Las heroínas de esta crónica fueron mujeres, ciudadanas, trabajadoras y amas de casa anónimas, hasta que la tragedia les asignó un bautismo inesperado: Madres del Dolor.
Por Lucio Casarini (cronista) y Daniela Díaz Arz (ilustradora)
«No solo nos interesa decirle a Su Santidad que en la Argentina hay pobres, sino que en muchas regiones, como Santiago del Estero, la pobreza no es algo circunstancial, sino que está fomentada desde el poder», le franqueó Gerardo Eusebio Sueldo, flamante obispo de esa diócesis, a Juan Pablo II en 1994 en el Vaticano. El pastor argentino, ataviado con sotana negra, más faja y solideo —casquete— violetas, como establece la rigurosa etiqueta clerical, fijó sus ojos castaños en los azules del jefe máximo de la Iglesia Católica, que lo superaba media cabeza en estatura. El pontífice polaco, con su amplia frente rosada y sus cabellos tan blancos como el atuendo papal, era por entonces una de las figuras más insignes del planeta. La revista estadounidense Time publicará su rostro en la tapa del último número de la temporada con el título: «Hombre del año».
A su regreso de Roma, Sueldo se convirtió gradualmente en el mayor crítico de la coyuntura santiagueña, dominada por el caudillo Carlos Arturo Juárez. A través de su prédica, señaló el «estilo feudal» de las autoridades y la voluntad de estas «de imponer la cultura del miedo». En 1995 encontró la siguiente advertencia en su teléfono: «Ni la misericordia de Dios va a salvar al obispo». Intimidaciones como esa y otras que le hacían en persona sujetos anónimos, generalmente en la calle, se volvieron cotidianas. Igual que las escuchas ilícitas de sus comunicaciones y las de sus allegados, la presencia de extraños en los sitios en los que desarrollaba su trabajo, la grabación clandestina de sus homilías y las notas solicitadas en los periódicos que respondían a su oratoria con difamaciones.
Haciendo caso omiso de los embates, el prelado instó al pueblo a «no perder la dignidad por la obsecuencia y el servilismo frente al poder de todo tipo», y advirtió que en la comarca se iba «profundizando una cultura de la dependencia y el sometimiento». En simultáneo, sufrió episodios puntuales de singular saña, como seis sugerentes robos en su residencia y la agresión tangible de la Policía, que lo golpeó en la vía pública mientras intentaba mediar en una protesta de un grupo de trabajadores.
La esgrima vehemente entre las agallas de monseñor y el encono velado u ostensible en su contra se detuvo de forma abrupta y macabra el 4 de septiembre de 1998. El eclesiástico iba al volante de su Renault 19 gris de noche por la Ruta Nacional 9 llegando a la capital provincial, escoltado por dos sacerdotes subalternos, cuando misteriosamente perdió el control del vehículo, que impactó dos pilotes de una alcantarilla y dio numerosos tumbos. El coche resultó destruido y Sueldo expiró un par de horas después. La ausencia de una autopsia impide saber de manera fehaciente la causa del deceso.
María Luisa Cárdenas de Infante, jueza responsable, delatará presiones escandalosas para cerrar el sumario sin llevar a cabo la pesquisa, que quedó pendiente. En consecuencia, los dos acompañantes, que salieron ilesos, se vieron privados de testificar ante la Justicia. Uno es Jorge Ramírez, que supuestamente iba de copiloto y se ha mantenido en silencio. El otro es Marcelo Trejo, que según narra se encontraba en el asiento trasero y es la voz del único relato presencial conocido.
Este en 1997 había sido designado titular de la novedosa Secretaría Diocesana de Derechos Humanos. Desde ese rol, había recogido cuantiosas denuncias sobre el terror reinante. En los archivos de la original dependencia, creada por decreto de Sueldo con funciones de las que se habían desentendido los organismos gubernamentales, se amontonaban los casos de violencia institucional, con brutalidades como detención ilegal, tortura, desaparición y homicidio, entre otros delitos.
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«Sufrió serias lesiones a nivel cerebral, lo que le provocó un estado de coma grado cuatro debido a un coágulo en el cerebro», diagnosticó el doctor Alejandro Gómez Jensen sobre la muerte del pastor, que ocurrió en el sanatorio San Francisco de la capital santiagueña. «Sufrió un paro cardio respiratorio del que logramos sacarlo y luego otro que fue fulminante», detalló el galeno, jefe de Neurología. «Se observaron lesiones cerebrales que comprometían la vida del paciente y un hematoma grande que obligaba a una cirugía inmediata».
«Se le efectuó una tomografía que dio como resultado un enorme coágulo en la región del cerebro además de múltiples golpes en la nuca y un coma profundo, de manera que el estado era más que delicado», declaró Marta María Lobo de Hourcade, secretaria de prensa de la diócesis. «Se intentó un cirugía de urgencia, pero antes de ingresar y comenzar esta sesión se produjo un paro cardio respiratorio en el que falleció el obispo».
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«Me ordenaron que cerrara la causa», fueron las palabras de María Luisa Cárdenas de Infante, dichas a la prensa en 2004, después de dejar el cargo de magistrada; «además del auto volcado con un aparente accidente, a mí me extrañó la presencia de gente de Seguridad, de Inteligencia, ¡en un accidente!; Seguridad dependía en ese momento de [Jorge Alberto] D’Amico y de [Antonio] Musa Azar; como no eran los policías con los que trabajábamos siempre, los identifiqué muy fácilmente; me extrañó que estuviesen en un accidente, porque normalmente no lo hacían; lo tomé como que, bueno, era el obispo el que estaba en ese lugar; pero después, no sé, pienso que es extraño; mencionaban una tropilla de caballos; en realidad había excrementos de caballos cerca; hablaban de los caballos, de un atentado; el obispo no tenía nada, no tenía un rasguño, lo único que tenía era un pequeño hundimiento en la frente; las pericias que se hicieron determinaron que habría sido el auto que lo golpeó; yo le pagué el perito, si no, no hubiese podido ni siquiera tener esa pericia, que es lo único que hay; los funcionarios de la Iglesia se opusieron en su momento a la autopsia; podía haber pasado por sobre ellos, pero había ya tanto lío: nos corrieron del velorio, del entierro y era natural; pero, en cuanto a la investigación, no pudimos avanzar; frente a las versiones de los caballos: jamás pude investigarlas, porque no tenía ni un policía para buscar testigos, para buscar a alguien, porque alguien siempre ve; no se pudo hacer; no me dieron los medios, no me dieron bolilla; incluso me decían: bueno, doctora, termínela con eso; recibí reprimendas por querer investigar; varias veces fui a decirle expresamente: mire quién es que ha muerto», develó su diálogo con el titular del Tribunal Superior santiagueño, Ernesto Nicolás Kozameh; «la respuesta siempre era: ya está, doctora, ya está; sabemos quién es el que ha muerto; esa era la reprimenda: ciérrela, termínela con esa causa; había una presunción de que no había sido accidente normal; no teníamos elementos a analizar, salvo el auto; al cerrar la causa, dejé constancia de que por un motivo que no se pudo establecer perdió el control del rodado».
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—Había un caballo en la mitad de la ruta, puesto así, cruzado —relata el padre Marcelo Trejo, tomando un café en una confitería de Santiago del Estero—; lo logramos esquivar, pero inmediata y consecuentemente nos encontramos con un pilote de la alcantarilla; es este movimiento y la inercia del segundo movimiento; si no estuvieran esos dos obstáculos simultáneamente, pienso que es una de las grandes dudas, vaya a saber; yo soy el que veo el caballo; Sueldo iba sin cinturón, que aquí era habitual para todos; el obispo sale despedido, no sé por dónde; puede ser por el parabrisas; ni yo ni Jorge Ramírez nos hacemos absolutamente nada, porque yo me tiro para abajo y Jorge tenía puesto el cinturón; cuando empiezo a reaccionar pregunto: fulano, fulano; empezamos a buscar a Sueldo; estaba atrás, cuatro o cinco metros atrás; o sea que en una de las vueltas sale despedido; no puedo decir que fue un atentado, como tampoco puedo decir que fue un accidente normal; yo venía adentro; mientras que no haya una cosa externa, que alguien verifique, no lo puedo hacer; ni lo uno ni lo otro; puedo tener mi inclinación, pero no lo puedo confirmar; en algún momento habrá algo o alguien que pueda decir una palabra mucho más confirmante de esto, una palabra que vuelva a abrir el proceso con seriedad; cuando algún tipo tenga un cáncer, se esté muriendo, va a golpear la puerta de una iglesia y va a decir lo que tiene que decir; así va a ser; cuando sepas que es tu límite de vida y que tienes pasado mañana que encontrarte cara a cara con Dios y tienes un obispo muerto de por medio, todo esto se precipita.
—El Gera tenía consciencia del riesgo que corría, estaba jugado, sabía que lo iban a matar —dice Carlos Sueldo, uno de los hermanos del fallecido, mencionando el apodo con que llamaban a este en la intimidad (también le decían Gerita) y compartiendo unas empanadas en el comedor cocina de su casa de San Miguel de Tucumán—; tenía una herida en la cabeza; eso fue una piedra, había una sola; lo sé porque después caminamos por acá y por allá; con ese objeto lo liquidaron.
—Su caso es parecido al de Enrique Angelelli —compara Pedro Enrique Sueldo, alias Rico, otro de los hermanos, por teléfono desde su casa de Belén, Catamarca, pueblo de la infancia de monseñor—; fue un trabajo de personal de inteligencia del Estado provincial; la última vez que vi a Gerardo, unos días antes de la tragedia, fue un momento singular; mi hermano estaba inusualmente emocionado, sensible; cuando nos despedimos hasta lagrimeó; era algo muy raro en él, jamás lloraba; en ese momento me dejó perplejo; ahora intuyo que de alguna manera se estaba despidiendo, porque se la veía venir.
—Me voy a morir y no me voy a convencer de que fue una situación accidental —se angustia José Miguel Sueldo, otro hermano, conocido en la familia como Bocha, en su living, en el mismo Belén.
—Sueldo es un mártir —define el padre Sergio Lamberti, discípulo del prelado—; de hecho, desde el área que animo, que es la pastoral social y la Secretaría de Derechos Humanos, hemos sido los primeros en sugerir eso —cuenta mientras ceba el mate en el estudio radial de su iglesia, donde conduce un programa cotidiano; después del fallecimiento del obispo sucedió a Trejo al frente de la Secretaría—; es un paño enorme que tenemos con el rostro; lo titulamos abajo: monseñor Gerardo Sueldo, profeta y mártir de la iglesia santiagueña; porque más allá de los detalles del accidente y de la causa de su muerte, se puede hablar de martirio durante su vida, por la persecución que sufrió; además, bueno, del agregado de algunas cuestiones llamativas en torno a la muerte trágica.
—Los símbolos de la violencia del juarismo son Musa Azar, Jorge D’Amico, Néstor Ick —precisa María Celeste Schnyder, politóloga, en su despacho de la Universidad Nacional de Santiago del Estero—; hay una línea entre hechos violentos sucesivos de gran impacto: las muertes de [César Eusebio] Iturre [exgobernador fallecido de forma enigmática en 1997], Sueldo y La Dársena [asesinato de Leyla Bshier Nazar y Patricia Villalba en esa localidad en 2003], además del episodio de [Juan Carlos] Maccarone [sucesor de Sueldo; renunció en 2005 por un escándalo sexual; fue filmado intimando con un hombre]; el caso más investigado fue el de La Dársena, que probablemente fue perpetrado por los mismos actores que realizaron los otros; esta visión es compartida por la enorme mayoría de los habitantes; la gente nunca consideraría que se trata de deducciones forzadas.
—Para mí lo han limpiado, para mí lo han matado —elucubra Luis Garay, sobreviviente de crímenes de Estado en la década de 1970, compartiendo un café en el Instituto de la Memoria de Santiago del Estero, que dirige—; si yo tengo que sacar alguna conclusión, es esa; era un enfrentamiento que podía terminar en su muerte, ya sea provocada o no; no hay investigación judicial, no se ha podido demostrar; la situación era de mucha violencia, de mucho enfrentamiento; hacía previsible una finalización del proceso de esa manera; ha habido un gran silencio por parte de la Iglesia Católica; hasta podríamos decir una falta de colaboración directa de la Iglesia.
—Sueldo fue asesinado —afirma Luis Andrés Lupieri, expolicía y ayudante del difunto, compartiendo una pizza en un bar—; alguien puso un caballo justo en el camino; Musa Azar armó todo y los ejecutores son los integrantes del mismo grupo de tareas del doble crimen de La Dársena; son cuatro o cinco personas dedicadas a hacer ese tipo de cosas; Sueldo tenía grandeza, por eso iba contra cualquiera, sin importarle nada; sus homilías eran directas, provocaban reacciones a favor y en contra; lo que él quería era ocupar la posición de pastor, con un rebaño que lo necesitaba en ese momento; veníamos del Santiagueñazo [revuelta popular de 1993 que provocó la intervención federal]; veníamos de una situación crítica.
—Hablar de un plan para matar a Sueldo no es descabellado —dice Ricardo Cárdenas, asimismo colaborador del fallecido, mateando en su imprenta de la misma urbe—, porque la Iglesia era controversial, molestaba al Herodes de turno, decía Sueldo; todavía vive la Nina Aragonés de Juárez [viuda del tirano], ahí anda; supongamos que esto no haya sido un accidente, que haya sido un episodio provocado; aunque no necesariamente quería ser un mártir, quería entregar la vida, instituirse en una autoridad distinta.
—Venían informando por donde transitaba el obispo —revela Juan Carlos Storniolo, juez del fuero penal, compartiendo el desayuno en la terminal de ómnibus santiagueña, respecto del trayecto del vehículo—; la Policía por ejemplo decía: pasa por Termas de Río Hondo; le hacían el seguimiento, sabemos por integrantes de la misma fuerza; no se efectuó la autopsia, que es esencial, y por eso uno no puede establecer el motivo de la muerte —agrega el magistrado, otro ayudante estrecho de monseñor—; Sueldo no tuvo grandes problemas con el accidente, pero después se agrava cuando llega esa gente, que se ignora quiénes eran; lo pusieron en la ambulancia vivo y llegó al sanatorio y ahí no sabemos qué pasó; ha metido la mano Musa a través de la cuadrilla que ha enviado antes de que arribe la ambulancia; en esa época aquí estaba el gobierno juarista; por un lado estaba D’Amico y por otro Musa Azar; ellos eran los que operaban en el distrito y los que ordenaron o mandaron a ver el siniestro.
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—Ustedes son las madres del dolor, porque sufren por sus hijos asesinados, como le pasó a la Virgen María —se dirigió el padre Marcelo Trejo a un grupo de ciudadanas el 9 de julio de 1998 durante una misa en la ciudad de Frías. La frase alude a una tradición de la Iglesia Católica expuesta en portentos como La piedad, de Miguel Ángel, y que en esta zona conserva reliquias del período colonial. Por caso, una imagen tallada en madera de la Virgen de los Dolores que perteneció a Mamá Antula, la lugareña reconocida como beata.
La celebración encabezada por Trejo había sido antecedida por una de las marchas del silencio que aquellas señoras, vecinas comunes y corrientes, hacían para exigir justicia por sus vástagos presa del horror. El reclamo de la oportunidad se concentró en Raúl Sabag, estudiante de Medicina víctima de homicidio. Días después, las mismas manifestantes volvieron a peregrinar compungida y pacíficamente, aunque ahora ataviadas con delantales de color blanco en los que se leía «Madres del Dolor». De esta manera, hacía su presentación en sociedad el primer proyecto civil inspirado en la enseñanza de Gerardo Sueldo y su Secretaría Diocesana de los Derechos Humanos. Además de por el nombre, la cohorte femenina sería conocida por su apotegma: «No confiamos en la Policía, no creemos en la Justicia».
—La violencia sigue igual que siempre —dice Margarita González, alias Maga, una de las fundadoras de las Madres del Dolor de Santiago del Estero, en su tienda de comestibles artesanales, en un mercado de la capital provincial—; por eso ahora hay nuevos familiares en las calles —agrega la mujer, progenitora de José Luis González, que tenía 15 años cuando en 1997 fue asesinado por un policía.
Maga hace un esfuerzo de memoria y enumera a las demás iniciadoras: Teresa Prola de Vidal, apodada Bambina; Eva Clariá de Sabag, mamá de Raúl; Ángela Ibáñez de Trejo, alias Monona; Irma de Rojas; Mercedes Guayama; Marta Cuéllar; Blanca Vallejo; Claudia Eliana Clemente; Norma Molina; Victoria Patricia Albornoz; María Vanesa Albornoz; María Lilia Sosa; María Susana Miquea; Roxana Pamela Palavecino; Lidia Coria de Gómez; Petrona Barraza de Rojas; María Paula Rojas; María de Saracco; Luisa Aranda; María de Brandan; María Lobos de Soria; Alicia de Ledesma; María de Domínguez; Mónica Abdala de Salomón.
La notoriedad de las protestas andariegas, que se sucedieron hasta mediados de la década posterior, fue robustecida con dos maniobras de difusión. Una fue El rinconcito de las Madres del Dolor, espacio de radio conducido semanalmente por Jorge Eduardo Vidal, esposo de doña Bambina, ambos padres de Pablo, adolescente muerto de un balazo impune. Las transmisiones, en las que colaboraba Luis Lupieri, se hacían desde la emisora de frecuencia modulada de la parroquia del Espíritu Santo, en la capital santiagueña. El otro proyecto periodístico fue La Verdad, gaceta quincenal creada y dirigida por el mismo Vidal que puede considerarse un hito en la prensa de la comarca por el coraje de sus investigaciones.
Acorde con la peripecia de Sueldo, estas damas sufrieron un hostigamiento constante. Un juez llegó a acusarlas, disparatadamente, de constituir una asociación ilícita e incluso una célula terrorista. Los apremios se prologaron hasta 2003, cuando ellas y otros sectores perseguidos fueron visitados por observadores de la Casa Rosada y la Comisión Interamericana de Derechos Humanos. Los informes de estas inspecciones provocaron tal resonancia que en 2004 el Congreso de la República ordenó intervenir la provincia.
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Antes del desenlace, que supuso un jalón apreciable para la democracia argentina, el rótulo de estas ciudadanas intrépidas había comenzado a reproducirse. «¿Qué nos pasa?», dijo Santo Biasatti en 2003 en el noticiero de Canal 13, que se emitía desde la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. «Todos tenemos temor por nuestros pibes», agregó, con un mapa del país como telón de fondo y el himno nacional como banda sonora. A continuación, el periodista entrevistó a varias señoras que presentó como «las Madres del Dolor»: Isabel Yaconis, Marta Canillas, Emilce Peralta y Elsa Schenone. Las cuatro eran amas de casa cuyos hijos habían sido liquidados en la Capital Federal y sus alrededores, a unos mil kilómetros de las calles que caminaban sus predecesoras santiagueñas. El presentador acababa de participar de un fenómeno, la replicación del nombre Madres del Dolor, que en el futuro se extenderá por toda la Argentina. Como cierre del segmento televisivo, Biasatti leyó una cita de «Ada Morales, la madre de María Soledad» e invitó a la audiencia a sumarse a «las marchas y el silencio de estas mujeres que solo piden verdad y justicia».
Ada Rizzardo de Morales también era una simple progenitora y esposa cuando en 1990 se produjo el homicidio de la segunda de los siete hijos que tuvo con su esposo Elías. El cuerpo de la adolescente de 17 años apareció calcinado, con múltiples vejaciones sexuales y una sobredosis de cocaína suministrada de forma endovenosa. Las más de 60 marchas del silencio que lideró el matrimonio en su ciudad, San Fernando del Valle de Catamarca, provocaron en 1991 la intervención de la provincia. En 1998, Guillermo Luque, hijo de un diputado nacional, fue condenado por violación seguida de muerte. Otro joven, Luis Tula, fue considerado entregador. Las sentencias serían acordes con la hipótesis de que María Soledad fue víctima de los llamados «hijos del poder», entre ellos un sobrino de Ramón Saadi, gobernador catamarqueño en el momento del crimen.
—Sole se despidió de nosotros el 7 de septiembre de 1990 acá, en esta entrada —recuerda Ada en su domicilio de la localidad catamarqueña de Valle Viejo—; estábamos sentados; me dio un beso y me dijo: chau, Mami, hasta mañana; Elías la llevó en la camioneta de mi papá, una Ford 100; la dejó en el lugar [una discoteca donde la chica y sus compañeras recaudaban fondos para la excursión de egresadas]; ella estaba contenta, feliz, alegre; siempre recuerdo la dicha que tenía porque iba a recibirse y hacer el viaje de fin de curso; manos asesinas le truncaron su vida; por el egoísmo de los hombres le arrancaron su existencia; Sole quería ser maestra jardinera; sus hermanas más chicas, que son mellizas, tenían cinco años cuando ella murió y me ayudó a criarlas; mi hija seguramente sería mamá, yo tendría hermosos nietos de parte de ella; Sole está en el recuerdo de la gente permanentemente, se habla todo el tiempo; siempre me pregunto qué tuvo mi hija que movilizó a tanta gente; ella nació con una estrella; tuvimos que esperar más de ocho años para que se hiciera un poquito de justicia, un 25 por ciento; condenaron a dos nada más, pero se sabe que hubo muchos más involucrados; quedaron unos cuantos a la orilla del camino a quienes deberían haber sentenciado; ahí me enteré del estado en que habían dejado a mi hija, por los forenses; en el encubrimiento hubo bastantes, la Policía de Catamarca participó.
—El caso María Soledad fue una etapa que cambió mi misión en la Iglesia —explica Martha Pelloni, la monja compinche de batalla de Ada—; nunca pensé que podía algún día ser una referente creíble; la sociedad aprendió a expresar demandas de justicia en protestas ciudadanas con distintas metodologías —continúa la respuesta, enviada por correo electrónico desde su convento de Santos Lugares, en el Gran Buenos Aires—; las mujeres comenzaron a organizarse según las necesidades que exigen reclamo colectivo; varias entidades civiles como la red Infancia Robada han nacido con objetivos y metas para cubrir estragos como los abusos a niños, violencia de género, trata y prostitución.
Para el brete en que Ada y Elías se vieron arrojados a liderar la queja masiva por el drama de su pichona, las Madres y las Abuelas de Plaza Mayo eran conocidas mundialmente, con sus pañuelos blancos sobre la cabeza y su lema «memoria, verdad y justicia». Las manifestaciones de ellas en el ágora de la que habían tomado el apelativo se remontaban a 1977. Su experiencia había sido, asimismo, la de ciudadanas ordinarias lanzadas imprevistamente a la vida pública; en su caso, para buscar a los argentinos desaparecidos por la dictadura. Al principio, se aglutinaron espontáneamente frente a la Casa Rosada con la esperanza de ser recibidas por los jerarcas militares. Hasta que la Policía les ordenó circular de a dos, porque el estado de sitio prohibía las reuniones de tres o más individuos. Así, por una disposición de quienes habían secuestrado y asesinado a sus hijos, comenzaron las célebres rondas de estas mujeres.
Fuentes
El cronista visitó Santiago del Estero por primera vez en 2016 inducido por Juan Carlos Storniolo y María Celeste Schnyder, que le facilitaron una serie de entrevistas. Desde entonces, ha frecuentado el distrito cada aniversario de la tragedia de Sueldo y ha recorrido otros destinos siguiendo el rastro del pastor: Tucumán, Catamarca, Salta y La Rioja.
Las expresiones del personaje central están en la prensa («La voz…», Página 12) y el libro Ministerio profético y reino, que recopila sus homilías en la diócesis. La indumentaria en el encuentro con el Papa está reglamentada, por caso, por el Consejo Episcopal Latinoamericano (Capítulo IV. Vestiduras e insignias del obispo, pp. 39-43). Juan Pablo II fue tapa de Time el 26/12/1994.
Los ataques de diferente tipo que soportó Sueldo fueron referidos por los entrevistados y además han tenido repercusión en las noticias (por ejemplo, «Pedirán que…», Télam, y «La voz…», Página 12). El libro de Raúl Dargoltz y otros permite vislumbrar el clima político. Lo mismo puede decirse de los textos de Schnyder y Ernesto Picco.
La narración de la tragedia tiene dos falencias que el autor confía salvar en el futuro. Una es la inaccesibilidad del expediente judicial, del que nadie da pistas ciertas; ni los familiares del difunto, ni el abogado que los asesoró (Luis Horacio Santucho), ni los colaboradores de la víctima, ni los numerosos funcionarios inquiridos, entre los que se destacan varios jueces. Otra carencia es el silencio de Jorge Ramírez.
Asumiendo estos vacíos, el relato se basa en las personas consultadas, en primer lugar Trejo y los deudos de la víctima, y los periódicos locales (se destaca «Santiago de luto», El Liberal). La prensa nacional también hizo eco (dos ejemplos: «Pedirán que…», Télam; «Honda conmoción…», La Nación). Una deposición neurálgica suplementaria es la de Cárdenas de Infante (Dandan, Alejandra…, Página 12). Las alocuciones de Gómez Jensen y Lobo de Hourcade están igualmente en las noticias («Santiago de luto», El Liberal).
En la cobertura de El Liberal se destacan la infografía de la tragedia y las fotos del vehículo destruido. La infografía (4/9/1998) es fiel a la versión del caballo. Las tomas del coche permiten contemplar los cristales pulverizados, el parabrisas volcado sobre el manubrio (7/9/1998) y una llamativa perforación en la puerta del conductor (4/9/1998).
La creación y la naturaleza de la Secretaría Diocesana de Derechos Humanos son explicadas por el libro de Storniolo (cap. 5: Táctica). El plantel fundacional incluyó a este, Trejo, Aníbal Vicente Aguirre, Silvia Beatriz Sosa —ambos también abogados— y Javier Baudino.
El surgimiento de las Madres del Dolor, sus iniciativas y el rigor que padecieron son descriptos por el volumen de Storniolo (ídem) y la tesis de Mónica Valeria Únzaga. La primera movida de estas señoras fue una marcha encabezada por los padres de Pablo Vidal el 29/5/1998 en la localidad de La Banda. El reclamo concluyó con una misa celebrada por Sueldo. La frase de Trejo en la homilía del 9/7/1998 fue recordada por este.
Los delantales blancos fueron propuestos por Monona Trejo, que usaba esa prenda en su emprendimiento comercial, una rotisería, cuenta Valeria Únzaga. La imagen de la Virgen de los Dolores que perteneció a Mamá Antula es mencionada por el periodismo (Soria de…, El Liberal).
Los fundamentos de la intervención federal de 2004 son desarrollados por el Ministerio de Justicia de la Nación (Informe Santiago…). Storniolo vuelca el contenido de ese dictamen en su escrito (ídem) y lo contextualiza. Los diarios ofrecen igualmente abundantes referencias (por caso: Gutiérrez, Alfredo…, Clarín).
Musa Azar y Jorge D’Amico eran jefes de Inteligencia y Seguridad, respectivamente. El primero había hecho carrera en la Policía y el segundo en el Ejército. Ambos coordinaron la violencia juarista desde la década de 1970 hasta la caída del régimen, en 2004. Participaron en el terrorismo de Estado antes y durante la última dictadura. Posteriormente, los dos acumularán varias condenas a cadena perpetua por delitos de lesa humanidad. Además, Musa, fallecido en 2021, fue declarado responsable del doble crimen de La Dársena. Carlos Arturo Juárez, por su parte, murió en 2010 sin sentarse ante un tribunal (algunas noticias al respecto: Gutiérrez, Alfredo…, Clarín; Rodríguez, Julio…, Clarín; Rodríguez, Leonel…, La Nación; «Murió Carlos…», Clarín).
La emisión de Santo Biasatti está en los periódicos («El dolor…», Clarín). Emilse Peralta es mamá de Diego, que tenía 17 años cuando fue asesinado por secuestradores extorsivos en el Conurbano (Rodríguez, Carlos…, Página 12). Elsa Schenone es mamá de Marcos, que contaba 23 cuando fue muerto por un criminal también en el Gran Buenos Aires (Kablan, Paulo…, Diario Popular).
El caso María Soledad fue consultado en los libros de Morandini y Rey/Pazos. El drama ha tenido además amplia cobertura noticiosa (dos ejemplos: Leyba, Daniel…, Clarín; Messi, Virginia…, Clarín).
La forma en que se iniciaron las rondas de las Madres de Plaza de Mayo es recordada por Gorini (Primera parte: Las locas, pp. 57-167; y Segunda parte: Desde la plaza al mundo, pp. 181-133).
Bibliografía
Libros
Dargoltz, Raúl, y otros. Monseñor Gerardo Sueldo. Al servicio de los que tienen la vida y la fe amenazadas. Instituto San Martín de Porres, Santiago del Estero, 2001.
Gorini, Ulises. La rebelión de las madres. Norma, Buenos Aires, 2006.
Morandini, Norma. Catamarca. Cuando el tirano cae, su poder termina. Cuando la víctima muere, su poder empieza. Planeta, Buenos Aires, 1991.
Picco, Ernesto. Medios, política y poder en Santiago del Estero. 1859-2012 (tesis de doctorado en Comunicación Social por la Universidad de Buenos Aires). Indes, Santiago del Estero, 2012.
Rey, Alejandra, y Pazos, Luis. No llores por mí Catamarca. La intriga política de un crimen. Sudamericana, Buenos Aires, 1991.
Storniolo, Juan Carlos. Monseñor Gerardo Sueldo. Profeta, mártir, derechos humanos. Viamonte impresos, Santiago del Estero, 2022.
Sueldo, Gerardo. Ministerio profético y reino. Instituto San Martín de Porres, Santiago del Estero, 1999.
Academia
Schnyder, María Celeste. Política y violencia en la democracia argentina. La democratización subnacional a raíz de las prácticas partidarias y los usos de la Policía durante el juarismo en Santiago del Estero (tesis de doctorado en Ciencia Política). Universidad Nacional de Rosario, 2011.
Únzaga, Mónica Valeria. Reivindicaciones, estrategias y luchas. Un estudio sobre las Madres del Dolor en Santiago del Estero (tesis de licenciatura en Sociología). Facultad de Ciencias Sociales. Universidad Nacional de Santiago del Estero, 2005.
Documentos
Consejo Episcopal Latinoamericano. Ceremonial de los Obispos. Celam, Bogotá, 1991.
Ministerio de Justicia, Seguridad y Derechos Humanos de la Nación. Informe Santiago del Estero. 9/2003.
Prensa
Dandan, Alejandra. «Me ordenaron que cerrara el caso». Página 12, Buenos Aires, 25/2/2004.
«El dolor de las otras madres». Clarín (Espectáculos), Buenos Aires, 15/7/2003.
Gutiérrez, Alfredo. «Los Juárez quedaron presos y Lanusse asumió en Santiago». Clarín, Buenos Aires, 2/4/2004.
«Honda conmoción por la muerte de monseñor Sueldo». La Nación, Buenos Aires, 5/9/1998.
Kablan, Paulo. «Un beso, celos y un ataque que terminó en crimen». Diario Popular, Buenos Aires, 12/8/2015.
«La muerte de Sueldo sigue bajo un manto de misterio y dudas». El Liberal, Santiago del Estero, 5/1/2009.
«La voz de los silenciados en Santiago». Página 12, Buenos Aires, 25/2/2004.
Leyba, Daniel. «Muerte, escándalo y marchas del silencio que voltearon a una dinastía». Clarín, Buenos Aires, 15/3/2011.
«Madres del Dolor piden a la magistrada que se aparte de una denuncia». La Verdad, Santiago del Estero, 20/10/2000.
Messi, Virginia, y otros. «Condenaron a 21 años de prisión a Guillermo Luque y a nueve a Luis Tula». Clarín, Buenos Aires, 28/2/1998.
«Murió Carlos Juárez, caudillo y rostro del poder en Santiago del Estero durante 50 años». Clarín, Buenos Aires, 3/7/2010.
«Pedirán que se investigue nuevamente la muerte del obispo santiagueño Gerardo Sueldo». Télam, Buenos Aires, 23/2/2004.
«Pope John Paul II, Man of the Year». Time, New York, 26/12/1994.
Rodríguez, Carlos. «Fuerte condena por el crimen de Diego Peralta». Página 12, Buenos Aires, 30/11/2010.
Rodríguez, Julio, «Juárez, preso y procesado por desapariciones en los 70». Clarín, Buenos Aires, 6/1/2008.
Rodríguez, Leonel. «Condenan a Musa Azar a otra prisión perpetua». La Nación, Buenos Aires, 6/12/2012.
«Santiago de luto». El Liberal (edición especial), Santiago del Estero, 4/9/1998.
Soria de Neder, María Inés. «La Dolorosa, imagen que acompañó a Mamá Antula». El Liberal (Viceversa), Santiago del Estero, 30/10/2016.
«Un año de lucha». La Verdad, Santiago del Estero, 29/5/1999.
Poema
¿Qué hará María? En la tierra / ya no se arraiga su vida / ¿Dónde irá? Su pecho encierra / tan honda y vivaz herida, / tanta congoja y pasión, / que para ella es infecundo / todo consuelo del mundo, / burla horrible su contento; / su compasión un tormento; / su sonrisa una irrisión.
Estos versos del poema La cautiva, de Esteban Echeverría, rinden homenaje a las mujeres que padecen la violencia ejercida sobre ellas y los suyos. Las heroínas de la presente crónica fueron ciudadanas, trabajadoras y amas de casa anónimas, hasta que la tragedia les asignó un bautismo inesperado: Madres del Dolor.
Citas y signos
La forma de reproducir los dichos de otros suele cambiar con los autores, los géneros y las tradiciones. Por eso, quizás sea útil explicitar el criterio aplicado en esta narración, que involucra dos signos ortográficos:
- El guión de diálogo o raya (—): Acompaña las declaraciones recogidas personalmente; esto quiere decir, producto del contacto del autor (también podría ser un colaborador suyo) con alguien; sea cara a cara o mediante algún sistema de comunicación, como por ejemplo el teléfono o internet. Estas citas son directas cuando refieren palabras del propio entrevistado e indirectas cuando reproducen los dichos de alguien contados por un tercero. Una función alternativa de la raya en la presente crónica es encerrar conceptos u oraciones aclaratorios.
- La comilla («): Se ha aplicado en las alocuciones extraídas de distintos registros materiales. La bibliografía anexa propone estas categorías: libros, academia, documentos, prensa, internet y audiovisual. Es el único cometido de la comilla en la historia.
2 Comentarios
Buenisimo el articulo acerca del Obispo Sueldo Cuánto duele la mala justicia!
muchas gracias Julia!