dictamen de Federico Ecke, otro de los magistrados; «la pena debe ser ejemplificadora, de modo que en los casos en que los conductores manejen con exceso de velocidad, atropellen y maten a transeúntes y ni siquiera paren para auxiliarlos, sepan que pueden terminar en la cárcel».

El criminal fue invitado a exponer su versión de los hechos tanto al comienzo como al término del pleito; en ambas ocasiones eligió el silencio.

Ford Escort similar al que embistió a Kevin (Autos.com.ar).

«Volvíamos de bailar y cuando caminábamos por Libertador y Corrientes un grupo intentó robarnos y escapamos corriendo», dijo Gonzalo Mazza; «corrí hasta que oí una frenada y un golpe; entonces, como no estaba ninguno de los asaltantes cerca, regresé, vi a Kevin tirado en el pavimento y el coche que lo chocó que huía», siguió. «Tras el intento de robo corrí junto a Kevin detrás de Gonzalo, pero por la calle; crucé Libertador y escuché un fuerte golpe y al darme vuelta ví el coche y a Kevin que quedaba tirado», narró Federico Rao. «Yo venía junto a un amigo en una camioneta detrás del auto de Sukiassián», relató otro testigo; «de repente apareció una persona corriendo y este auto lo levantó por el aire y después siguió su camino; nosotros paramos y llamamos a una ambulancia».

«La muerte de la víctima fue provocada por una hemorragia cerebral masiva, producto del golpe contra el pavimento», determinó Carlos Bergman, perito médico; «por las heridas en los riñones, Kevin fue golpeado por el espejo retrovisor izquierdo del auto, enganchado y arrojado hacia adelante y hacia abajo», estableció. «Los dos amigos de Sukiassián dijeron haber visto a Kevin 50 metros antes del lugar del hecho; no se trató de un cruce imprevisto», destacó Claudio Mazaira, abogado de Viviam Perrone. «Sukiassián actuó con absoluto desprecio por la vida de Kevin, al atropellarlo y no auxiliarlo», acusó el fiscal Franco Servidio; «se detuvo unos 150 o 200 metros más adelante y desapareció de la escena; el castigo no debe estar cercana al mínimo [tres años de cárcel], sino al máximo [cinco] de la escala penal».

Claudio Mazaira, abogado de Viviam, hablando con Marta Canillas, miembro de la ACMdD.

Von Gerstenberg y Bereskyj fueron procesados por falso testimonio. Ambos se desdijeron mientras intentaban argumentar que, contra la declaración de los otros testigos e incluso contra las leyes de la física, fue el agredido quien embistió el vehículo, que Sukiassián circulaba respetuoso de las normas de tránsito y que los ocupantes del Escort se quedaron junto al atropellado.

«Manejé el auto hasta la casa de Eduardo, que volvió caminando», declaró Von Gerstenberg. «Volví caminando solo a buscar mi camioneta», lo refutó Bereskij, sin aclarar por qué se bajó del coche ¿En desacuerdo o protesta hacia sus amigos? «Mintieron al afirmar que se habían acercado a la víctima luego del choque», evaluó el fiscal Servidio. «Parece acomodar su memoria», se exasperó María Cohelo, colega de Tisato y Ecke, repetidamente ante los amigos del acusado, que contestaron numerosos «no recuerdo» y dejaron considerables lagunas.

«Yo soy el malo, defiendo al asesino, como dicen los carteles que están abajo», protestó Mariano di Meglio, abogado de Sukiassián, en referencia a algunas pancartas del entorno de la víctima; «los amigos del acusado afirmaron que se detuvieron para auxiliar al caído; no ganaban nada con mentir; Kevin se puso en peligro por cinco atorrantes que lo venían corriendo, pero por eso no podemos condenar a Sukiassián», aventuró; «le quedó un vidrio en el ojo y quería llegar al hospital», justificó la fuga de su cliente, confirmándola, pulverizando de manera fenomenal su propia argumentación, contradiciendo a Von Gerstenberg y rebatiendo también todas las demás exposiciones, ninguna de las cuales recordó la presunta herida ocular ni cristales rotos en la escena.

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Viviam pinta una estrella amarilla, símbolo de las tragedias viales, en el escenario del crimen.

Eduardo Sukiassián, luego del fallo, pasó dos días en el calabozo de la Comisaría Primera de San Isidro y fue trasladado a una celda común compartida con otro preso en la cárcel de Ituzaingó, al oeste del Conurbano.

—No hablé durante el juicio oral por mi estado de nerviosismo —se escuchó su voz por única vez ante las autoridades; fue en el mismo Tribunal Oral Criminal 7, tras dos meses de confinamiento, para solicitar la prisión domiciliaria; dijo unas pocas palabras, sin precisiones sobre la tragedia—; lamento la muerte de Kevin, la lamenté y la lamentaré toda mi vida.

—Cumplí con los seis meses de encierro que te faltan —le contestó allí mismo Viviam Perrone.

El recluso, según las normas, podía pedir la excarcelación a los ocho meses de castigo; sin embargo, de forma inexplicable, se la otorgaron en ese momento. Medio año más tarde, en otra decisión controvertida, le dieron la libertad condicional. Ambas medidas fueron aprobadas con la disidencia de uno de los jueces, Federico Ecke. Envalentonada por el enigmático giro del tribunal, la defensa del homicida apeló hasta las últimas consecuencias. Esto llevó el caso a todas las instancias judiciales, que, no obstante, una a una, ratificarían el laudo. La sentencia fue revalidada en 2011 por la Corte Suprema de la Nación, que por primera vez examinó un crimen vial. “El recurso extraordinario es inadmisible”, dice el fallo en respuesta a la solicitud de Sukiassián. El dictamen estiró además hasta 2019 la veda para conducir. Sin embargo, el sujeto nunca completaría su confinamiento, amparado en sucesivos planteos, admitidos sin excepciones por los estrados inferiores.

Kevin tocando la batería en el colegio San Nicolás.

—¿Quién es Sukiassián para que nadie lo pueda detener?; la Corte Suprema confirmó la pena y debe cumplirla —se indigna Viviam—; me harté de que León Arslanián, que durante la investigación por el homicidio de mi hijo fue ministro de Seguridad de la provincia, levantara el teléfono para cuidar al asesino y frenar la causa una y otra vez —denuncia, revelando una pista de cómo el causante de la tragedia de su hijo puede burlar un fallo de la instancia máxima.

De acuerdo con esta conjetura, la estrategia jurídica del reo se apoya en un aliado prodigioso. León Carlos Arslanián, una de las figuras más acreditadas del derecho argentino, es titular del estudio para el que trabaja Germán González Campaña, profesional graduado en la Universidad de Harvard que asumió la representación jurídica del convicto luego del proceso oral. Arslanián, efectivamente, ocupó el cargo de ministro de Justicia y Seguridad bonaerense, y en dos períodos, 1998-1999 y 2004-2007. Asimismo, entre 1991 y 1993, fue ministro de Justicia de la Nación. Por añadidura, en 1985, en el rol de presidente del juicio a las Juntas Militares, fue el encargado de leer para el mundo la condena de los máximos responsables de la última dictadura.

Fuentes

Las charlas del cronista con la mamá de Kevin han sido numerosas. Igual que con Claudio Mazaira, su abogado, y el resto de los miembros de la ACMdD.

El indagador ha coincidido asimismo con otros actores sensibles. Por un lado, con Eric y Yael, hermanos de Kevin, y Elda y Walter —alias Cacho—, los padres de Viviam, entre distintos parientes. Por otro, con Alicia Gentile, amiga de ella, y más allegados.

En simultáneo, el autor ha frecuentado a deudos de más víctimas de la violencia que son compañeros de camino de la mamá de Kevin: Vicky y Guillermo Bargna, padres de Soledad; Alberto Lebbos, papá de Paulina; Raquel y Jorge Witis, padres de Mariano; María Cristina y Enrique Schott, padres de Juan Enrique; Teresa Mellano, madre de Paolo; Guillermo Álvarez, hermano de Marcos; Alicia Soria, mamá de Rodrigo; Noemí Cardozo, mamá de Matías, alias Pato; María y Débora Monti, mamá y hermana de Eric; Ema Cibotti, mamá de Manuel Lischinsky; Zulma Tarditti, mamá de Hernán Ferreyra Pinto; Cristina Guarinos, mamá de Andrés; Gloria Domínguez, mamá de Fanny; Mónica Ferreiro, mamá de Francisco Vrech; Marcela Dib, hermana de Leila; Sergio Levin, papá de Lucas; entre muchos otros.

Además del recorrido de los escenarios cruciales, la reconstrucción del drama demandó consultar la causa judicial —el expediente del Tribunal Oral 7 de San Isidro (Sedano-Sukiassián…) y el de la Corte Suprema (Sukiassián, Eduardo…)—, la prensa y el resumen meteorológico («El tiempo», La Nación), que predice una jornada parcial o mayormente nublada, una temperatura máxima de 19 grados y viento noreste de hasta 25 km/h.

Algunos escritos ayudaron a completar el marco: el de Alicia Irene Rebollar (cap. 2); el de Cecilia de Vecchi (cap. 3); el del Colegio San Nicolás (AAVV…, 2003), que incluye un texto escrito por Kevin; y el de Caruso/Szeta/Etcheves (pp. 178 y 179).

La relación entre velocidad, placer y poder es objeto de análisis frecuentes y variados. Pierre Emmanuel Barjonet, psicólogo francés especialista en tragedias viales, ha destacado la influencia del placer (Algunas cuestiones…). Mariana Valtierra, periodista mexicana experta en automovilismo, menciona la saga cinematográfica Rápido y furioso como retrato de la sensación de poder (Publimetro.com.mx).

Que el Escort volvía de un cumpleaños en el centro fue dicho por Sukiassián (Indart, Ramón…, Perfil.com); que iba en onda verde, por González Campaña («El caso…», Página 12); ambos testimonios serán transcriptos en el próximo capítulo.

El proceso oral y público tuvo amplio desarrollo de la prensa: («Comenzó el…», La Nación; «Los testigos…», Télam; Capiello, Hernán…, La Nación, 8/3/2007; «Piden cinco…», Clarín; «Piden cinco…», Página 12; Capiello, Hernán…, La Nación, 9/3/2007). Igual que la condena de Eduardo Sukiassián (Capiello, Hernán…, La Nación, 15/3/2007; Downes, Patricio…, Clarín; «Prisión efectiva…», Página 12) y la posterior reducción del castigo («Atropelló, lo…», Clarín; «Kevin»…, Página 12; «Prisión domiciliaria…», La Nación; «A cumplir…», Página 12; «En San…», La Nación).

Fueron noticia, asimismo, el veredicto de la Corte Suprema de Justicia («Detención en…», Página 12; «El responsable…», Clarín; «Fallo de…», La Nación) y una serie de reclamos de Viviam en los tribunales de San Isidro para pedir la detención del condenado (por ejemplo: «La mamá…», Télam).

El homicidio culposo agravado por uso de automotor figura en el Código Penal (artículo 84) y los límites de velocidad en la Ley 24.449/1994 (artículo 51), que establece la máxima para zonas urbanas en 40 y 60 km/h, en calles y avenidas, respectivamente.

La trayectoria de León Carlos Arslanián está en la página del estudio jurídico (Estudioarslanian.com.ar) y su historial académico (Facultad de Derecho…). Germán González Campaña es presentado igualmente en el sitio del bufete. El dictamen del juicio a las Juntas es un documento histórico (Cámara Nacional…).

Bibliografía

Libros

AAVV. Realidades compartidas. Saint Nicholas School. 9no año, 2001-2002. Carolina Bengochea, coordinadora. Imgraf, Olivos, 2003.

Caruso, Liliana; Szeta Mauro; y Etcheves, Florencia. No somos ángeles. Detrás de la escena del crimen. Marea, Buenos Aires, 2013.

De Vecchi, Cecilia. En tu nombre. Dunken, Buenos Aires, 2015.

Academia

Barjonet, Pierre Emmanuel. Algunas cuestiones sobre la velocidad desde el punto de vista de la psicología y la seguridad vial. Papeles del psicólogo (vol. 49), Madrid, 1991 (revista del Instituto Nacional de Investigaciones sobre los Transportes y su Seguridad. Laboratorio de Psicología Conductual). En Papelesdelpsicologo.es.

Facultad de Derecho, Universidad de Buenos Aires. León Carlos Arslanián, director (curriculum vitae). Programa de Actualización en Políticas Públicas de Seguridad. En Derecho.uba.ar, s/f.

Rebollar, Alicia Irene. Mucho más que dolor y lazos de sangre. El activismo de las víctimas en la Asociación Madres del Dolor (tesis de licenciatura en Antropología Social, Universidad Nacional de San Martín). Dunken, Buenos Aires, 2019.

Documentos

Causa 13/1984. Juicio a las Juntas Militares. Cámara Nacional de Apelaciones en lo Criminal y Correccional. República Argentina. Sentencia del 9/12/1985.

Ley 24.449/1994. Tránsito. República Argentina. Artículo 51. Límites de velocidad.

Ley 27.347/2016. Reforma del Artículo 84. Código Penal. República Argentina.

S/causa 109.559. Sukiassián, Eduardo Alexis. Corte Suprema de Justicia. República Argentina. Sentencia del 23/6/2011.

Causa 282/2002. Sedano-Sukiassián. Tribunal Oral Criminal 7 de San Isidro. Provincia de Buenos Aires. Sentencia del 14/3/2007.

Prensa

«A cumplir la pena en casa». Página 12, Buenos Aires, 30/5/2007.

«Atropelló, lo condenaron y ahora piden la libertad». Clarín, Buenos Aires, 24/5/2007.

Capiello, Hernán. «Dejan dudas testigos del caso Sedano». La Nación, Buenos Aires, 8/3/2007.

——————. «Piden cinco años de cárcel para un acusado». La Nación, Buenos Aires, 9/3/2007.

——————. «Tres años preso por matar con su auto». La Nación, Buenos Aires, 15/3/2007.

«Comenzó el juicio por un accidente emblemático». La Nación, Buenos Aires, 7/3/2007.

«Detención en el caso Kevin». Página 12, Buenos Aires, 26/9/2011.

Downes, Patricio. «Fallo inédito: tres años de prisión para un conductor que mató a un chico». Clarín, Buenos Aires, 15/3/2007.

«El caso de Kevin Sedano». Página 12, Buenos Aires, 23/8/2011.

«El responsable de la muerte de Kevin deberá volver  la cárcel». Clarín, Buenos Aires, 28/6/2011.

«El tiempo». La Nación/Economía y Negocios, Buenos Aires, 30/4/2002.

«En San Isidro». La Nación, Buenos Aires, 2/12/2007.

«Fallo de la Corte por Kevin Sedano». La Nación, Buenos Aires, 29/6/2011.

Indart, Ramón. «El joven que mató a Kevin Sedano rompe el silencio». Perfil.com, Buenos Aires, 25/8/2011.

«Kevin». Página 12, Buenos Aires, 21/5/2007.

«La mamá de Kevin Sedano se instaló en la puerta de los Tribunales de San Isidro para reclamar la detención del conductor que mató a su hijo». Télam, Buenos Aires, 16/8/2011. En Terra.com.ar.

«Los testigos complican al acusado de atropellar y matar a Kevin». Télam, Buenos Aires, 7/3/2007.

«Madres de víctimas de delitos repudiaron al juez Barroetaveña». Lanacion.com.ar, Buenos Aires, 27/4/2004

Moreno, Liliana. «Dos madres luchan para que las muertes de sus hijos no sean en vano», Clarín, Buenos Aires, 17/5/2004.

«Piden cinco años de prisión para automovilista». Página 12, Buenos Aires, 8/3/2007.

«Prisión domiciliaria al joven que mató a Kevin». La Nación, Buenos Aires, 30/5/2007.

«Prisión efectiva para el hombre que atropelló a un chico y lo abandonó». Página 12, Buenos Aires, 15/3/2007.

«Protesta en San Isidro». La Nación, Buenos Aires, 28/4/2004.

Valtierra, Mariana. «Razones por las que pisar el acelerador es adictivo para muchas personas». Publimetro.com.mx, México, 9/12/2019.

Internet

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Poema

¿Qué hará María? En la tierra / ya no se arraiga su vida / ¿Dónde irá? Su pecho encierra / tan honda y vivaz herida, / tanta congoja y pasión, / que para ella es infecundo / todo consuelo del mundo, / burla horrible su contento; / su compasión un tormento; / su sonrisa una irrisión.

Estos versos del poema La cautiva, de Esteban Echeverría, rinden homenaje a las mujeres que padecen la violencia ejercida sobre ellas y los suyos. Las heroínas de la presente crónica fueron ciudadanas, trabajadoras y amas de casa anónimas, hasta que la tragedia les asignó un bautismo inesperado: Madres del Dolor.

Citas y signos

La forma de reproducir los dichos de otros suele cambiar con los autores, los géneros y las tradiciones. Por eso, quizás sea útil explicitar el criterio aplicado en esta narración, que involucra dos signos ortográficos:

  1. El guión de diálogo o raya (—): Acompaña las declaraciones recogidas personalmente; esto quiere decir, producto del contacto del autor (también podría ser un colaborador suyo) con alguien; sea cara a cara o mediante algún sistema de comunicación, como por ejemplo el teléfono o internet. Estas citas son directas cuando refieren palabras del propio entrevistado e indirectas cuando reproducen los dichos de alguien contados por un tercero. Una función alternativa de la raya en la presente crónica es encerrar conceptos u oraciones aclaratorios.
  2. La comilla («): Se ha aplicado en las alocuciones extraídas de distintos registros materiales. La bibliografía anexa propone estas categorías: libros, academia, documentos, prensa, internet y audiovisual. Es el único cometido de la comilla en la historia.
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