Las heroínas de esta crónica fueron mujeres, ciudadanas, trabajadoras y amas de casa anónimas, hasta que la tragedia les asignó un bautismo inesperado: Madres del Dolor.
Por Lucio Casarini (cronista) y Daniela Díaz Arz (ilustradora)
¿Qué hará María? En la tierra / ya no se arraiga su vida. / ¿Dónde irá? Su pecho encierra / tan honda y vivaz herida, / tanta congoja y pasión, / que para ella es infecundo / todo consuelo del mundo, / burla horrible su contento; / su compasión un tormento; / su sonrisa una irrisión. // ¿Qué le importan sus placeres, / su bullicio y vana gloria, / si ella entre todos los seres, / como desdichada escoria, / lejos, olvidada está? / ¿En qué corazón humano, / en qué límite del orbe, / el tesoro soberano, / que sus potencias absorbe, / ya perdido encontrará? // Nace del sol la luz pura, / y una fresca sepultura / encuentra: lecho postrero, / que al cadáver del guerrero / preparó el más fino amor. / Sobre ella hincada, María, / muda como estatua fría, / inclinada la cabeza, / semejaba a la tristeza / embebida en su dolor. // Sus cabellos renegridos / caen por los hombros tendidos, / y sombrean de su frente, / su cuello y rostro inocente, / la nevada palidez. / No suspira allí, ni llora; / pero como ángel que implora, / para miserias del suelo / una mirada del cielo, / hace esta sencilla prez: (…)
El poema La cautiva de Esteban Echeverría rinde homenaje a las mujeres que padecen la barbarie ejercida sobre ellas y los suyos. María, la protagonista, dama abnegada y valiente, fugitiva de los pampas, ha perdido al hijo y al esposo en la refriega. La llanura infinita, el verde del ombú, la fragancia de los cardos, el galope de los caballos, el vuelo del carancho y el grito del chajá ambientan el drama. Podría decirse que el perfil de la heroína guarda cierta similitud con las voces centrales de la presente crónica, que fueron ciudadanas, trabajadoras y amas de casa anónimas, hasta que la iniquidad les asignó un bautismo inesperado: Madres del Dolor. Tal rúbrica, que proviene de la revolución pacífica y silenciosa que se encendió a fines de la década de 1990 en Santiago del Estero, las inscribe de forma expresa en un cosmos mayor, de alcances históricos.
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Diana Cohen Agrest —doctora en Filosofía por la Universidad de Buenos Aires, magíster en Bioética, fundadora de Asociación Civil Usina de Justicia y analista destacada del asunto descripto—, se convirtió ella misma en parte de la trama por el crimen de su hijo, Ezequiel Agrest. El joven de 23 años recibió dos disparos en 2011 en la Capital Federal de parte de un ladrón posteriormente condenado.
«Unos años atrás, cuando jamás imaginaba que yo llegaría a ser, entre tantas, otra madre del dolor, escribí estas líneas», comentó en el diario La Nación a poco de la tragedia; el desarrollo referido es una columna de 2005. «Siguen tan vigentes hoy como entonces. Si es posible dar un sentido a este sinsentido, la muerte de mi hijo, es que esos actos gratuitos no se repitan nunca, nunca más.»
«Harto conocido es el texto desgarrador erróneamente atribuido a Bertolt Brecht del pastor protestante, víctima del Holocausto, Martin Niemöller:», comienza aquella argumentación de 2005, publicada en el mismo periódico. «‘Cuando vinieron a buscar a los judíos, callé: yo no era judío. Cuando vinieron a buscar a los comunistas, callé: yo no era comunista. Cuando vinieron a buscar a los sindicalistas, callé: yo no era sindicalista. Cuando vinieron por mí, ya no había nadie para protestar’.»
«La violencia en sus manifestaciones polimorfas es la negación acabada de que el mal no siempre le acontece al otro; de que todos, absolutamente todos, somos, virtualmente, Madres (o padres o hermanos o hijos) del Dolor. Mujeres reunidas por el sufrimiento inscripto en sus vidas por una maldita movida del azar (¿por qué a mí y no a otra?), las madres de desaparecidos, de los caídos en Malvinas, de los muertos en Kheyvis y en Cromagnon, en la AMIA y de tantos otros jóvenes víctimas del gatillo fácil, constituyen el testimonio incontestable de que nadie está exento del estatuto de ofrenda debida a la violencia individual o institucional.»
«Continuadoras del movimiento colectivo de denuncia inaugurado por las Madres de Plaza de Mayo, en 1998 un grupo de madres santiagueñas replicarían en su territorio las marchas del silencio de Catamarca, en las que la madre de María Soledad Morales pedía el esclarecimiento de la muerte de su hija. En una misa celebrada tras una movilización, un sacerdote las comparó con la madre de los dolores, la Virgen María, y fue así como comenzaron a ser llamadas Madres del Dolor. Pese a carecer de una coordinación general, se acompañan en homenajes, aniversarios o marchas especiales y se hacen presentes cuando una nueva desgracia suma otra más a ellas.»
«El poder de su movilización radica no sólo en la legitimidad y transparencia del reclamo, sino en su paradójica autonegación. Porque, en claro contraste con todo movimiento político que por su esencia misma aspira a perpetuarse, las madres persiguen, en cuanto colectivo, su anulación. Que no haya más Madres del Dolor.»
«Así como en la Grecia arcaica el mítico Cronos, dios del tiempo, devoraba a sus hijos, la Argentina ha venido devorando durante los últimos treinta y cinco años a los suyos. En una suerte de letal compulsión a la repetición, una sociedad y un Estado filicida diezman una y otra vez a las jóvenes generaciones.»
«La sociedad filicida devoró a sus hijos en la violencia urbana, en los incendios de discotecas, y continúa devorándolos en los accidentes de tránsito, cuyas estadísticas muestran que son los adolescentes las primeras víctimas. Por su parte, el Estado filicida ofrendó a un dios sin rostro los caídos en Malvinas tras sacrificar a los desaparecidos y a los emisarios y ejecutores de su desaparición, pues, a fin de cuentas, no debemos olvidar que la llamada “lucha antisubversiva” se valió de esa carne de cañón que fueron aquellos jóvenes que muchas veces ingresaban en los cuarteles militares para asegurarse, como todavía hoy lo hacen, apenas un plato de comida.»
«Y también todavía hoy, a menudo en complicidad con una sociedad que asiente con su silencio, el Estado continúa entregando a sus jóvenes en una anomia generalizada, alentada por una práctica de la impunidad refrendada por la flexibilización o, directamente, por la conmutación de las penas: una perversa ausencia de justicia cuyas devastadoras consecuencias se irán agravando en relación proporcional con la deserción escolar y la creciente desocupación de los jóvenes, quienes difícilmente logren otra ‘inserción’ social que no sea la de la marginalidad.»
«En los albores de la modernidad, y asentados sobre la teoría del contrato social, los ideales republicanos nacerían de la hipótesis de que el individuo ha pactado con el soberano la cesión de su libertad natural a cambio de protección. Ese acto fundacional señala el pasaje del estado de naturaleza a la sociedad civil, cuya finalidad es evitar y remediar los inconvenientes del estado de naturaleza que se producen forzosamente cuando el individuo es juez y parte. En particular, el acto que expulsa a los hombres del estado de naturaleza y los integra en un orden social es el establecimiento de un juez con autoridad para decidir en todas las disputas y reparar todos los daños que puedan sufrir sus miembros.»
«Confrontadas con la falta de cumplimiento del contrato por una de las partes, la legitimidad del reclamo de las Madres del Dolor radica en la insuficiencia del Estado de proteger a quienes debería proteger. Fuera del espacio público, confrontadas a la irreparabilidad de la pérdida, las Madres del Dolor simbolizan la posibilidad de aprender a transitar desde el sufrimiento hacia una acción colectiva reivindicatoria de la verdad y la justicia.»
«El sufrimiento de quien ha perdido un hijo, como todo sufrimiento, es intransferible. En un proceso de progresiva y radical individuación, quien sufre se torna un extranjero para sí mismo, no puede reconocerse como quien fue ni apropiarse de su nueva historia. Apresado en su dolor, no puede ni reposar en sí ni huir de sí.»
«Cuando es causado por la violencia gratuita, el sufrimiento es causado por otro, es el otro. Es por eso que tras la pérdida, el dolor, llevado al límite, expulsa al individuo del mundo y de los otros, pues el otro potencialmente comporta un riesgo. Ante la amenazante irrupción de la violencia, la relación con el otro es una experiencia de intolerable promiscuidad, de esa insoportable vecindad que Sartre condensaría en una fórmula estremecedora: ‘El infierno son los otros’.»
«Trascendiendo esta mirada tan comprensible como sesgada, la reivindicación solidarizada de estas mujeres nos revela que el infierno no son los otros, sino que, lejos de ello, el infierno es la ausencia total del otro», concluye Cohen Agrest. «Pues, precisamente, el reconocimiento de la dependencia de los otros es la experiencia que nos revela que no es posible salvarse solo. Unidas por su doloroso aprendizaje, estas mujeres logran transformar la muerte en una lucha por la vida. Si nuestro primer deber en el presente es construirnos una ética, tal vez las Madres del Dolor, por qué no, encarnen las fuerzas anticipatorias de otro porvenir.»
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«Bienvenidas nuevas Madres del Dolor», le contestó Viviam Perrone a Diana en 2011 por medio de una carta pública. «Lamentamos que ustedes vengan a tomar el lugar de aquellas madres que no soportan cargar con este dolor de por vida (mamá de Fernanda Aguirre, de chicos de Cromañon y muchas más que ya partieron). Les tenemos que decir que el camino que les toca por la muerte violenta de su hij@ no es fácil. En el camino penal se van a encontrar con fiscales que no investigan o lo hacen mal; con pericias contaminadas; con asesinos que tendrían que haber estado presos en el momento que le quitaron la vida a sus hijos; con asesinos con dinero que pueden pagar ‘buenos’ estudios de abogados y van a hacer cuanta chicana jurídica se les ocurra; y hasta con jueces que solo piensan en los asesinos porque nuestros hijos ya no están.»
«Mamá de Solange Grabenheimer, mamá de Ezequiel Agrest y muchas madres más que se suman todos los días, madres que llevan el dolor en silencio: bienvenidas… Ahora la sociedad se está dando cuenta que nos puede pasar a cualquiera de nosotras, que no tiene que ver con nuestra clase social o nuestra educación. El dolor nos iguala ¿Pero saben qué es lo terrible? Que ya hay varias madres que perdieron a dos hijos en distintos hechos violentos ¿Hasta cuándo? No lo sabemos. Solo sabemos que tenemos que seguir, seguir por el camino que nos dejaron nuestros hijos, que está lejos de la violencia, de la impunidad. Esta cerca de la verdad. Mamá de Ezequiel, gracias por tus palabras. Tomo algunas de ellas y las repito, las repetiré sin cansancio así como clamaré por el resto de mi vida por todos aquellos que ya no pueden hacerlo.»
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Marieke Denissen, socióloga holandesa, visitó el país y narró parcialmente el proceso auscultado en su tesis doctoral por la Universidad de Utrecht. La académica dialogó con varias pioneras de la ACMdD: Elsa Gómez, Silvia Irigaray y Elvira Torres. Asimismo con otros familiares de víctimas: Eugenia Vázquez; María Teresa Schnack; Eli, Narciso y Micaela Corzo; Gustavo Melmann; Raquel y Jorge Witis.
«El motivo principal para los demandantes es que temen que, de lo contrario, la muerte de la víctima no quede más que como un vago recuerdo. Lo que quieren, en cambio, es la justicia, el fin de la violencia policial y la impunidad, y cambios sociales y políticos en la sociedad en general. Por lo tanto, desde la década de 1990 comenzaron a movilizarse, organizarse y denunciar al Estado argentino en general; y a la Policía, el Poder Judicial, el Gobierno y los representantes individuales, en particular. Toda esta actividad llevó poco a poco a la aparición del Movimiento del Dolor, una iniciativa de los familiares de las víctimas de la violencia policial que protestan por los abusos y para exigir el respeto a los derechos humanos en la Argentina democrática.»
Michael Humphrey y Estela Valverde, asimismo académicos extranjeros, pero provenientes de Australia, también conversaron con las fundadoras de la ACMdD. El resultado de la investigación de ambos, que además de colegas son cónyuges, es un análisis publicado por la Universidad de Oxford.
«El Programa Contra la Impunidad fue puesto en marcha en 2003 en respuesta a las crecientes denuncias de las víctimas y sus familias sobre las fallas de la policía y el sistema judicial», describieron Humphrey y Valverde, concentrados como Denissen en los abusos institucionales. «Muchos de estos familiares, por lo general las madres, adquirieron altos perfiles públicos con sus exigencias implacables de justicia a través de protestas públicas y la exposición en los medios de comunicación. Estas mujeres se denominan colectivamente como Madres del Dolor: madres del sufrimiento, cuyos hijos han sido víctimas indefensas de los abusos estatales.»
María Elena Walsh, la artista popular que brilló como cantautora y escritora, destacó de la misma manera el rol de las Madres del Dolor dentro del sector civil argentino contemporáneo. Lo hizo en plática con el periodista Hugo Caligaris.
«¿No podría tener ilusiones, pero sí esperanzas?», preguntó el entrevistador luego de un comentario de su interlocutora. «Van parejas, ¿eh? Para mí van bastante parejas. Esperanzas sí, porque si como pueblo hemos sobrevivido, muchos, a tanta catástrofe, quiere decir que somos bastante más fuertes de lo que creemos. En ese sentido, las esperanzas no las pierdo, sobre todo, ahora, cuando hay muchas manifestaciones públicas, populares, que salen de abajo, que no salen de sindicatos, no son políticas. Se trata de reclamos de justicia, de seguridad. Y para eso hay que ser muy fuerte. Que te hayan castigado y puedas salir a la calle a pedir justicia… otro orden de cosas. Eso, para mí, es importante. Es peligroso para los gobiernos…», respondió ella. «¿Alude a movimientos como las Madres del Dolor?», interrogó Caligaris. «Sí, estoy con las Madres del Dolor», afirmó la artista. «Con ellas soy totalmente solidaria».
Alberto Linares, coordinador de la Unidad de Intervención en Victimología del Ministerio de Justicia y Derechos Humanos de la Nación, equipo que trabaja mano a mano con las integrantes de la ACMdD, considera que las agrupaciones de familiares de damnificados de la violencia han sido fundamentales, con sus reclamos y propuestas, para vincular la sociedad y el Estado en la Argentina de comienzos del siglo XXI.
—La gente suele acudir a ellas, puesto que son visualizadas como referentes sociales con un bien ganado prestigio, obteniendo respuesta concreta a través de sus conocimientos de los mecanismos de abordaje de la problemática. En tal sentido, quiero destacar a Madres del Dolor como un verdadero ejemplo a imitar. Fundada en 2004, se ha mantenido con coherencia y firme trayectoria, no solo ayudando a los afectados, sino haciendo valiosos aportes al debate social por la problemática y contribuyendo a instalar a la víctima en las políticas de Estado.
Xavier Oñativia, psicólogo forense, decano de la Facultad de Psicología de la Universidad Nacional de La Plata y también integrante de la Unidad de Intervención en Victimología, atribuye a la ACMdD un rol preponderante en el sector civil argentino y encuentra antecedentes en otros lugares del mundo, por ejemplo, los Estados Unidos.
—Las Madres del Dolor lideran un fenómeno. Pertenecen a un sector heterogéneo; el mundo de las organizaciones civiles es un mosaico. De alguna manera, son la cristalización de las asambleas de ciudadanos que precedieron y sucedieron a la crisis del año 2001. Podría contarse cómo ocurrió la transformación de la víctima en un actor social. En el mundo desarrollado, EEUU fue escenario del surgimiento de muchas asociaciones de ciudadanos en los años 80, durante el gobierno de Ronald Reagan, que se caracterizó por la aplicación de la llamada mano dura.
Susana Kesselman —lingüista, novelista y psicóloga social— padeció la muerte de allegados, la persecución y el exilio durante la última dictatura. Ella propone una «biopolítica del dolor» que engloba a ciudadanos de distintas épocas y circunstancias.
«Existen en este momento varias agrupaciones de personas que padecen dolores provocados por pérdidas de familiares, por muertes violentas, por tener a sus hijos atrapados en las redes de la droga o de la prostitución. Personas a las que el dolor no las paraliza, las transforma en militantes, en activistas de los derechos humanos, generando caminos para la prevención, para que otras personas no padezcan lo que ellas. Nos sorprendemos de esa fuerza que demuestran. Lo hemos visto con las Madres de Plaza de Mayo, con las Abuelas que buscan a sus nietos, más recientemente con las Madres del Dolor, con los padres de Cromagnon, con los familiares de los muertos en la AMIA y tantos más.»
Norma Morandini —periodista, escritora y legisladora— comparte con Kesselman la condición de exiliada durante la última dictadura y el dolor de que en esa época fueran asesinados varios seres queridos, en su caso también dos hermanos que permanecen desaparecidos. Ella identifica el Palacio de Tribunales como corazón de la democracia argentina.
«Los griegos las escondían, porque, decían, no hay nada más subversivo que una madre que perdió a su hijo ¿Hay acaso algo más perturbador que esas madres en duelo que increpan al poder porque lloran a un hijo muerto? Primero, fueron las madres del pañuelo blanco, cuya simbología las trasciende como personas. Otras madres del dolor se fueron incorporando a ese repertorio de tragedias que es parte de la expresión pública en nuestro país. Sobre todo cuando se exhibe y se muestra como bandera de lucha. Una insurgencia femenina que golpeó en el centro del poder militar, pero que ahora escupe el corazón de la democracia, el Palacio de los Tribunales. El mismo lugar donde un cuarto de siglo atrás, en un juicio histórico por inédito, el poder civil sentó en al banco de los acusados a los jerarcas de la dictadura y, a través del coraje de sus víctimas, los sobrevivientes, se pudo desentrañar esa maquinaria de terror que utilizó el mas perverso de los mecanismos de opresión, la desaparición de personas.»
Estela de Carlotto, presidenta de las Abuelas de Plaza de Mayo, organización varias veces nominada al Premio Nobel de la Paz en homenaje a su búsqueda de los cientos de bebés que secuestró la dictadura entre 1976 y 1983, cree que el trabajo de la ACMdD está profundamente conectado con el de la entidad que representa.
—Por supuesto que las Madres del Dolor tienen una continuidad visible con nosotras. En definitiva, todas somos mujeres argentinas que reclamamos justicia por nuestros hijos, nuestros nietos o nuestros familiares en general. Lamentablemente, se tiende a separar cosas que van juntas, que no deberían separarse de forma tajante. Pero la verdad es que nosotras siempre apoyamos y acompañamos la lucha de ellas y de todas las mujeres que piden justicia.
Taty de Almeida, integrante de las Madres de Plaza de Mayo, coincide con Estela de Carlotto acerca de la herencia de la ACMdD.
—En el fondo, todas somos más o menos lo mismo y buscamos algo similar. Me siento identificada con ellas. Aunque es verdad que las Madres de Plaza de Mayo sabemos el motivo por el que mataron a nuestros hijos, que se involucraron en la lucha por sus ideales y por un país distinto, y las Madres del Dolor, en cambio, pierden a los suyos en las calles y sin razón, en manos de criminales comunes. Lo que nos une es que todas somos mujeres que piden justicia por sus hijos.
Stella Martini —doctora en Ciencias Sociales de la Universidad de Buenos Aires experta en medios de comunicación— ofrece una lista complementaria de iniciativas contemporáneas que integran el universo de los familiares argentinos que piden justicia.
«En 1990, en Catamarca, la violación y asesinato de María Soledad Morales (…) retoma la práctica de las Madres de Plaza de Mayo en las denominadas marchas del silencio, que logran poner el acontecimiento en el espacio público y la presión sobre el gobierno nacional y la justicia. Años más tarde, y ante otras victimizaciones sufridas por jóvenes, surgen COFAVI, Madres del Dolor, AVIVI, Organización por la Vida y la Fundación Axel Blumberg por la vida de nuestros hijos, entre otras. (…) Estas organizaciones, junto a centros de estudio y asistencia legal como el CELS, y nucleamientos políticos como CORREPI, vinieron a llenar espacios baldíos.»
Susana Murillo —filósofa de la Universidad de Buenos Aires especializada en posmodernidad y neoliberalismo— trata de identificar diferencias entre quienes integran un movimiento heterogéneo, dinámico y en constante evolución. Lo hace tomando como ejemplo una de las multitudinarias protestas que lideró Juan Carlos Blumberg en 2004.
«Incontable cantidad de carteles mostraban las fotos de muertos en distintas circunstancias de violencia. Bajo el palco, varias mujeres de la Asociación Madres del Dolor quisieron acompañar a Blumberg. La orden fue tajante: ‘Sólo gente de Blumberg’. ‘Dígale que está la mamá de José Luis Cabezas [el fotógrafo asesinado]’, dijo Norma Cabezas. Jamás hubo respuesta.»
El periodista Osvaldo Pepe, al ponderar una carta de lectores de Silvia Irigaray en honor a su hijo Maximiliano, multiplicó la apuesta y remontó los precedentes de las madres argentinas que se movilizan en la actualidad al nacimiento de la patria.
«Ayer, las heroínas de la Independencia [suelen contarse Manuela Pedraza, Juana Azurduy, Macacha Güemes y otras], Eva Perón, las Madres de Plaza de Mayo originarias, las Abuelas. Hoy, las Madres de Dolor. Hay alguna razón por la cual las mujeres argentinas toman el escudo, levantan la voz y son arquetipos de las causas justas y nobles. La mamá de Maxi es una de ellas. Hoy nos emociona con esta carta a ese hijo que no está, pero sigue estando y que ayer hubiese cumplido años. Ella le habla, lo mima y, como hace 36 años, vuelve a acunarlo una y otra vez.»
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José Hernández en su Martín Fierro ensaya del mismo modo un elogio de las mujeres y las madres, en particular aquellas que lloran a sus seres queridos presa de la infamia. Las rimas que continúan preceden un relato estremecedor. El gaucho se involucrará con arrojo en un duelo a muerte, cuchillo en mano, tras ser testigo del asesinato de un niño y la agresión feroz sobre su progenitora. La narración silencia el nombre de ella. Como la musa de Echeverría, ha sido tomada de rehén por los pampas y se desenvolverá con agallas encomiables. La llanura infinita, el verde del ombú, la fragancia de los cardos, el galope de los caballos, el vuelo del carancho y el grito del chajá ambientan el drama.
Sin saber qué hacer de mí / y entregado a mi aflición, / estando allí una ocasión / del lado que venía el viento / oí unos tristes lamentos / que llamaron mi atención. // No son raros los quejidos / en los toldos del salvaje / pues aquél es vandalaje / donde no se arregla nada / sinó a lanza y puñalada, / a bolazos y a coraje. // No preciso juramento, / deben crerle a Martín Fierro: / ha visto en ese destierro / a un salvaje que se irrita, / degollar una chinita / y tirárselá a los perros. // He presenciado martirios, / he visto muchas crueldades. / crímenes y atrocidades / que el cristiano no imagina; / pues ni el indio ni la china / sabe lo que son piedades. // Quise curiosiar los llantos / que llegaban hasta mí; / al punto me dirigí / al lugar de ande venían. / ¡Me horrorisa todavía / el cuadro que descubrí! // Era una infeliz mujer / que estaba de sangre llena, / y como una Madalena / lloraba con toda gana; / conocí que era cristiana / y ésto me dio mayor pena. // Cauteloso me acerqué / a un indio que estaba al lao, / porque el pampa es desconfiao / siempre de todo cristiano, / y vi que tenía en la mano / el rebenque ensangrentao.
Fuentes
La Cautiva es un texto fundacional de la literatura argentina, aducen Jitrik (Tomo 1. El Romantiscismo: Esteban Echeverría), Battistessa y otros. Martín Fierro es el libro eminente de nuestro país, sugieren Borges (La poesía Gauchesca, en Discusión; Biografía de Tadeo Isidoro Cruz, en El Aleph) y Lugones, por invocar dos críticos.
El autor dialogó con Diana Cohen Agrest, que eligió ser citada a través de su obra. Las columnas referidas son: La pedagogía del sufrimiento, de 2005, y La pedagogía del dolor, de 2011. El veredicto por el crimen de su hijo Ezequiel fue difundido en 2013 («Al final…», Clarín). La filósofa ha volcado su pensamiento además en una serie de libros (por ejemplo, Ausencia perpetua…).
La carta de Viviam Perrone está en la web de la ACMdD (Perrone, Viviam…, Madresdeldolor.org.ar). Fernanda Aguirre tenía 13 años cuando fue violada y muerta en 2004 en San Benito, provincia de Entre Ríos; el asesino falleció sin revelar el paradero del cuerpo (Carabajal, Gustavo…, La Nación). El incendio del boliche porteño República de Cromañón, ocurrido en 2004, provocó 194 muertos y cerca de 1500 heridos («Sobrevivientes y…», Télam). Solange Grabenheimer contaba 21 años cuando fue apuñalada reiterada y trágicamente en 2007 en la Capital Federal; el caso está impune («Tras 15…», Télam).
El cronista contactó igualmente de forma directa, pero por correo electrónico, a Marieke Denissen (p. 103) y los esposos Michael Humphrey y Estela Valverde (p. 17). Estos pertenecen a las universidades de Sidney y Macquarie, respectivamente. Tanto el escrito de la holandesa como el del matrimonio australiano están en inglés; la traducción es propia. El Programa Nacional de Lucha contra la Impunidad ha sido una institución clave en el tejido de lo narrado.
Eugenia Vázquez es hermana de Andrea Viera, torturada hasta la muerte en 2002 junto a su marido Gustavo Cardozo por policías bonaerenses (Borges, Juan…, Agenciapacourondo.com.ar). Los demás casos indagados por Denissen tienen iguales perpetradores: María Teresa Schnack es mamá de Sergio Schiavini (Comisión Interamericana de Derechos Humanos…); Eli, Narciso y Micaela Corzo son mamá, papá y hermana de Rodrigo («17 años…», Correpi.org); Gustavo Melmann es papá de Natalia, que tenía 15 años cuando fue violada y asesinada (Palacios, Rodolfo… Infobae); Raquel y Jorge Witis son padres de Mariano (Brunetto, Santiago…, Página 12).
El intercambio con Estela de Carlotto y Taty de Almeida fue el 30/6/2011 en el Centro Cultural Haroldo Conti de la Ciudad de Buenos Aires. El vínculo con Alberto Linares y Xavier Oñativia se inició en el marco de la ACMdD.
Las palabras de María Elena Walsh están en la prensa (Caligaris, Hugo…, La Nación), como las de Susana Kesselman (Kesselman, Susana…, Kiné), Norma Morandini (Morandini Norma…, Clarín) y Osvaldo Pepe (Pepe, Osvaldo…, Clarín). Stella Martini y Susana Murillo son académicas reconocidas.
Las integrantes de la ACMdD abren su agenda a todo el abanico de damnificados. Lo manifiestan expresamente en el estatuto institucional y cada vez que tienen oportunidad. Esto, por caso, es lo que dijo Viviam Perrone al abrir la segunda sede de la organización («Se inauguró…», Zonanortediario.com.ar).
«Esta casa está abierta para víctimas y familiares de víctimas de todo tipo de violencia: violencia de género, violencia vial, secuestros, delincuencia, gatillo fácil; lo primero que hacemos es escucharlos, contenerlos, y si hace falta los pasamos a nuestro equipo de trabajo, donde tenemos a dos psicólogos y un licenciado que nos ayuda con las causas penales.»
Celina Kofman, referente de las Madres de Plaza de Mayo en la provincia de Santa Fe, hizo una apología adicional de las Madres del Dolor («En el…», Lt10digital.com.ar).
«A nosotros nos tocó una época muy difícil, la de la dictadura militar, y creo que hemos asumido el papel como madres y como abuelas en cuanto a lo que esperaban de nosotras nuestros hijos. Las Madres del Dolor son víctimas de una situación social muy compleja, víctimas de la inseguridad provocada por situaciones sociales muy difíciles creadas por el sistema de gobierno. Hoy me duelen las madres que perdieron a sus hijos porque fueron secuestrados por la dictadura y las abuelas que se están yendo de este mundo reclamando a sus nietos, pero sobre todo [me duelen] las Madres del Dolor. Porque yo entiendo que [en su caso] es más difícil asumir el dolor porque no estaban preparadas para recibirlo; nosotras sabemos que nuestros hijos eligieron un camino, pero ellas deben enfrentarse a la situación de que sus hijos sean asesinados a mansalva por el sólo hecho de vivir en determinado barrio o por el color de su piel.»
Bibliografía
Libros
Battistessa, Ángel José. Prólogo. En Echeverría, Esteban. La Cautiva / El Matadero. Peuser, Buenos Aires, 1958.
Borges, Jorge Luis. Discusión. Emecé, Buenos Aires, 1964 (1932).
——————. El Aleph. Emecé, Buenos Aires, 2010 (1949).
Cohen Agrest, Diana. Ausencia perpetua. Inseguridad y trampas de la (in)justicia. Debate, Buenos Aires, 2013.
Echeverría, Esteban. La Cautiva / El Matadero. Siete Días, Buenos Aires, 1983 (1837).
Hernández, José. Martín Fierro. Terramar, La Plata, 2007 (1872-1879).
Jitrik, Noé. Historia de la literatura argentina. Centro Editor de América Latina, Buenos Aires, 1980.
Lugones, Leopoldo. El payador. Ediciones Biblioteca Nacional, Buenos Aires, 2009 (1916).
Martini, Stella; Arzeno, Federico; y Pereyra, Marcelo. La irrupción del delito en la vida cotidiana; relatos de la comunicación política. Biblos, Buenos Aires, 2007.
Murillo, Susana. Colonizar el dolor. La interpretación ideológia del Banco Mundial en América Latina. El caso argentino desde Blumberg a Cromañón. Clacso, Buenos Aires, 2008.
Academia
Denissen, Marieke. Winning small battles, losing the war. Police violence, the Movimiento del Dolor and democracy in postauthoritarian Argentina (Ganar las pequeñas batallas, perder la guerra. La violencia policial, el Movimiento del Dolor y la democracia argentina postautoriataria. Tesis de doctorado). Universidad de Utrecht y Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales, Buenos Aires. 2008.
Humphrey, Michael, y Valverde, Estela. Human Rights Politics and Injustice: Transitional Justice in Argentina and South Africa (Política de Derechos Humanos e Injusticia: Justicia de transición en Argentina y Sudáfrica). International Journal of Transitional Justice. Oxford University Press, 2008.
Rebollar, Alicia Irene. Mucho más que dolor y lazos de sangre. El activismo de las víctimas en la Asociación Madres del Dolor (tesis de licenciatura en Antropología Social, Universidad Nacional de San Martín). Dunken, Buenos Aires, 2019.
Documentos
Comisión Interamericana de Derechos Humanos. Informe 102/2005. Caso 12.080. Sergio Schiavini y María Teresa Schnack de Schiavini. Solución amistosa. Argentina. 27/10/2005.
Programa Nacional de Lucha Contra la Impunidad. Resolución 398/2003. Modificada por la 3214/2008. Ministerio de Justicia y Derechos Humanos. República Argentina.
Prensa
«Al final, condenaron a 18 años al asesino del hijo de la filósofa Diana Cohen». Clarín, Buenos Aires, 1°/6/2013.
Borges, Juan. «Eugenia Vázquez: ‘La justicia siempre está del lado de los uniformados'». Agenciapacourondo.com.ar, Buenos Aires, 6/1/2001.
Brunetto, Santiago. «A 20 años del crimen de Mariano Witis su madre pide ‘democratizar las fuerzas de seguridad y la justicia'». Página 12, Buenos Aires, 21/9/2020.
Caligaris, Hugo. «‘Tengo mucha esperanza en la sociedad civil'». La Nación, Buenos Aires, 24/12/2005.
Carabajal, Gustavo. «Fernanda Aguirre: una violación seguida de muerte, un homicida que debía estar preso y un cuerpo que nunca apareció». La Nación, Buenos Aires, 18/11/2021.
Cohen Agrest, Diana. «La pedagogía del dolor». La Nación, Buenos Aires, 12/7/2011.
——————. «La pedagogía del sufrimiento». La Nación, Buenos Aires, 14/12/2005.
«En el día internacional de la Mujer». Lt10digital.com.ar, Santa Fe, 8/3/2011.
Kesselman, Susana. «Apuntes para una biopolítica del dolor». Kiné, Buenos Aires, 4-6/2009.
Morandini, Norma. «Los pañuelos ya no son tan blancos». Clarín, Buenos Aires, 2/10/2010.
Palacios, Rodolfo. «A 20 años del juicio por el femicidio de Natalia Melmann: amenazas al padre y sospechosos todavía libres». Infobae, Buenos Aires, 11/9/2021.
Pepe, Osvaldo. «Ese amor que nunca muere». Clarín, Buenos Aires, 5/8/2012.
Perrone, Viviam. «Bienvenidas nuevas Madres del Dolor». Madresdeldolor.org.ar, Buenos Aires, 13/7/2011.
«Se inauguró una nueva casa de las Madres del Dolor en Vicente López». Zonanortediario.com.ar, Vicente López, 20/10/2012.
«Tras 15 años prescribió el caso Solange y la absuelta Frend fue la única que pidió reabrir la causa». Télam, Buenos Aires, 8/1/2022.
«17 años de lucha, 17 años que gritamos Rodrigo Corzo ¡Presente!». Correpi.org, Buenos Aires, 28/6/2020.
Citas y signos
La forma de reproducir los dichos de otros suele cambiar con los autores, los géneros y las tradiciones. Por eso, quizás sea útil explicitar el criterio aplicado en esta narración, que involucra dos signos ortográficos:
- El guión de diálogo o raya (—): Acompaña las declaraciones recogidas personalmente; esto quiere decir, producto del contacto del autor (también podría ser un colaborador suyo) con alguien; sea cara a cara o mediante algún sistema de comunicación, como por ejemplo el teléfono o internet. Estas citas son directas cuando refieren palabras del propio entrevistado e indirectas cuando reproducen los dichos de alguien contados por un tercero. Una función alternativa de la raya en la presente crónica es encerrar conceptos u oraciones aclaratorios.
- La comilla («): Se ha aplicado en las alocuciones extraídas de distintos registros materiales. La bibliografía anexa propone estas categorías: libros, academia, documentos, prensa, internet y audiovisual. Es el único cometido de la comilla en la historia.