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"Mentime que me gusta (¡y lo necesito!)"

Las supuestas mujeres que se embarazan «para cobrar un plan», los planes sociales «que se van por la canaleta de la droga y el alcohol» y «los inmigrantes que vienen a robar» constituyen mentiras lejanas de la realidad social argentina. Son falsedades que buscan justificar un represente que no convence e imponer un futuro a fuerza de mitos.
Puede ser la campaña electoral. Puede ser este momento de posverdad a flor de piel que todo se transforme en cierto aunque no lo sea. Pero más allá de ellos, hay creencias populares que se arraigan aun cuando no son ciertas. O más bien digamos: se transforman en verdaderas aunque sean mentira.
El episodio más reciente fue el protagonizado por la integrante de Pimpinela, Lucía Galán. La artista, una autoreconocida voluntaria social en pos de niños de escasos recursos, dijo que hay jóvenes se embarazan para cobrar la Asignación Universal por Hijo (AUH). Sus palabras despertaron una catarata de críticas desde el progresismo. Y un llamativo apoyo tibio desde los sectores más conservadores. ¡Lo bien que hicieron en no bancarla en sus dichos...! lo que dijo no es cierto como fenómeno generalizado, más allá de que haya algunas jovencitas que prioricen lo económico al momento de embarazase.
La base datos oficial de ANSES arroja estos resultados:

  • En el año 2016, el 79,3% de los titulares de pensiones AUH tenían un máximo de dos hijos a cargo.
  • Las mujeres con 1 sólo hijo superan apenas al mitad: 51,2%.
  • Las que tienen más hijos, 5, que es el tope de asignaciones que se pueden recibir representan apenas del 2,4 por ciento.

Lejos de la creencia popular de un sector de la población argentina,esto de «embarazarse para vivir de los hijos» no se ajusta a la realidad.

Algo parecido había sucedido apenas la asignación universal por hijo empezó a otorgarse. Ya hemos citado incluso a ese dirigente político que vaticinaba que el beneficio iba a ir a parar a la canaleta de la droga y el alcohol.

Más allá y de ese temerario vaticinio, un estudio conjunto de ANSES, UNICEF, la Universidad de Buenos Aires y la de la Plata fue concluyente: la Asignación Universal por Hijo permitió atacar el flagelo de la indigencia entre los sectores más postergados de nuestra sociedad. Y que el beneficio, que alcanza a 4 millones de argentinos, lejos de alimentar la especulación de “vivir de un plan” no desalentó la búsqueda laboral, más allá de que en la actual crisis los puestos de trabajo faltan más que lo que sobran.

Pasando en limpio, la Asignación Universal por Hijo llevó mejoras a los sectores más castigados de nuestra injusta Argentina.  Una medida tomada en su momento por el kirchnerismo ante el reclamo de la oposición y sostenida hoy en tiempos de Cambiemos. La AUH es hoy una de las pocas y verdaderas políticas de Estado.

Si son puntillosos seguidores nuestros recordarán estas palabras. Nos pareció oportuno reiterarlas para seguir espantando fantasmas sociales, inexistentes por cierto.

Volviendo al impacto social de la AUH vemos que el universo de beneficiarios es de 4.279.685 personas. Cuando se repasa el sexo de los titulares el porcentaje es llamativamente elevado para las mujeres: 98 por ciento de madres, apenas 2 por ciento de padres.

Reflexionando un poco sobre estos números, digamos que casi todos los titulares de Asignaciones Universales sean mujeres no es sorpresa. Es que el desempleo golpea especialmente a las mujeres, sobre todo cuando son jóvenes. Y si tienen trabajo seguramente será uno precario, o directamente en negro. Si hay mujeres que se quedan en su casa, no solo se puede atribuir esto a la supuesta vagancia, sino a una oferta labora para ellas que no existe o si está presente en magra.

Otra realidad para echar por tierra un mito.

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Un fenómeno parecido (esto de que una mentira sea verdad) ya la hemos discutido. Es el de la inmigración y el delito.

Un trabajo puntilloso del colega Pablo Gentili en el diario El País de España refleja la preocupación internacional por la decisión del gobierno argentino de transformar al extranjero en un eventual hacedor de delitos. Se trata del paradignma llamado «Minority Report», que es el nombre de la película de Steven Spielberg, protagonizada por Tom Cruise y Colin Farrell. El film cuenta la historia de un grupo de policías del futuro que tenían capacidades mentales para predecir un crimen. Trasladado el concepto a la política migratoria, la nueva normativa argentina contempla la expulsión de un extranjero ante la presunción de que pueda cometer un delito.

Este prejuicio, claro, se da en un contexto de muy baja incidencia de la condición de extranjero en el delito local. El 6 por ciento de la población carcelaria tiene otras nacionalidades, un porcentaje apenas superior al total de inmigrantes que vive en el país que se ubica en el 4,6 por ciento. El extranjero, depende las circunstancias, se convierte en un chivo expiatorio que todo lo explica aunque no lo justifique.

La mirada prejuiciosa sobre el inmigrante tiene antecedentes no tan lejanos en el tiempo, en la historia argentina. En tiempos del menemismo, el oficialismo de entonces agitó el fantasma de los inmigrantes arrebatando puestos de trabajo a los argentinos. Una teoría absolutamente infundada, basada solo en el prejuicio llevado al extremo como herramienta de cohesión política de los nativos, ante el destrozo del sistema productivo y la debacle del mundo del trabajo.

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Las mentiras pueden seguir. En tiempos del kirchnerismo las hubo, claro. Una de ellas fue la supuesta oligarquía terrateniente que se robaba las riquezas de los pobres. En plena explosión política por la resolución 125 el oficialismo K apuntaba sus dedos contra el campo como el dueño grandes fortunas, avaro en extremo ante las retenciones. Lo que el kirchnerismo de época no vio y no quiso ver fue que en realidad el campo del siglo XXI tiene poco que ver con el del siglo XIX. El campo hoy es una compleja trama de clase media, más baja y más alta, que nació, vive y subsiste al calor del negocio de los granos y del ganado. El kirchnerismo creó su propio relato de época basado en la mentira de la oligarquía campestre.

Y ni que hablar de la negación de la inflación, otra mentira que en su momento era poco creíble y menos aún hoy.

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Si hablamos de mentiras, digamos que ellas  son mentiras, aunque esto suene redundante y perogrullesco.

Por alguna razón hay mentiras que, vaya a saber uno por qué, son creídas como verdades en tiempo y forma,por grupos sociales que ante la evidencia de un presente adverso, se inventan un futuro no-verdadero, posible pero inexistente.

Mentir no es necesariamente un acto ominoso; a veces es un hecho que gratifica en el mientras tanto, como el placebo al paciente que necesita una cura.

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Director de Voz por Vos. Locutor, periodista y docente. Conductor de "Ventana Abierta", lunes a viernes de 12 a 14 (FM Milenium -FM 106.7-). Columnista de temas sociales en Radio Ciudad y docente en la escuela de periodismo ETER.
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