De acuerdo a un estudio internacional, el país obtiene malos resultados en mortalidad para enfermedad curables. Un dato que contrasta con los altos presupuestos destinados al sistema de salud, lo que evidencia la ineficiencia en la ejecución de dichos fondos.
La revista internacional de medicina, The Lancet, publicó recientemente el Índice de Acceso y Calidad a la Atención Médica para 195 países, un indicador que mide la accesibilidad y la calidad de los sistemas de atención médica basándose en las tasas de mortalidad de 30 enfermedades curables.
El índice se calcula para cada enfermedad y un promedio general. Su valor va de 0 a 100: los valores mayores representan mejor desempeño (menor mortalidad en esa enfermedad).
De acuerdo a este indicados, los resultados de 2015 de la Argentina fueron los siguientes:
- El valor general para las 30 enfermedades curables es de 67 sobre 100.
- Para la resolución de infecciones respiratorias de los pulmones (bronquitis y neumonías) el valor del índice es de 38.
- Por resolución de efectos adversos de los tratamientos médicos el valor del índice es de 41.
Como lo señala el Instituto para el Desarrollo Social Argentino, IDESA, «estos datos muestran que el sistema de salud argentino presenta resultados generales acordes a su nivel de desarrollo medio. Sin embargo, en resolución de bronquitis y neumonías y en calidad de la aplicación de los tratamientos médicos los resultados son muy deficientes». En ese sentido, el centro de estudios sentencia:
El desempeño del sistema de salud argentino en lo que se refiere a resolución de infecciones respiratorias y por la deficiente aplicación de los tratamientos médicos es más asimilable al de los países africanos, que son los últimos del ranking.
Una oportuna referencia regional en la materia es nuestro vecino trasandino, Chile. El vecino país tiene un valor general de 76 y en la capacidad de revertir estos dos factores de mortalidad sus valores son de 66 y 71, respectivamente.
Presupuestos mal invertidos
Como sucede en otros ámbitos públicos, en la salud surge a las claras que el problema de la Argentina no es la falta de inversión, sino especialmente su asignación ineficiente.
Como lo señala IDESA:
«El gasto total en salud del país se estima en un 10% del Producto Bruto Interno (PBI), hay 4 médicos cada 1.000 habitantes, más de 15 mil centros de salud y más de 3 mil hospitales entre públicos y privados. Además se cuenta con una densa red de universidades públicas y privadas, de colegios de profesionales de la salud y de sociedades científicas. La cobertura es universal a través de los hospitales públicos de acceso gratuito (como en el Reino Unido) que complementan al sistema de obras sociales de afiliación y financiamiento compulsivo (como en Alemania) y a los seguros privados modernos de mayor precio y confort (como en Estados Unidos)».
Ante este panorama aparentemente de eficiencia, surge que existen «fallas de gestión originadas en reglas de organización que inducen al derroche y a la sistemática negación a medir resultados y rendir cuentas», advierte el Instituto para el Desarrollo Argentino.
Un dato ampliamente reconocido pero oculto es la falta de controles y exigencia de cumplimiento de las tareas en los hospitales públicos, en donde «prevalecen el ausentismo y la muy mala utilización de la infraestructura y los insumos. En el sistema de obras sociales se prometen servicios y tratamientos que no se cumplen debido a la cautividad de la población y a la falta de controles. En los seguros privados el mercado funciona de manera muy imperfecta por defectos regulatorios», resume IDESA.
Como señala el centro de estudios, no se trata de «construir más hospitales, contratando más médicos o comprando nuevo equipamiento. El gran desafío es cambiar la forma en que se remunera al personal para inducir a un mayor compromiso y aprovechamiento de la infraestructura con que se cuenta. En el sector de obras sociales y prepagas más competencia regulada induciría a actuar con mayor transparencia y compromiso con la calidad de atención».